Cuando el gran Le Corbusier visitó Asunción

En 1929 el gran arquitecto Le Corbusier estuvo en Paraguay y quedó impactado por las características urbanas de Asunción. Los arquitectos Ramón Gutiérrez y Nery González rememoran esa visita en este artículo.

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Cuando en los primeros meses de 1929, Alfredo González Garaño invitó a Le Corbusier (LC) a dictar una serie de conferencias para Amigos del Arte en Buenos Aires, comenzaría para el ya famoso maestro una gran aventura, que le generaría a su vez nuevas inquietudes. Escribió rápidamente a amigos en Brasil para que también lo invitaran a dar sus conferencias en San Pablo y Río, pues mucho le importaba participar en el proyecto urbanístico de Planaltina, un embrión ideológico de la futura Brasilia.   

Sus diez conferencias en Buenos Aires y su enfático interés en obtener encargos profesionales de arquitectura o de urbanismo parecían acaparar todo su tiempo, a pesar del escaso eco que tuvo entre los arquitectos porteños, cuya Sociedad Central desconoció su presencia, mientras que en la Facultad donde dictaba algunas conferencias seguía predominando el espíritu del academicismo clásico. Sin embargo LC encontró –y aprovechó– la oportunidad para viajar a Paraguay y Uruguay, en este último caso, invitado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República.   

Una invitación casual

El viaje a Paraguay surge de una invitación casual, probablemente del piloto argentino Almonacid, en ese entonces director de Aeroposta Argentina SA –filial de la francesa Compagnie Générale Aéropostale–, donde reportaban también otros famosos pioneros de la aviación de esos tiempos, entre otros, Jean Mermoz y Antoine de Saint Exupéry. Éste había llegado el 12 de octubre a la capital argentina para desempeñarse como Jefe de Tráfico de Aeroposta, alojándose en el Hotel Majestic. También allí se alojaba LC, quien sin embargo no lo menciona –ni a él ni a Mermoz– en sus apuntes y correspondencia; pero es muy probable que en el vuelo a Asunción, que según La Nación piloteaba Jean Mermoz, viajaran también Almonacid y Saint Exupéry.

 El avión Latécoère partió de Buenos Aires el día martes 22 de octubre a la madrugada y ese viaje constituiría para LC una notable aventura.   

El centro de América

Lo animaba la convicción de que viajaba al "centro de América" y allí, los paisajes "incontaminados" impactaron fuerte en su imaginario. A eso se agregó la captación de la escala del territorio y la visión aérea en el abordaje de los temas urbanos. Varios autores han señalado erróneamente que el viaje al Paraguay fue el primer contacto de LC con un vuelo aéreo y explican por ello su entusiasmo por el cambio de la escala de su reflexión. Sin embargo, en su famoso texto de 1935, Aircraft, LC, dice "En 1928, antes de salir para Moscú, pensé que acortaría el viaje cogiendo un avión. Descubrí los aeropuertos en Le Bourget, Colonia y Berlín". El viaje a Asunción renovaría esa experiencia y la proyectaría en un contexto más amplio y más fértil.   

La visión aérea

Para completar la amplitud de esa experiencia, los hermanos Guillot recogen luego en Uruguay la versión de LC, quien "hace una pequeña digresión para explicar porque siempre que puede viaja en aeroplano hace consideraciones sobre la dictadura de la velocidad, sobre la estética de la máquina voladora, señala las diferencias entre los aparatos franceses, alemanes y americanos, habla de motores con evidente competencia, toca el problema de la mecánica".   

De sus observaciones aéreas de la pampa y el río Paraná, derivarán impresiones y pensamientos que luego LC incorpora en forma de croquis en su libro "La Ville Radieuse" (1935). Recoge entonces un esquema sobre la traza cuadriculada de Corrientes, y sobre una colonia agrícola de Misiones y Posadas.

El río, los meandros y los esteros

 También el vuelo lo sumerge en profundas meditaciones. Así escribe en sus apuntes, ante el panorama del río, los meandros y los esteros, sus sentimientos de "angustiantes melancolías" y su percepción de una "América inmensa".

 Segre señala acertadamente: "Comprendió que sólo así era posible imaginar la escala territorial de una ciudad, en relación con los atributos geográficos específicos que la contenían; mirada panorámica que fundamentó los diseños propuestos para San Pablo, Montevideo, Río de Janeiro".

 Una nueva perspectiva del paisaje y del comportamiento de la naturaleza, que lo llevó a formular la "ley de los meandros" a partir de la visión del río Paraná, tendría sin dudas repercusión en la libertad formal que se percibirá en sus croquis de proyectos para Río de Janeiro (1929) y Argel (1931).   

