Barrio tradicional: Trinidad

La existencia de un barrio depende de una convención radical: que los pobladores se identifiquen con el lugar que los rodea.

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La mención del dictador está lejos de ser un hecho fortuito o casual, ya que el mismo tenía su quinta, de alrededor de 30 hectáreas en el zona. Cuando en 1856 se inauguró la Iglesia de Trinidad, arrancó el cambio de denominación de la antigua Villa Ybyra’i, que pasó a llamarse “Parroquia de la Santísima Trinidad” y, posteriormente, pasó a ser el “Distrito de Trinidad”.

Buenos días, barrio

Hablar de este barrio es aceptar un credo: el almacén, la cancha de fútbol o el mercado pueden llegar a ser la extensión de la personalidad. “Nos conocimos en el almacén de su papá, él me daba más barato”, relató doña Julia Cubilla Nardelli de Cañisá, esposa de don Nicasio Cañisá, de 94 años, hijo de José Cañisá Soler, quien llegó desde España en la época de 1900 para dar vida al almacén Cañisá, ubicado en la calle Tte. Mendoza casi Santísima Trinidad.

El lugar fue almacén en 1904, en 1920 sumó un bar y en 1925 implementó el primer cine en el barrio, explicó Gladys Cañisá, hija de Nicasio.

Para Don Nicasio y Doña Julina, que llevan más de 60 años juntos, Trinidad es antes que nada una piel. Hasta hoy en día y todos los años, se organizan en el barrio pesebres vivientes, eventos culturales y sobre todo, se fomenta la importancia del barrio y del vecino, según lo explicó Doña Fermina Soler, antigua trinidense. Amores como el de Nicasio y Julia eran los de antes. Ahora, según el suboficial Óscar Coronel, de la comisaría 12ª de Trinidad, cada fin de semana se reciben de 10 a 12 denuncias de violencia intrafamiliar.

Cañisá fue un boom

Desde principios del siglo XX hasta la década del 70, Trinidad llegó a ser un boom del comercio, del civismo y de la cultura. Contaba con los citados comercios Cañisá, además de un gran mercado y el ferrocarril tenía su estación en la zona.

Una de las primeras paradas del ferrocarril de la época de Don Carlos se denominada “Estación Trinidad” y ahora se la conoce como “Estación Botánico”. Estaba ubicada en frente de la residencia de los López.

El negocio de la familia Cañisá convirtió al comercio en una forma de magia, con la implementación del primer cine, que funcionó desde 1925 hasta la década del setenta, donde tuvo que ceder ante la aparición de la TV.
Según Don Nicasio, las salas se llenaban para ver películas como “Lo que el viento se llevó” o las series de vaqueros, tan populares en la época. Luego de salir de la sala, los niños elegían la calle como escenario para seguir luchando contra el mal: jugaban a los vaqueros prolijamente vestidos al estilo del este. Las calles estaban llenas de compradores, de faenas de animales al aire libre, de música, y del ruido de los rieles del tren. En la actualidad, el silencio impone su lógica en las calles, como si todas las personas se hubieran marchado en el último tren.

Los goles y la escuela

Algunas personas llegan al fútbol al modo ateniense: determinados por la ciudad. En este sentido, Trinidad cuenta dos escuadras: el club Rubio Ñu, fundado el 24 de agosto de 1913, y el Trinidense, fundado en 1935. Miguel Ángel Vallovera tiene 79 años y vivió toda su vida en Trinidad. Recurrió a una anécdota para transmitir la importancia del club del barrio: “Cuando terminó la Guerra del Chaco, un excombatiente que quedó mutilado no paraba de quejarse, pero lo hacía no porque no iba a poder trabajar o andar a caballo, sino porque sin una pierna ya no podría volver a jugar fútbol en su querido Rubio Ñu”, dijo.

En el lugar también se encuentra la escuela “Solar de Artigas” y la “Escuela Oriental del Uruguay”, que tiene más de 100 años y por donde pasaron generaciones de trinidenses. “Esta escuela no solo enseñó a leer a los alumnos, sino también a sentirse parte del lugar”, explicó el profesor Alberto Céspedes, quien enseña en el lugar desde hace 14 años.

EL PATRIMONIO

En el Centro de Salud N° 4, ubicado a menos de 500 metros de la casa de Don Nicasio, nacen 2.000 bebés por año, y cuatro de cada diez, son de la zona de Trinidad, según el Dr. Ricardo Oviedo, director del nosocomio. Por ello, según Gloria Torras, de la Asociación Amigos de Trinidad, es fundamental que las autoridades ayuden a mantener el patrimonio del lugar, para que las nuevas generaciones puedan apreciarlas.

Los lugares históricos, como el cine Cañisá, no solo deben soportar los embates de la cronología, sino una pesada carga tributaria. Cada año paga más de G. 6 millones en tasas y tributos a la Comuna, supuestamente, por generar grandes volúmenes de basura, pese a que en el almacén casi no hay movimiento y el cine está cerrado desde la década del 70. El año pasado se derrumbó la última casa de adobe que pertenecía a la familia Medina, donde vivió Don Eliseo Medina, excombatiente de la Guerra de la Triple Alianza y el primer relojero de la Iglesia de Trinidad.

Asimismo, un terreno que fue cedido por la familia Pavetti, que está antes de llegar a la actual Facultad de Derecho UNA, sobre Santísima Trinidad, está ocupado desde hace años por varias familias.

En marzo de 2011 se presentó un proyecto de ley que busca que se declare patrimonio histórico a la parte antigua de la ciudad. Pero hasta ahora, el proyecto duerme encajonado en el Parlamento Nacional.

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