El 15 de mayo se cumplirán 213 años de la gesta que independizó al Paraguay de la corona española y abrió el camino hacia la soberanía plena. La segunda acepción del término “soberanía” en el Diccionario de la Lengua Española es “Poder político supremo que corresponde a un Estado independiente”. ¿Puede un Estado considerarse independiente cuando el poder gubernamental que lo administra está infectado de corrupción? Difícilmente.
El 4 de mayo de 1954, hace 70 años, Alfredo Stroessner derrocó al presidente Federico Chaves y se erigió en árbitro del poder. Tres meses después asumió como presidente de la República, cargo en el que se mantuvo durante 35 años como dictador más allá del ritual republicano que desplegaba. Cuando lo destronaron en 1989 pensamos que ya no cabría otra dictadura. Nos equivocamos: hoy emerge una, con caracteres diferentes, pero dictadura al fin.
El fiscal general afirmó que “ni Mandrake puede solucionar” el asesinato del fiscal Pecci. Fue su respuesta a las críticas por su inacción en el caso. Se podía deducir de sus palabras y del fastidio que exhibía al expresarlas que no tenía gana alguna de investigar el asunto. Pero de repente Mandrake desembarcó en Colombia. Se prendieron entonces las alarmas en ciertas antenas y el señor Rolón Fernández tuvo que sacudirse.
Honor Colorado, o cartismo, que gobierna la ANR y tiene capturadas varias instituciones del Estado, está constituido, mayoritariamente, por figurones dedicados al mercantilismo político, al tráfico del poder y a la usurpación de dinero público, como en el caso de los nepobebés, y es un peligro para nuestra desnutrida democracia. Pero su arrogancia recibió una alerta que no esperaba.
El Paraguayo Impotente y Negligencia Nacional se llamaron por un rato las calles que se cruzan en la esquina de la Catedral, según el cartel intervenido por alguien que utilizó una ironía cruel, pero clarividente, para pintar una realidad llena de absurdos de esta patria que, nuevamente, siente en su cansada carne las garras del despotismo.
La tradición habla de “una semana para reflexionar” sobre nuestra condición humana frente a lo trascendente. Pero en el Paraguay eso es cada vez más difícil. Cuando uno intenta un examen de conciencia se encuentra con noticias estrafalarias y la reflexión cede a la realidad. Aparecen otros motivos de cavilación: la agonía del IPS, el flagelo de los cortes de luz, la crucifixión del transporte público y más.
No se preocupen. No me voy a ocupar hoy de “ese” Dionisio, sino del Dionisio de calidad, de ese que nos genera orgullo a una enorme cantidad de compatriotas. Del Dionisio al que la patria le debe, por ejemplo, la estabilidad macroeconómica que pervive pese a lo que se robó y se roba. Quiero hablar del Dionisio íntegro, que jamás vendió su dignidad, que no traicionó sus principios. Quiero hablar de mi amigo Borda, mi correligionario aurinegro.
Para la vida de la República del Paraguay no existe hoy nada más vital que la venganza del señor Cartes contra quienes le han ofendido, han atentado contra su “prestigio”, le han expuesto al escarnio y filtraron documentos que prueban, finalmente, lo que ya veníamos sospechando. Los dramas nacionales han sido arrinconados. Los poderes del Estado y el Fiscal General del Quincho están atentos a lo que el señor mande.
Habrase visto tal despropósito: venir a pedirle a un gobierno colorado que luche contra la corrupción. Eso vino a hacer un señor Richard Nephew, el del pomposo título de Coordinador Global Anticorrupción de Estados Unidos. No sabe acaso que si se acaba la corrupción se acaba el partido: de qué van a vivir los pobres correlí. ¡Corruptos del Quincho, uníos! No dejéis que caiga vuestra embriagadora bandera.