El enojo del gorila Chávez

En una medida que viene a dejar las relaciones políticas entre Paraguay y Venezuela al borde de la ruptura, el gorila bolivariano Hugo Chávez decidió el pasado martes expulsar a los diplomáticos compatriotas, dándoles 72 horas para abandonar el país. Las dos naciones ya habían retirado sus respectivos embajadores como resultado del juicio político que motivó la destitución del expresidente Fernando Lugo. Una primera causa que podría motivar la nueva decisión de Chávez sería el rechazo por el Congreso paraguayo del Protocolo de Adhesión de Venezuela al Mercosur. No obstante, cabe la posibilidad de que Chávez esté en realidad enviando un mensaje al Brasil, para dar a entender que no comparte la posición de su canciller Antonio Patriota, de propiciar la reincorporación del Paraguay al bloque antes de las elecciones de abril próximo.

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En una medida que viene a dejar las relaciones políticas entre Paraguay y Venezuela al borde de la ruptura, el gorila bolivariano Hugo Chávez decidió el pasado martes expulsar a los diplomáticos compatriotas, dándoles 72 horas para abandonar el país. Las dos naciones ya habían retirado sus respectivos embajadores como resultado de los hechos que derivaron en la destitución del entonces presidente Fernando Lugo, a quien el déspota caribeño consideraba un aliado estratégico de primer orden para su plan de penetración ideológica marxista en la región, los bordes fronterizos del Brasil y la Argentina, zonas habitadas por gente de escasos recursos.

Siendo la reciprocidad un principio vector del derecho internacional, prácticamente huelga decir que el Paraguay debe responder inmediatamente a la arbitraria determinación del autócrata venezolano con una medida de similar porte, reservándose incluso el derecho de adoptar nuevas disposiciones en el futuro cercano.

Sin embargo, más allá de estas decisiones puntuales, es preciso analizar la o las causas que  eventualmente las producen, de forma tal a poder orientar de manera más atinada nuestro relacionamiento externo en la compleja coyuntura que siguió a los acontecimientos del 21 y 22 de junio pasado.

Una primera conclusión es que la intempestiva y caprichosa actitud de Chávez –propia desde luego de los arrebatos que suelen caracterizar a la conducta de los tiranos de todos los tiempos– constituiría un acto de represalia por la determinación del Congreso paraguayo de rechazar el Protocolo de Adhesión de Venezuela al Mercosur. Esa valiente resolución vino a dejar en evidencia el carácter netamente ilegal e ilegítimo de la disposición de los presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay de meter al gorila bolivariano de contrabando al bloque de integración regional.

No obstante, si se analizan los hechos con mayor detenimiento, cabe la posibilidad de que Chávez, con la radicalización de su postura, esté en realidad enviando un mensaje al Brasil, dando así a entender que no comparte ni apoyará nunca la posición asumida por el canciller de este país, Antonio Patriota, en el sentido de propiciar la reincorporación del Paraguay al Mercosur antes de la celebración de las elecciones generales del próximo abril.

Al parecer, Hugo Chávez teme que para que esta eventualidad se sustancie, sus nuevos “socios” del Mercosur conciban y apliquen alguna medida jurídica que deje en suspenso, posponga o reformule su incorporación al bloque, que es la única forma mediante la cual el Paraguay podría aceptar su reinserción en el proceso de integración, ya que el “desembarco” venezolano se produjo en flagrante violación del derecho comunitario (artículos 20 del Tratado de Asunción y 12 del Protocolo de Adhesión de Venezuela).

Por otra parte, la decisión adoptada el martes por Chávez también apuntaría al seno de la Unasur, una parte de cuyos estados miembros adoptarán en noviembre próximo la decisión de normalizar sus relaciones diplomáticas con el Paraguay, disponiendo el envío de sus respectivos embajadores a Asunción.

Ante esta perspectiva, es evidente que el Paraguay representa una causa de profunda división política, tanto al interior del Mercosur como de la Unasur, y que quien mayor desgaste está sufriendo por esta situación es la República Federativa del Brasil, cuya vocería como líder de dos bloques regionales está siendo amenazada a raíz de los acontecimientos expuestos. El mundo ve ahora a un poderoso con pies de barro, incapacitado de solucionar los conflictos que se generan al interior de los espacios que él mismo asume “liderar”.

Brasil se está viendo forzado a reconocer que la forma arbitraria en que se suspendió al Paraguay del Mercosur y el ilegal ingreso de Venezuela al bloque supusieron un duro golpe a la credibilidad externa del proceso de integración regional, y que mientras esa situación no sea debidamente resuelta, prácticamente no existen nuevas vías de negociación comercial que pueden abrirse ni mucho menos profundizarse con otros países o bloques de países. De hecho, la Unión Europea ya lo ha dicho con todas las letras, hoy por hoy la región está “muy dividida”.

Mientras estos hechos no sean atendidos y oportunamente solucionados, resulta evidente que no estarán dadas las condiciones para que el Paraguay retorne al Mercosur en un marco que garantice el lógico y esperado respeto por su dignidad. Entonces, será responsabilidad de la clase política y la sociedad paraguaya en su conjunto analizar los nuevos caminos de inserción internacional que deberían ser recorridos en el futuro por las siguientes administraciones que sean mandatadas para dirigir los destinos de la República.

Por lo pronto, todo parece demostrar que el enojo del gorila bolivariano no apunta tanto hacia Asunción como a Brasilia, cuyo gobierno tiene la grave responsabilidad de reencauzar el proceso de integración regional a través de la adopción de medidas que tiendan a restablecer la confianza infelizmente perdida. No solo al interior del bloque, sino también en su necesaria proyección externa.

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