Una poderosa consagración

“La consagración de la primavera”, obra que generó un quiebre musical y danzístico en 1913, se representó en Paraguay con ballet y orquesta en vivo, de la mano de la Universidad del Norte. Un numeroso público fue testigo de una poderosa interpretación enmarcada en una puesta escénica minimalista, el sábado y domingo pasados.

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El Teatro Municipal acogió a la representación de una de las piezas de arte más revolucionarias del siglo XX, aquella que generó reacciones dispares en la Francia de finales de la Belle Époque. La música fue creada por Ígor Stravinsky y el baile original por Vaslav Nijinsky, a encargo del empresario ruso Serguéi Diáguilev.

La historia es la del sacrificio de una joven virgen en un ritual pagano. Varias mujeres son puestas a consideración de los dioses, pero solo una será sacrificada, frente a su tribu, para celebrar la llegada de la Primavera. Este hecho genera la confrontación entre mujeres y dioses, llegando al clímax con la muerte de la elegida quien baila hasta su fin. El personaje fue encarnado por una soberbia Carmen González Cano.

El coreógrafo Manuel Pérez se inspiró en la coreografía original del alemán Uwe Scholz, mostrando a los bailarines en figuras que representaban masas, siempre en grupos, lo que generó una sensación de pura fuerza, pues así imprimían en escena la intensidad, conmoción y agresión de la música.

Con movimientos que hacían trabajar a cada articulación del cuerpo, demostraron un arco emocional convincente que pasó por sentimientos como tensión, furia, terror, terminando en la desesperación. Hubo algunas –muy pocas– descoordinaciones al bailar al unísono, pero tengamos en cuenta que ese es el principal desafío de danzar esta composición: digerir bien ritmos que son cambiantes todo el tiempo.

La puesta minimalista fue algo inteligente de combinar con la poderosa música. Los bailarines estaban vestidos solo con mallas color tierra. Aportaron en gran medida las luces que recreaban los diferentes climas.

El otro gran desafío lo enfrentó sin dudas la orquesta, que estaba ante una compleja obra donde el autor experimentó con ritmos irregulares, compases complejos y tonos disonantes.

Pero se notó que la agrupación tomó ese compromiso como una oportunidad única, pues desde los solistas hasta las partes grupales sonaron grandes. Desde ese solo de fagot que nos indica el inicio de nuestro viaje a un mundo mitológico, pasando por las percusiones que resonaron por todo el teatro, hasta las cuerdas y los vientos, todo fue preciso. Pero más allá de la precisión o la técnica se sintió la intención de transmitir los sentimientos de la obra. Todo bajo la magnífica dirección de Gordon Campbell.

La música creció endemoniada a medida que avanzaba la pieza y culminó en un estallido, cuando el público empezó a aplaudir, aún expectante y cauteloso ante el final conmovedor.

“La consagración” es sin dudas una obra movilizante e inquietante, que te deja pensando, no importa la época en la que sea representada, pues movilizar e inquietar es siempre tan pertinente y necesario. La música desafía a los oídos, la coreografía a la vista, en conjunto, una obra que reta al corazón a animarse a sentir hasta lo más profundo y que obliga a nuestra mente a salir de su zona de confort.

Sin dudas jugarse a sumar una obra histórica al repertorio de música y danza de Paraguay es loable, pues contribuye al proceso y al crecimiento artístico de todo un país.

Vale también destacar las coreografías originales de Pérez para “Bolero”, de Ravel, y “Ñanderuvusu”, de José Asunción Flores, que precedieron a la obra principal. victoria.martinez@abc.com.py

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