Ruidos que acechan

Para muchas personas, los ruidos normales dejan de ser una simple molestia y se convierten en un dolor insoportable. El oído extremadamente sensible es un problema que crece en la cotidianidad.

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“No tolero ciertos ruidos”, “prefiero no ir a espectáculos públicos; me molestan los gritos y aplausos”, “no puedo dormir sin tapones en los oídos”, “no soporto oír masticar” son algunas de las tantas expresiones que a veces nos comentan, pero no les damos importancia porque creemos que se trata de alguna simple manía. Probablemente, incluso, las personas afectadas no sepan que podrían sufrir baja tolerancia al sonido: hiperacusia, misofonia y fonofobia.

Veamos cada una de ellas

Hiperacusia es una condición por la que un individuo no tolera los sonidos, por ejemplo, un globo que explota o los fuegos artificiales. En la misofonia no se toleran ruidos específicos, tal como ocurre en la fonofobia.

Las causas de los problemas de hipersensibilidad auditiva no se han identificado por completo. Sin embargo, se sabe que la hiperacusia se produce por lesiones en el nervio auditivo, provocadas a su vez por una exposición prolongada a niveles sonoros muy altos o alguna enfermedad, traumatismo craneal, estrés postraumático, ansiedad, problemas cervicales o dentales.

La misofonia es un trastorno psiquiátrico de quien no tolera ruidos cotidianos, por ejemplo, del cuerpo de otra persona (masticar, toser, sorber u otros ruidos producidos con ciertos objetos). Se lo asocia al trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad.

La fonofobia se encuadra dentro de los trastornos fóbicos. No es una sugestión, pues el cuerpo reacciona a determinados estímulos sonoros. Los fonofóbicos tienen una actitud negativa al sonido o tienen miedo al ruido.

En ciertos casos, la hiperacusia puede desarrollar secundariamente la misofonia o fonofobia, porque se empiezan a asociar sonidos fuertes con emociones negativas.

Respecto a la cura de la intolerancia al sonido o ruido, una vez detectado por un profesional, se aplicará el tratamiento. En la hiperacusia, generalmente, las personas comienzan a usar protección auditiva por propia iniciativa, algo que el mismo médico puede recetar. No obstante, los tapones podrían generar una dependencia (necesitarlos hasta en lugares tranquilos); por eso, este enfoque hace que el oído se vuelva aún más susceptible y exacerbe el problema.

En la misofonia puede darse una intolerancia leve o cierto pánico, y en su nivel más alto se llega, incluso, a utilizar la violencia física para “defenderse del ruido”, pudiendo lastimar a otra persona, animal o infligirse a sí mismo. A las personas que sufren alguna de estas afecciones se las suele considerar histéricas, malhumoradas o antisociales. En medicina, para la misofonia y fonofobia, se utilizan terapias como la cognitiva conductual (que vincula conducta y pensamiento) o la explosión gradual (exponer a ruidos fuertes para que disminuya, desaparezca o se aplaque la hipersensibilidad).

A pesar de los avances médicos, en ningún caso se ha logrado una cura 100 % efectiva. Es importante destacar que la poca tolerancia al sonido no tiene que ver con los umbrales de audición; es decir, una persona puede tener un oído normal, pero problemas de audición.

Irritados y aislados

Según la Organización Mundial de la Salud, el nivel de ruido que el oído humano puede soportar sin dañarse es 55 decibeles, aunque en la vida agitada de las ciudades puede llegar hasta 114. Para tener una idea: 10 decibeles son los producidos por la respiración humana, 60 equivale al volumen de la conversación normal entre dos personas y 100 produce el silbato de un tren en un túnel. Para las personas con hipersensibilidad auditiva, el ruido/sonido normal puede ser un tormento que las haga caer en el enojo, en ser desagradables, ansiosas, estresadas y aisladas.

“Según la Organización Mundial de la Salud, el nivel de ruido que el oído humano puede soportar sin dañarse es 55 decibeles, aunque en la vida agitada de las ciudades puede llegar hasta 114”

Texto lperalta@abc.com.py

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