El día después

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En los días previos a la visita del papa Francisco se viralizaron en las redes sociales los mensajes de amor, tolerancia, mansedumbre, solidaridad, inclusión, humildad, bondad y cosas parecidas, que puso muy felices, sensibles y amorosos a los paraguayos, religiosos o no. Hasta los bribones mensajearon sublimes escritos en un arrojo por demostrar lo que no son.

Los políticos, acusados de corrupción, se mostraron contritos y suspendieron transitoriamente la recepción de dádivas a cambio de liberar licitaciones amañadas y cosas similares. Los miembros de la Corte Suprema de Justicia no trabajaron para evitar prevaricar. Los empresarios con trabajadores en negro se mostraron muy benevolentes con los mismos, otorgándoles incluso, permisos para atender sus problemas de salud. Respecto a regularizar el pago de las cargas sociales y al IPS, han reflexionado menguadamente.

Los miembros del EPP y de las FTC han suspendido sus actividades, pese a que existe un secuestrado desde hace un año. Los padres que hace rato abandonaron a sus hijos no los reconocieron o no les pasan los recursos para su manutención y educación, revocaron transitoriamente sus conductas. Los que habitualmente cometen abusos contra niños, incluso si son hijos suyos, no actuaron para evitar pecar.

Los motochorros y ladrones de cajeros automáticos no robaron ni explosionaron cajeros. Los centros de salud públicos fueron atendidos condescendientemente por las enfermeras y los médicos no recetaron medicamentos vencidos a sus pacientes. Los albergues de enfermos, niños y ancianos callejeros estuvieron repletos de gente, para no dar una mala impresión al ilustre visitante. Las calles de Asunción y sus alrededores se arreglaron y engalanaron en tiempo récord.

El Presidente de la República hizo sensibleros discursos tratando de convencer acerca de lo bien que vivimos los connacionales, tratando de convencer a sus familiares y amigos cercanos, pues ni el pueblo, parte importando del partido que lo llevó al poder, el Papa y mucho menos Dios, le creen. Existen más ejemplos, pero para no cansarlos suspendo la citación de los mismos.

Confiemos que cuando el Jefe de la Iglesia Católica regrese a Roma, los cristianos autóctonos que somos mayoría absoluta, continuemos en esa temática y fenezcan los mensajes de intolerancia, desamor, orgullo, egoísmo, discriminación, maldad y cosas semejantes, comunes entre los conciudadanos en “épocas normales”. Me refiero, asimismo, a las prácticas de las virtudes cristianas antes mencionadas.

No será cosa difícil de lograr, solo será cuestión de ejercerla sostenidamente, recordando a Francisco, a su retablo hecho espigas de maíz, cocos y calabazas, los pegadizos cánticos religiosos, las caras “compungidas y de remordimiento” de los políticos, jueces, funcionarios, empresarios, gremialistas, militares, policías, etc., advertidas durante los oficios religiosos, y las impactantes homilías de Francisco.

Aníbal Reinaldo Pangrazio

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