Náufrago salvadoreño retornó emocionado a su país

SAN SALVADOR. El náufrago salvadoreño José Salvador Alvarenga, quien sobrevivió 13 meses a la deriva en el océano Pacífico, retornó el martes a su país natal y, en silla de ruedas, compareció ante cámaras sin poder hablar por la emoción.

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Vestido de camiseta negra y pantalón marrón claro, Alvarenga, de 37 años, fue llevado por autoridades al salón VIP del aeropuerto internacional de El Salvador, poco después de llegar de un viaje de casi dos días desde Islas Marshall, donde fue rescatado el 30 de enero.

“No hallo qué decir”, balbuceó el náufrago antes de entregar el micrófono a uno de sus acompañantes, según algunos periodistas que afirmaron haber oído con dificultad esa frase -y la tuitearon-, en un tumulto de medio centenar de comunicadores que abarrotaba el lugar.

Entre los flashes de las cámaras y aplausos, se llevó la mano al rostro y fue conducido hacia otro salón del aeropuerto para ser llevado en ambulancia al hospital San Rafael, en Santa Tecla, 12 km al oeste de San Salvador.

“Es una historia de fe (...) de lucha por la vida, pero también es una historia de solidaridad y reencuentro”, destacó el canciller Jaime Miranda, al darle la bienvenida.

Recibido como un héroe, Alvarenga llegó hacia las 20:00 locales (23:00 hora paraguaya) al aeropuerto internacional El Salvador, 44 km al sureste de la capital, tras hacer escalas en Hawai y en Los Ángeles (EE.UU.).

Alvarenga, quien en el viaje estuvo acompañado por Diego Dalton, consejero de la embajada salvadoreña en Japón, permanecerá unas 24 horas en cuidados intensivos del hospital, atendido por un equipo de seis especialistas, dijo a AFP el director del centro, Yerles Ramírez.

En el hospital, según versiones de prensa, están los padres, Ricardo Orellana y María Julia Alvarenga, llevados por las autoridades desde el pueblo costero Garita Palmera, 118 km al suroeste de San Salvador, de donde es oriundo el náufrago.

Una batería de periodistas lo esperó todo el día en Garita Palmera, donde su hija, Fátima, de 14 años, adornó la casa con globos azules para la bienvenida de su padre. Al aeropuerto acudieron algunos familiares. “Gracias a dios, mi primo es un guerrero, porque otra persona no sé qué hubiera hecho. Estamos felices de ver que ha vuelto después de tanto tiempo”, declaró Marisol Alvarenga, de 35 años, prima del náufrago.

Alvarenga, quien se quedó a vivir en México como pescador indocumentado hace 15 años cuando buscaba emigrar a Estados Unidos, salió a pescar tiburones en la costa mexicana del Pacífico en diciembre de 2012. Trece meses después apareció en las Islas Marshall, a 12.500 kilómetros, demacrado, con pelo largo y barba espesa, las rodillas lastimadas y vistiendo unos calzoncillos hechos jirones.

“Se ha protagonizado una sorprendente travesía por el Pacífico y finalmente después de este difícil y agotador viaje se encuentra de regreso a (en) su tierra”, comentó el canciller.

En Islas Marshall estuvo varias veces en el hospital para recuperarse de las consecuencias de haber estado, según relató, comiendo pájaros y pescado crudos y bebiendo sangre de tortuga y su propia orina.

Su compañero de pesca, Ezequiel Córdoba, de 24 años, murió cuatro meses después de haber zarpado, incapaz de soportar esa dieta, explicó Alvarenga a la AFP la semana pasada.

Aunque los médicos en Majuro autorizaron el largo viaje, el náufrago debió someterse a exámenes médicos durante las escalas del vuelo para seguir adelante con la repatriación. “Su situación es delicada de salud”, dijo a la AFP el vicecónsul en la misión salvadoreña en Los Ángeles, Julio Calderón. Pero “no ha empeorado, se mantiene estable”, explicó.

Un funcionario de la cancillería dijo que tenía los pies “muy hinchados”, lo cual lo obligó a desplazarse en silla de ruedas en el aeropuerto. “La verdad es que es muy admirable. Dios le dio la fortaleza para sobrevivir,” dijo José Batre, agricultor de 53 años quien llegó a despedir a su hija que viajaba a Los Ángeles. Su esposa Francisca Berganza, de 59 años, agregó: “Yo me hubiera muerto en tres días de miedo.”

En las calles, bares, restaurantes y otros sitios públicos del país, el caso ha sido tema constante de conversación. Para muchos, incluidas las autoridades estatales, representa un símbolo de coraje y esfuerzo por sobrevivir.

“Lo recibimos con orgullo, representa a un gran luchador que le ganó la batalla a la gigantesca adversidad que vivió al ser arrastrado mar afuera (...) lo pondremos como ejemplo de esfuerzo y tenacidad”, comentó a AFP el director de Protección Civil, Jorge Meléndez.

La extraordinaria historia de supervivencia, que no ha estado exenta de dudas, ha captado la atención mundial durante dos semanas.

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