De espacio verde a pista de cemento

Lo que es hoy la Plaza de la Democracia es un ejemplo de pésima intervención urbana en que no se miden las consecuencias de los cambios.

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Es la forma de cómo un espacio verde tradicional, que tenía una personalidad propia e identificaba a una ciudad, puede terminar siendo un sitio degradado y carente de atractivo. Esto podría pasar con la Plaza del Congreso.

El 21 de abril de 1995 el entonces intendente Carlos Filizzola y el presidente de la República Juan Carlos Wasmosy inauguraban pomposamente la Plaza de la Democracia. El diseño fue visto como una intervención fuera de lo común, totalmente vanguardista.

Filizzola dijo que la obra “rompe con el pasado y se proyecta al futuro” y era un “nuevo símbolo de la ciudad con miras al próximo milenio”.

Los proyectistas fueron los arquitectos Gonzalo Garay y Luis Alberto Boh, quienes colocaron la plaza “en las puertas del siglo XXI” como “símbolo ideado para fiestas, protestas, ceremonias, para la soledad –en medio de los demás–, para el encuentro, para los ancianos que quieran recordar, para los discapacitados. Tiene en cuenta la escala de la persona y la ciudad”.

Todo lo bello y espectacular que se dijo duró muy poco. El 15 de mayo de 1995, menos de un mes después, cuando actuaban Los Iracundos en el lugar, se desplomó la pasarela peatonal porque no resistió la cantidad de gente y quedó hecho un amasijo de hierros. El saldo fue más de 60 heridos.

Todo era diseño y los cálculos no resistieron el uso que iba a tener el lugar. La inversión había sido de 3,5 millones de dólares y el estacionamiento subterráneo alberga 342 vehículos.

Con el tiempo la Plaza de la Democracia se fue degradando a tal punto de lo que es hoy. Pronto dejaron de funcionar los muros de agua y más adelante se retiraron las dos torres de enfriamiento que tenía sobre la calle Estrella por el peligro que representaban. Finalmente se retiró el parasol gigante que replicaba las persianas del Hotel Guaraní.

La recordada fuente

La Plaza de la Democracia siempre formó parte del conjunto Plaza de los Héroes y nunca tuvo una denominación exacta.

Hasta la década del 40 había dado lugar al Mercado Guazú. El principal punto de concentración de la gente en la capital con todo el colorido y jolgorio que ello representaba. Hasta allí llegaban las carretas cargadas de productos de las chacras cercanas y las burreras con sus árganas también repletas.

Era un atractivo turístico, pero el crecimiento de la ciudad obligó a su traslado y dio lugar a una plaza que siguió siendo muy concurrida porque contaba con una fuente central. La última, que fue retirada, era la enorme fuente musical y de colores que atraía a propios y extraños al final de cada tarde.

La situación podría repetirse con las intervenciones que se pretenden realizar en el futuro estacionamiento subterráneo para 450 vehículos del Congreso Nacional.

No tocarán los árboles

El intendente de Asunción, Arnaldo Samaniego, manifestó ayer que la condición para construir el estacionamiento subterráneo para el Congreso Nacional es no tocar un solo árbol. Dijo que esto iría de contramano con su proyecto de “Asunción Capital Verde” y que la Comuna no permitirá la tala de árboles.

Aclaró que el emprendimiento no se hará en la Plaza Mariscal López, donde se encuentran los añosos árboles, sino se construirá a continuación del barranco que da lugar al barrio Chino hacia la Avda. Costanera, donde permanecen unas siete familias que deben ser trasladadas.

Aseguró que la obra es necesaria y que precisamente fue una condición durante la construcción del nuevo Congreso: dotarle de sitios de estacionamiento, pero cuidando todos los detalles.

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