Al ver el comportamiento de ciertos grupos y organizaciones sociales, vemos cómo la historia vuelve a repetirse. La repetición de una narrativa cargada de mentiras, sin argumentos. La zozobra de un enemigo externo. La violencia y prepotencia. Son actos que parecieran fueron sacados de un manual de los camisas pardas de Mussolini, o de los nazis.
En una inédita confesión hecha este viernes, el vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, aseguró que considera que los decretos del Poder Ejecutivo –del que forma parte– son dictatoriales al aplicar las restricciones que, según el Gobierno, tienen como meta evitar la expansión del COVID-19. En otro momento, reconoció que aún no leyó el proyecto de ley “garrote” y dio a entender que fue “puenteado” en la toma de decisiones.
Arnaldo Giuzzio, ministro del Interior, justificó el proyecto de ley presentado por el Poder Ejecutivo, el cual busca otorgar atribuciones extraordinarias al Ministerio de Salud y al que muchos profesionales del derecho lo califican con un “tinte dictatorial”. Mencionó que “es mejor vivir con normas que sin ellas” y que estas normativas serán “solo” durante la pandemia.
Para el abogado Jorge Vasconcellos, es la Constitución Nacional la que está en cuarentena y observa en el proyecto de ley “De emergencia sanitaria por la pandemia de covid-19”, que el Gobierno “deja relucir su veta autoritaria” y pretende mantener actitud “absolutamente autoritaria” con la que se manejó hasta ahora la pandemia al margen de la Constitición. El abogado José Casañas Levi tiene menos críticas y cree que en el caso de haber un intento autoritario, la ciudadanía no lo permitiría.
Dos abogados constitucionalistas y exintegrantes de la Convención Nacional constituyente coinciden en que el proyecto presentado ayer por el poder ejecutivo son abiertamente inconstitucionales y esperan que el poder ejecutivo lo rechace. Coinciden en que el manejo actual del gobierno vía decreto constituye una violación constitucional.
El presidente Horacio Cartes sigue con un lenguaje poco apropiado en un jefe de Estado, pese a que dejó de hablar a la prensa precisamente para evitar las pifias. En ocasiones, no comete fallas sino exhibe tal cual es su pensamiento.