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La situación se volvió tan insostenible, no por las derrotas, sino primordialmente por la manera en que perdió. Denotando en la cancha una falta total de actitud y aptitud para encarar los compromisos. Ante la paupérrima realidad, renunció el técnico Jorge Fossati y lo reemplazó interinamente Roberto Torres.
La resultante arrojó una conclusión que no admite discusión alguna. El equipo recuperó su capacidad goleadora. Volvió a conocer de una mecánica de movimientos que hicieron factible plasmar en la cancha un fútbol de amplio concepto del juego asociado, del juego colectivo. Figuras que hace cuatro días se mostraban apáticas y sin el más mínimo interés, ayer recuperaron la memoria para jugar bien al fútbol. Fabbro convirtió los dos primeros y se cansó de asistir. El recorrido de dos Santos fue diferente y se “comió” la cancha. Puso la guinda a la torta anotando el cuarto. Hasta Santiago Salcedo buscó con ahínco y logró el tercero.
En realidad la metamorfosis que sufrió el equipo con respecto a partidos anteriores fue total.
Por eso aquello de muerto el perro... Cada quien saque sus conclusiones.
El reconocimiento para Roberto Torres quien supo conceptualizar la propuesta del equipo. Empezando por el once inicial. La modificación en la figura táctica y terminó leyendo adecuadamente el desarrollo del partido. Es decir, en la faceta de estratega tampoco desentonó. Con un valor agregado. El rival también conoció de argumentos futbolísticos valederos. Tuvo a Andersen como buque insignia y si no fuera por la capacidad goleadora del equipo capitalino pudo haber obtenido un mejor resultado. Sin ninguna duda, Cerro Porteño de Franco será la piedra en el zapato de muchos. No es equipo para llevarlo por delante así nomás. Nelson Zelaya, novel técnico, promete.
Pero esta vez Cerro capitalino recuperó el alma al cuerpo.
bmartinez@abc.com.py