Genealogías de una memoria

El estudio histórico de los pueblos fluctúa en un constante bagaje introspectivo. Las herramientas y recursos actuales proyectan nuevas metodologías, aunando las virtudes de distintas disciplinas. En ese sentido, la tarea que convoca a la investigadora italiana Valentina Bonifacio contempla el conocimiento de facetas sociales fundamentales, algunas perdidas y dejadas de lado.

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Doctorada en Antropología Social, con énfasis en medios audiovisuales, en la Universidad de Mánchester (Inglaterra), es también documentalista. En el marco de la ejecución de labores de cooperación internacional, llegó al Chaco paraguayo en el 2004. Tal fue su amor a esta región que decidió proseguir su formación y trabajo de campo allí.

Una residencia artística de dos semanas, que compartió con varios exponentes de la cultura local desde el 28 de mayo de este año, “mechó” el afán grupal por dar visibilidad a rasgos de la historia de Puerto Casado, Alto Paraguay. Antes de que los resultados obtenidos por esta investigación sean expuestos en diferentes espacios internacionales, conozcamos más sobre la misma y el análisis que la antecedió.

¿Por qué escogiste a Puerto Casado para abordar tu investigación?

Desde un principio, me fascinó su historia, por la complejidad y visión cosmopolita. Cuando conocí la ciudad, aún estaban la fábrica y los rieles del tren. Todo parecía suspendido en el tiempo. Asistí al desmantelamiento de sus vestigios y fue una pena ver cómo la historia terminaba por hacerse invisible. Analicé varios aspectos de esa región durante mi tesis doctoral, concentrándome en la relación entre la empresa Carlos Casado SA, el Estado y los indígenas maskoy, quienes fueron obreros de esta industria taninera por casi 100 años. Rescatar sus vivencias me pareció importante, ya que revertía el estereotipo de que los indígenas no saben trabajar. Sin su aporte, la empresa, posiblemente, no hubiese prosperado tanto.

Contanos acerca de la reciente residencia artística en esa ciudad y cuáles son sus objetivos.

El año pasado obtuve la beca de investigación posdoctoral Marie Curie, otorgada por la Unión Europea, para seguir adentrándome en su historia, pero esta vez tomando en cuenta las anécdotas de todo el pueblo. Me pareció interesante buscar similitudes y diferencias entre las vivencias de todos los habitantes, sean indígenas o no. Cuando quise verificar los documentos abandonados de la exfábrica, que visité en el 2009 por última vez, estos ya no existían; las autoridades de Victoria SA –actual dueña de las tierras– quemaron todo. Esa fue una de las razones que impulsaron a la organización de esta residencia para reconstruir de otra forma un archivo perdido. Asimismo, la exhibición nace de la necesidad de confrontarme con un público que no fuera meramente académico, a partir de la gente de aquí, que haya vivido la historia paraguaya en carne propia. En ese contexto, del de una colaboración positiva, trabajé con Lía Colombino.

¿Cómo fue el proceso de convocatoria y los parámetros de selección de perfiles, y en qué contribuyeron?

Lo hicimos con el Museo del Barro, con fondos de la beca. Muchísima gente se presentó y fue difícil escoger. Seleccionamos artistas enfocados, en su mayoría, en el campo de lo conceptual. En sus obras Fredi Casco, Alfredo Quiroz y Luvier Casali ya habían desarrollado explícitamente el legado histórico nacional. Marcos Benítez trabajó con artesanos de Areguá. También nos interesó la pareja Álvarez-Nuovo, por la calidad de sus pinturas. Para que el ambiente natural de Casado pudiera explayarse sobre sus vivencias, contamos también con la intervención de la bióloga Sigrid Drechsel y el diseñador gráfico Eduardo Barreto. Finalmente, se acoplaron al grupo dos estudiantes de la universidad de Diseño Urbano, de The New School Parsons, de la que soy visiting scholar desde el 2014. El viaje duró 15 días y fue muy emocionante recibir la calidez de los lugareños, que accedieron a las entrevistas en varias ocasiones y nos ayudaron a conocer mejor el pueblo. Fue interesante ver cómo cada uno de los participantes se enfocaba en aspectos distintos de la historia de ese territorio, ayudándome a prestar atención en detalles que, quizá, hubiera pasado por alto. Decidimos llamar Genealogías Puerto Casado (1886-201?) a esta residencia, porque desde un principio, a partir de los seminarios impartidos en Asunción antes del viaje, utilizamos un texto de Foucault sobre la genealogía como metodología histórica, mostrando que ciertos matices del presente tienen profundas raíces en el pasado.

Aparte de la primera muestra que darán en Puerto Casado, para delimitar las conclusiones de la residencia, ¿cuáles serán los otros espacios de visibilidad?

La muestra en la localidad se realizará en agosto y se trasladará al Museo del Barro en diciembre. Después, en marzo de 2017 irá a una galería de Parsons, en Nueva York; y en abril, a la galería de arte CTZ, de la Universidad de Venecia. Nos pareció importante empezar en Casado para incorporar la reacción de sus habitantes en las futuras exposiciones.

En el plano de los estudios antropológicos, ¿cuál es tu reflexión sobre las etnias paraguayas, inmersas en una coyuntura social desalentadora, y su devenir cultural?

Los maskoy del Alto Paraguay reconstruyeron una vida autónoma y recuperaron su cotidianeidad tras 100 años de trabajo en la fábrica, mediante la lucha por la tierra que enfrentaron en los 80 y a través de la cual consiguieron 30.000 ha. Si consideramos la velocidad con la que desmontan el Chaco, sobre todo para practicar una ganadería intensiva y “racional”, creo que regularizar la tenencia de tierras para las comunidades que tienen reclamos pendientes es lo más urgente.

El constante estudio y reconocimiento de los cimientos de nuestro pasado deberían ser unos de los primeros órdenes en la agenda cultural. Sin duda, pese a toda limitación política, contamos con el entusiasmo de profesionales como Valentina, que colaboran en el desarrollo de un legado inmensurable.

Valentina Bonifacio

Buscando visibilizar aspectos relacionados con la historia de una emblemática localidad, esta investigadora social italiana congregó a varios exponentes del arte nacional en torno a una residencia pocas veces planteada por estamentos culturales del país.

Apuntes históricos

Para Bonifacio resultaría complicado exponer brevemente el devenir de lo acaecido en Puerto Casado, Alto Paraguay, con la explotación de una industria taninera y la expropiación de miles de hectáreas de tierra. “Un solo hombre se apropió de casi seis millones de hectáreas en 1886 y su empresa –que cerró en 1996– sobrevivió más que otras, configurando su poder conjuntamente con fenómenos globales, y fuerzas militares y políticas”. “Si bien hablamos de una historia local de repercusiones internacionales, es un reflejo de la situación que vive gran parte del país; la mayoría de los propietarios de tierras productivas, hoy en día, son extranjeros. La producción agroganadera atenta constantemente contra el desarrollo de los pequeños terratenientes, quienes plantean métodos menos agresivos. A la fecha, no se tienen registros claros de la herencia de esta industria en la localidad, más que la construcción de un gigantesco aserradero por parte de los actuales propietarios”, concluye la antropóloga.

carlos.canete@abc.com.py

Fotos Gentileza de Chantal Meng y la entrevistada


F. de E.: En la edición impresa se mencionaba al Sr. Acimi como indígena Maskoy, lo cual es incorrecto.

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