Sentimientos medibles

Un docente hace un par de semanas me había dicho: “Los sentimientos no se pueden medir, son emociones subyacentes en las personas, no podés saber si alguien te quiere o no”.

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Esta cáustica deposición me dio en qué pensar y concluí que, aunque no se puede exhumar en los profundos anaqueles del corazón, es posible desmentir esta afirmación poniendo sobre la mesa argumentos válidos, que obtuve a través de la experiencia de vivir con una persona maravillosa, mi madre.

Primeramente, para rebatir lo que aquel docente dio por sentado, cabe mencionar solo un pequeño porcentaje de actos hechos por, a quien yo llamo, la mejor mamá del mundo: el nivel de sacrificio hecho por el bienestar de su hijo constituye una manifiesta supresión del egoísmo indefectiblemente soterrado a nuestra condición natural, restringir aquel aspecto pernicioso solo sería posible a través del amor.

En segundo lugar: darme los insumos suficientes para desenvolverme con fluidez en el mundo y además cumplir el rol de amiga-padre-madre-profesora requiere de dedicación, paciencia y por sobre todo cariño, compartir momentos, risas, llantos, peleas y enojos no solo me dieron la pauta de que ella es y va a ser siempre parte de mi vida, también me demostraron así su cariño incondicional.

Y lo primordial: que con tu ejemplo, me enseñas cada día que en la vida no triunfan aquellos que asumen una posición pacata en su mundillo, lo hacen las personas que saben que el único camino es comprometerse con la familia, con la sociedad, con el anciano, con la vida misma. Te agradezco de corazón todo y de manera inconclusa, sin vacilar un solo instante digo que te amo mamá.

Christian Nicolás Roig González

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