Transición con una democracia frágil

Tras la caída del régimen de Alfredo Stroessner, el Paraguay entró en una etapa que se dio en llamar transición democrática. Pero la democracia entonces, por las prácticas consuetudinarias heredadas de la dictadura, era sumamente frágil.

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Es lo que analiza Diego Abente Brun en su próximo libro.El libro "El Paraguay actual 1ª Parte 1989-1998",  se publicará mañana domingo con los ejemplares de ABC Color, en el marco de la Colección La Gran Historia del Paraguay, editada por El Lector.   

En la segunda parte de la entrevista mantenida con este diario, Abente Brun se refiere a esa etapa histórica de nuestro país.   

–¿De qué forma afectó al desarrollo de la transición la maniobra sobre los resultados electorales en las internas coloradas de diciembre de 1992?  

–La elección interna del Partido Colorado y subsecuentemente las elecciones generales de 1993 demostraron que la transición aún no había concluido. Solo podían ganar los elegidos del régimen, si por las buenas mejor y si no, pues por las malas. Faltaba el elemento central de una elección competitiva: la incertidumbre del resultado y el respeto al mismo.   

–La crisis de abril de 1996 ¿qué consecuencias tuvo para la transición democrática?  

–Si bien la misma puso de manifiesto la fragilidad del proceso, su desenlace terminó fortaleciéndolo. Ese desenlace fue fundamental: de ahí en más resultaría sumamente difícil pensar en un golpe militar en el Paraguay y así fue con su réplica de opereta del año 2000, por ejemplo. Hoy día es prácticamente impensable un golpe militar.   

–Este periodo concluye con un hecho luctuoso, un magnicidio y jóvenes asesinados en la Plaza de Armas de Asunción. ¿Cuáles fueron las causas de tanta violencia?  

–La completa ruptura del sentido de ética pública y moral privada hizo que la lucha por el poder y el dinero se volviera desenfrenada. La ambición está siempre presente en los hombres, sea la llamada vocación de poder, sea el deseo de enriquecerse. Sin embargo, estas tendencias operan dentro de al menos tres tipos de límites.   

–¿Cuáles son esos tipos de límites?   

–En primer lugar, el marco del derecho positivo. En segundo lugar, la dinámica social, que hace que las ambiciones de unos frenan o contrapesan las ambiciones de los otros. Finalmente, las sociedades cuentan con un marco de valores –históricamente surgido de las religiones– que distingue el bien del mal, y que castiga este último no solamente a través del derecho positivo, sino también a través de las sanciones morales de los ciudadanos y del sentido de culpa, o remordimiento de conciencia, del infractor. Este marco de valores fue destruido por la dictadura de Stroessner y enterrado en la transición. La sociedad perdió su tejido ético y moral. Ya nada estaba mal. Nada era reprochable. El "éxito" era la medida del bien. Así, con un marco jurídico bastardeado por décadas y ante la indiferencia generalizada de una polis anestesiada, la sociedad se convirtió en una selva en la que solo triunfaba el más fuerte o el más inescrupuloso.   

–En lo económico, la década estuvo marcada por las crisis financieras. ¿Cuáles fueron los orígenes de la debacle del mercado financiero paraguayo?  

–La crisis se originó en las malas políticas, algunas heredadas de la dictadura stronista y otras adoptadas por los gobiernos de Rodríguez y Wasmosy. Estas políticas promovieron la liberalización de los mercados financieros sin crear, antes, una adecuada estructura de supervisión. Además, la corrupción generalizada hizo que los sistemas de control, ya de por sí laxos, fueran casi inexistentes.   

–Y el sistema sucumbió.   

–Los bancos operaban en negro a la luz del día, en sus propias oficinas, y hasta publicitaban estos negocios en los medios. Los requerimientos de capital y reservas se ignoraban alegremente. Las normas para préstamos relacionados se burlaban impunemente. El resultado fue hasta si se quiere lógico y el costo, enorme.   

–¿Quién terminó pagando los costos financieros de la crisis?  

–Como sucede a menudo en estos casos, se privatizan las ganancias y se estatizan las pérdidas. El costo lo pagó el país. Pagamos todos. Y el precio fue enorme: la crisis costó al Paraguay entre 10 y 13% de su producto interno bruto.
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