Bolivia se arma hasta los dientes en las barbas de Lugo

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En recientes declaraciones a la prensa, el embajador ruso en La Paz, Leonid Goluvev, ratificó los términos del acuerdo convenido a principios de abril entre el presidente boliviano Evo Morales y el primer ministro ruso Vladimir Putin, sobre cooperación militar y comercial entre ambos países. El embajador confirmó que una delegación boliviana estará en Moscú próximamente para avanzar en los temas acordados en principio, que incluye un préstamo millonario para comprar aviones y misiles rusos. Rusia también ofreció a Bolivia la posibilidad de cooperar en el desarrollo de la energía atómica para supuestos "usos pacíficos", así como para la explotación de uranio, entre otras cosas. Más allá de la indiferencia cómplice del presidente Lugo sobre la amenaza que el armamentismo boliviano pueda tener en la región, el mismo configura un claro peligro para nuestro país. En este escenario de manifiesta indiferencia gubernamental por la defensa nacional, lo que cabe es que el Congreso y la clase política dirigente –de todos los colores– suplan la peligrosa omisión del Ejecutivo ante la crisis en ciernes y fuercen un cambio de rumbo en la política de defensa nacional.En recientes declaraciones a la prensa, el embajador ruso en La Paz, Leonid Golubev, ratificó los términos del acuerdo convenido a principios de abril, en Venezuela, entre el presidente boliviano Evo Morales y el primer ministro ruso Vladimir Putin, relativo a cooperación militar y comercial entre ambos países. El embajador ruso confirmó que una delegación boliviana estará en Moscú entre el 26 y 28 de abril próximos para avanzar en los temas en principio acordados entre ambos gobiernos: un préstamo de 150 millones de dólares para equipar y modernizar a las fuerzas armadas bolivianas, incluida la compra de aviones y de misiles tierra-aire para defensa aérea.   

El embajador ruso manifestó sin ambages: "Nosotros no tenemos ningún miedo a Estados Unidos", al tiempo de puntualizar que Bolivia es una "punta de lanza" para que su país tenga mayor influencia económica y política en América Latina, independientemente de lo que Estados Unidos pueda pensar al respecto. Reiteró que su país está en condiciones de atender la demanda de material bélico del ejército boliviano por la "simpatía" que tiene el gobierno de Dimitri Medvedev por el del presidente Evo Morales.   

A más de apoyo militar, Rusia ha ofrecido a Bolivia la posibilidad de cooperar con ella en el desarrollo de la energía atómica para supuestos "usos pacíficos", así como para la explotación de uranio. Además, se ha mostrado dispuesta a modernizar unos 16 aeropuertos y establecer un centro de mantenimiento regional de aeronaves de fabricación rusa, tanto militares como comerciales, al servicio de diferentes países de la región.   

Mas allá de la indiferencia cómplice del presidente Fernando Lugo sobre la amenaza que el armamentismo boliviano pueda tener en la región, el mismo configura un claro peligro para nuestro país. La Guerra del Chaco fue facilitada en gran medida por la despreocupación de los gobiernos paraguayos de la época, que tardaron en preparar a la República para hacer frente a la agresión boliviana, y eso bien podría suceder de nuevo si nuestro país no reacciona oportunamente ante la escalada bélica que Bolivia está llevando a cabo a tambor batiente.   

Sin embargo, hasta ahora el presidente Lugo no da señales de que vaya a tomar la resolución que le compete como presidente responsable de la suerte de la República y, al mismo tiempo, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación de priorizar la seguridad nacional por encima de cualquier otro interés público. Muy por el contrario, su débil respuesta a la seria situación suscitada no ha ido más allá de minimizar el rearme boliviano y ratificar su confianza en la supuesta vocación pacifista del presidente Evo Morales, que de ninguna manera se compadece con las decisiones que está adoptando, que tienen un claro tinte belicista. En el reciente Foro Económico de las Américas, realizado en Cartagena (Colombia), de un modo general Lugo se mostró contrario a la carrera armamentista, pero llamativamente evitó referirse al principal promotor de la misma en la región: Hugo Chávez. Tampoco hizo mención de quien debiera merecerle la máxima preocupación en tal sentido: Evo Morales, discípulo y fiel escudero del dictador venezolano, abocado actualmente a la potenciación de sus fuerzas armadas para un eventual conflicto bélico con el Paraguay.   

Se torna cada vez más evidente que la antipatriótica actitud del presidente Lugo frente al provocativo rearme boliviano responde a su fuerte afinidad ideológica marxista con Evo, lo que lo induce a considerar políticamente inaceptable cuestionar la escalada armamentista de su compañero de ruta "bolivariano", sin importarle mantener indefenso al Paraguay ante una eventual réplica armada por parte de los vencidos en la Guerra del Chaco. En este sentido, ha reiterado públicamente su determinación de no hacer absolutamente nada para contrarrestar de algún modo la provocación belicista de Bolivia, ni siquiera con la diplomacia, que es la primera línea de defensa de los intereses nacionales; menos aún con las Fuerzas Armadas, que son el último recurso que tiene la Nación para defender sus intereses en peligro. "No gastaré el importe de un mendrugo de pan para comprar armas", había dicho en forma terminante en su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas.   

En este escenario de manifiesta indiferencia gubernamental por la defensa nacional ante la clara amenaza bélica boliviana, lo que cabe es que el Congreso Nacional y la clase política dirigente –de todos los colores– suplan la peligrosa omisión del Ejecutivo ante la crisis en ciernes y fuercen un cambio de rumbo en la política de defensa nacional –con o sin Fernando Lugo en la Presidencia de la República– empezando con la diplomacia, mientras se arbitran recursos y disposiciones para mejorar el apresto de las Fuerzas Armadas de la Nación, como lo hizo Eligio Ayala en su tiempo, para disuadir a Bolivia de una nueva aventura militar en el Chaco. De no asumir esta grave responsabilidad los demás poderes del Estado y la clase política responsable del destino de la Nación, ella recaerá de nuevo sobre el pueblo, como lamentablemente sucedió el 23 de octubre de 1931, con su trágico saldo.   

Aun cuando nuestra preparación militar no consiga detener la carrera armamentista de Bolivia, al menos podría contener y mitigar las consecuencias de su prepotencia militar, pues le hará ver claramente que, como en el pasado, su poderío bélico no le va a producir los beneficios que anticipa.
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