En Asunción

De su viaje a Asunción quedan pocos testimonios, pero algunos de ellos son de sumo interés.

Todavía sorprendido, LC decía en Montevideo, en noviembre, a los hermanos Guillot: "Los paraguayos no saben que yo existo y menos aún que fui a visitarlos, y por lo tanto nadie me esperó en el campo de aterrizaje. Allí me presentaron al ministro de Finanzas del Paraguay (probablemente Eligio Ayala), el cual me preguntó qué es lo que yo podía aconsejarle en cuanto a la urbanización de Asunción.

 A ese buen ministro le dije sincera y categóricamente que los paraguayos no precisan cambiar nada en materia de urbanismo, que en la Asunción se respira un aire feliz y un bienestar ingenuo y rebosante, y que esta ciudad risueña no tiene por qué modificarse en lo más mínimo de acuerdo con trazados urbanísticos, pues ella está hecha como para la vida que allí se vive.

 Ante el estupor del ministro, tuve que repetir lo que acababa de decirle y asegurarle que toda la ciudad  responde a las exigencias de su propia actividad, es decir, que cumple normalmente sus funciones vitales; es una ciudad que no precisa nada porque ya lo tiene todo".   

Una ciudad jubilosa, llena de flores

Agregaba LC con una curiosa convicción: "Asunción me pareció una ciudad jubilosa, lozana, una ciudad encantadora, de una alegría simple, soleada, hormigueante de colores vivos y frescos, todos compatibles entre sí y ligados por el verde frenético de los árboles tropicales".

 "La magia de la Asunción son las flores. Hay flores en todas las casas, en los jardines, en las macetas que se alinean en las ventanas o sobre las azoteas.

 Sus croquis reflejan este entusiasmo por la periferia urbana antes que por el núcleo central de la ciudad, esa ciudad que sintió como "el centro de América".   

Pequeñas viviendas populares

Poco después Alberto Prebisch, uno de los escasos arquitectos argentinos que llegaron a ser su interlocutor, recordaba cómo a LC, de Asunción "le entusiasman las pequeñas viviendas populares, simples y puras, no contaminadas aún por la falsa cultura ciudadana. Casas indígenas en los suburbios de la ciudad que son el acto más total de devoción de un alma sensible".   

En San Bernardino

LC mandará el 23 de octubre a su madre una tarjeta postal de San Bernardino que se conserva en el Archivo de la Fundación Le Corbusier en París; realizará dos croquis de esa arquitectura popular que le entusiasmó.

 Una arquitectura "sin arquitectos", que ya lo había motivado en su viaje a La Plata y en sus recorridas por los barrios de Buenos Aires (allá, los ordenamientos sencillos de las fachadas y acá, las casas patio de los constructores italianos), y que ahora aprendía a valorar en una dimensión más amplia.   

Volvería entusiasmado a Buenos Aires para asumir su rol profesional en una ciudad "sin esperanza", como la bautizaría.

¿Y sus obras?

 Una pregunta pertinente sigue siendo: ¿por qué LC no intentó hacer algo de su arquitectura en un lugar que tanto le había fascinado?; ¿por qué no se lo planteó en Montevideo, donde encontró discípulos de avanzada y proyectos modernos de calidad?

 Desde el momento en que ordenó la agenda de su viaje, el centro de su interés estuvo en las grandes ciudades (Buenos Aires, San Pablo, Río), allí donde imaginaba tener una mejor recepción para su mensaje y, sobre todas las cosas, una mejor posibilidad de acceder a muy concretos trabajos de arquitectura y urbanismo.

 Asunción y Montevideo estaban fuera de programa, con escalas alejadas de sus expectativas. Unas expectativas animadas por la intención de expandir sus convicciones renovadoras... tanto como por el afán de obtener buenos encargos, mejores que los que hasta entonces había podido concretar en la vieja Europa. Prédica y negocios iban de la mano.   

Los 80 años pasados son una buena oportunidad para revisar la historia.

Una figura señera

Charles Edouard Jeanneret (1887- 1965), más conocido como Le Corbusier,  fue pintor, teórico y arquitecto. En cada una de estas facetas, pero especialmente como creador de formas y espacios, fue una de las figuras señeras de su generación y uno de las puntos más altos de la arquitectura mundial.

  Aunque responsable de algunos de los paradigmas de la arquitectura moderna, no fue insensible a los problemas de las ciudades y abogaba por "la necesidad de una nueva planificación urbana, adecuada a las necesidades de la vida moderna".
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