Parálisis del sueño: cuando la prisión nocturna se apoderó de mi cuerpo

Este es un relato de ficción: Llegar cansado y ver mi cama lista para recibir sueños nocturnos es la mejor sensación cuando la jornada finaliza. Sin embargo, el bienestar acabó cuando, en plena madrugada, fui encarcelado por minutos en mi propio cuerpo.

https://arc-anglerfish-arc2-prod-abccolor.s3.amazonaws.com/public/OWDNZVVTZJDRPBIJPY537PKZC4.jpg

Cargando...

Cama, cama, cama, es la única palabra que repite mi mente luego de salir de la facultad, pues cuando cada hora del día pasa, mis energías van debilitándose. Llega mi bus y, al subirme al colectivo, automáticamente los asientos se distorsionan porque el sueño y las ganas de dormir ocupan toda mi mente.

Otra vez repito, por fin, por fin llegué a mi casa y la felicidad de saber que, en tiempos de frío, dormir bajo mi edredón de tigre no se compara con nada del mundo. Entonces, en menos de lo que canta un gallo, mis párpados chocaron para descansar las ocho horas que mi cuerpo necesita para empezar otro día, pues yo ya estaba durmiendo.

No puede ser, ¡imposible!, los ojos cafés y aquel pelo castaño de la chica que me gusta desde el séptimo grado se alistaron para acercarse a mí. Ah, pero mi subconsciente ya sabía que cada suceso, por más lindo y utópico que fuese, era solo un producto más de mi imaginación estando inconsciente.

De sueño en sueño pasan los minutos, los que van convirtiéndose en horas. La encarcelación comienza con una respiración profunda que empezó a desesperarme en plena madrugada, como cuando escapás de un asaltante y corrés por toda una manzana, tratando de buscar refugio.

Mis brazos, piernas o cualquier otra parte de mi cuerpo están completamente inmóviles, como un paciente en estado vegetal, pero con la diferencia de que mi conciencia sí está lúcida. Quiero alzar la voz preguntando qué me está pasando, pero no consigo lograr nada, pues, quién diría, estoy encerrado en mi propio cuerpo.

Cada segundo que pasa pareciera burlarse de la situación, porque soy una simple persona indefensa, dormida y con la mente despierta. Por mi cabeza pasan toda clase de pensamientos. Yo, en pleno agobio, termino creyendo que un ser paranormal me posee lentamente.

Creo que es momento de mi purgatorio; no, no puede ser eso, porque no le veo a Virgilio cerca de mí. ¡Suficiente!, me cansé se ser prisionero de mí mismo.

Un salto reanimador hizo que, al fin, mis párpados ya no se tocaran y, de nuevo, comencé a respirar como si fuese que había terminado un trote de puro cardio. Después de haber experimentado una parálisis del sueño, cada noche se me presenta de nuevo como un desafío que me dice: “¿Listo para volver a ser un prisionero?”.

Por Ezequiel Alegre (18 años)

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...