Escasa preparación de legisladores es una afrenta a los ciudadanos

La diputada Virina Villanueva (ANR, cartista) –representante paraguaya ante el Parlamento del Mercosur (Parlasur)– destrozó el idioma español en su primera intervención en la Cámara que integra, al perpetrar gruesos errores de concordancia en género y número en un pedido de informe al Instituto Previsional (sic) sobre “la neonatalgia” (sic). No se trata de un mero hecho anecdótico, sino de uno que refleja la alarmante ineptitud de muchos integrantes de nuestra “clase política” actual. Otra de las muestras claras en el mismo sentido es el senador Hernán Rivas (ANR, cartista), presidente nada menos que del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM). Nuestros parlamentarios, en especial, están muy por debajo de las exigencias del cargo que ejercen.

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La diputada Virina Villanueva (ANR, cartista) –representante paraguaya ante el Parlamento del Mercosur (Parlasur)– destrozó el idioma español en su primera intervención en la Cámara que integra, al perpetrar gruesos errores de concordancia en género y número en un pedido de informe al Instituto Previsional (sic) sobre “la neonatalgia” (sic). No se trata de un mero hecho anecdótico, sino de uno que refleja la alarmante ineptitud de muchos integrantes de nuestra “clase política” actual. Otra de las muestras claras en el mismo sentido es el senador Hernán Rivas (ANR, cartista), presidente nada menos que del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM). Nuestros parlamentarios, en especial, están muy por debajo de las exigencias del cargo que ejercen, tras haber prometido el oro y el moro a unos electores que en su gran mayoría ignoran las atribuciones del Poder Legislativo: mintieron o, simplemente, tampoco ellos estaban bien enterados de lo que podían hacer desde un escaño.

Bien se sabe que la Constitución no exige que los congresistas sean idóneos, pero parece conveniente que al menos respeten uno de los idiomas oficiales del país. Al fin y al cabo, la palabra “Parlamento” tiene que ver con “parlar”, cuya segunda acepción es “hablar con desembarazo o expedición”, esto es, hacerlo con fluidez y, desde luego, con corrección, lo que no ocurre al menos con los ejemplos mencionados. Asusta imaginarse el maltrato aún mayor que sufriría la lengua de Cervantes si la referida diputada atendiera que el reglamento interno del órgano al que pertenece dice que “en la discusión de los asuntos, los discursos no podrán ser leídos” y que solo “se podrán utilizar apuntes y leer citas o documentos pertinentes o relacionados con el asunto en discusión”. En verdad, sería preferible que en adelante emplee el guaraní o el jopara.

Aún más estremecedor resulta concebir que la diputada intervenga en una sesión plenaria del Parlasur, pudiendo causar serios problemas de comprensión a sus pares argentinos y uruguayos, así como a los traductores del castellano al portugués. Habiendo sido intendenta de San Alfredo, no se habrá ocupado mucho de asuntos de política internacional, pero hoy es miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara. Si, en cambio, no forma parte de la de Asuntos Municipales y Departamentales es porque la integración de las comisiones asesoras del Congreso responde al “cuoteo” y al antojo personal, antes que a la especialización de los parlamentarios, si es que la tienen.

Como si fuera poco, en el Parlasur tenemos la triste experiencia del liberal Nery Olmedo, designado en 2018 como uno de los representantes de nuestro país en el organismo regional. El mismo demostró también en la ocasión serios problemas con el español, pero al menos fue sincero al reconocer que no sabía lo que es el Parlasur y mucho menos qué funciones iba a representar allí.

Lo peor de todo es que la congresista Villanueva, que en su campaña electoral había prometido luchar contra el analfabetismo, no desentona en absoluto en un Palacio Legislativo donde, desde hace largos años, campean la ignorancia y la grosería, tanto oral como gestual: su nivel bien puede calificarse de muy modesto, en más de un sentido. Sin duda, el Paraguay conoció tiempos mejores, en cuanto a la calidad de su “clase política”, en la que hoy también se incluye a un Mbururu –que no pudo jurar por su situación judicial–, o anteriormente el inefable Carlos Portillo (PLRA), para unas bancas ocupadas alguna vez por prohombres como Cecilio Báez, Manuel Domínguez y Eusebio Ayala.

Obra en la Cámara Alta un proyecto de ley de “fomento de la lectura del libro”, en reemplazo de la de “fomento del libro”, promulgada inútilmente en 1991, a juzgar por la formación que han venido exhibiendo los representantes del pueblo. Por de pronto, no estaría mal que se habitúen a leer al menos la Constitución, aunque no tenga el formato de un libro, así como, de vez en cuando, el ideario-programa de sus respectivas organizaciones políticas, suponiendo que lo tengan. Además, convendría que, tras practicar una saludable autocrítica, se ocupen con seriedad del desastroso sistema educativo, gran responsable de sus notorias carencias. Hay un dicho del guaraní que reza “No entiendo lo que dice, pero habla bien”; el agudo problema de hoy es que a más de un legislador no se le entiende porque habla mal.

En 2018, un informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes reveló que siete de cada diez paraguayos de quince años eran incapaces de comprender lo que leían; no sería asombroso que un buen porcentaje de congresistas compatriotas tampoco entienda cada palabra de un proyecto de ley sencillo, sin recurrir al diccionario. No solo deben saber lo que habría que realizar para el país desde el Estado, sino también valerse con propiedad de la oratoria, incursionando en la lectura con cierta frecuencia.

Se ha dicho que “hay que educar al soberano”, esto es, al pueblo; es que solo así podrá elegir a unos representantes que no lo avergüencen en el Congreso, en el Parlasur, en la presidencia del JEM ni en ningún otro cargo. Quienes se postulan a tan altas funciones electivas no son conscientes de sus limitaciones, insuperables hasta con el auxilio de unos “asesores” amigos, pagados por los contribuyentes. El pueblo paraguayo no merece que sus representantes sigan burlándose tan descaradamente de él.

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