El fin del castrismo se aproxima

El inesperado anuncio hecho por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, tras 55 años de agrio distanciamiento, se ha sumado a otros acontecimientos positivos que han sorprendido gratamente a la opinión pública mundial en días recientes, tales como la drástica baja del precio del petróleo y la decisión de las FARC de poner alto al fuego en forma unilateral. Aunque en apariencia parece no existir alguna relación entre los mismos, no dejan, sin embargo, de reflejar una lógica geopolítica anticipada desde hace mucho tiempo por los pueblos y gobiernos democráticos de nuestra América, pero que demoraba concretarse. De hecho, la decisión del Gobierno cubano de buscar el restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con Estados Unidos responde a una necesidad existencial del régimen: con la caída de los precios del petróleo, ya no va a recibir de Venezuela los US$ 2.000 millones por año en petróleo subsidiado, lo que colocará a la isla en situación parecida a la del fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética. Se abren así perspectivas que obligan a mantener una mirada atenta sobre los acontecimientos relacionados a esta cuestión.

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El inesperado anuncio hecho por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, tras 55 años de agrio distanciamiento político y económico, se ha sumado a otros acontecimientos positivos que han sorprendido gratamente a la opinión pública mundial en días recientes, tales como la drástica baja del precio del petróleo y la decisión de las FARC de poner alto al fuego en forma unilateral. Aunque en apariencia parece no existir alguna relación entre los mismos, no dejan, sin embargo, de reflejar una lógica geopolítica anticipada desde hace mucho tiempo por los pueblos y gobiernos democráticos de nuestra América, pero que demoraba concretarse en hechos.

Desde que Fidel Castro tomó el poder en 1959, el Gobierno norteamericano y la comunidad de exiliados cubanos han estado esperando ansiosamente el momento en que el líder de la revolución comunista fuera defenestrado, y que pudieran retornar a su patria con carta blanca para reconstruirla sobre cimientos democráticos. Lamentablemente, la reanudación de las relaciones diplomáticas, el fin del embargo comercial y el levantamiento de las demás sanciones económicas y políticas que los sucesivos gobiernos norteamericanos han impuesto a la isla caribeña a través de más de medio siglo de controversia diplomática no se están dando en las condiciones soñadas por los 1,5 millones de cubano-americanos residentes en Florida y Nueva Jersey.

No obstante, este acercamiento entre los gobiernos de Barack Obama y Raúl Castro deja expedito el camino de la redención política que la comunidad de cubanos y de hijos de cubanos en el exilio ha estado esperando durante tanto tiempo. Ciertamente, no es el camino por el que ellos hubieran querido retornar, con carta blanca para establecer la clase de gobierno que quieren. Tampoco es probable que cuando regresen a su patria encuentren el escenario que se están imaginando: el pueblo cubano exaltado en medio de la euforia por el fin de la tiranía comunista. ¿Por qué?

En primer lugar, aunque Fidel Castro ya ha transferido el poder a su hermano Raúl y a media docena de leales, en Cuba no habrá una brusca transición cuando dentro de poco tiempo muera Fidel. En segundo lugar, el gobierno de Raúl ya está impulsando, no por gusto sino por necesidad, una transición hacia una mayor libertad económica y social que, indefectiblemente, traerá consigo una mayor apertura de la hoy conculcada libertad política, que es lo que el pueblo cubano, la colectividad cubana en el exilio y, ciertamente, el Gobierno de Estados Unidos desean.

De hecho, la decisión del Gobierno cubano de buscar el restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con Estados Unidos responde a una necesidad existencial del régimen: con la caída de los precios del petróleo, ya no va a recibir de Venezuela los US$ 2.000 millones por año en petróleo subsidiado. En este sentido, la situación actual de Cuba es parecida a la crisis económica en que quedó sumida con el fin de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética, que le proporcionaba un subsidio anual de US$ 4.000 millones. Por la terminación de esta ayuda, de la noche a la mañana la economía cubana se contrajo un 35 por ciento.

En aquella oportunidad Fidel Castro se dio cuenta de que sin el apoyo soviético la sobrevivencia de su régimen corría peligro y, fuera de su gusto, simuló un giro a la derecha, buscando apoyo de gobiernos democráticos del mundo con lisonjas a la “sociedad civil” y otros términos que antes eran anatemas para él. Hizo circular propuestas fingidas para supuestamente pluralizar la elección de candidatos para la Asamblea Nacional (aunque los mismos tenían que necesariamente pertenecer al partido comunista).

Permitió también el funcionamiento de pequeños negocios privados, transfirió la propiedad de las granjas agrícolas estatales a cooperativas de agricultores asociados para el efecto, entre otras medidas de corte capitalista. Mediante esta ladina política de necesidad, Cuba recibió inversiones extranjeras que impulsaron la agricultura, el turismo, la minería, las telecomunicaciones y la industria petrolera, entre otras, que estabilizaron su precaria economía.

Con la ascensión de Hugo Chávez al poder en Venezuela en 1999, el régimen de Fidel Castro tuvo de nuevo un renovado apoyo económico. A la muerte de este, el presidente Nicolás Maduro mantuvo el subsidio petrolero a la isla. Pero ahora, con el enorme bajón del precio del petróleo y la crítica situación de la economía venezolana, el gobierno de Raúl Castro se encuentra en la misma difícil situación económica como cuando el fin de la ayuda soviética. Por tanto, algo tiene que hacer para evitar el colapso de su gobierno. Por ahí podría estar la verdadera razón que le empujó a aceptar finalmente lo que desde hace tiempo le venía ofreciendo el gobierno de Barack Obama bajo ciertas condiciones, como la liberación recíproca de presos políticos, la liberalización del comercio y medidas políticas enderezadas a una gradual transición hacia la democracia.

La cercana muerte de Fidel Castro tendrá un efecto político comparable a la muerte de Hugo Chávez. A Raúl Castro le será muy difícil sostener por mucho tiempo la herencia política de su hermano mayor, así como le está costando a Nicolás Maduro mantener el chavismo sin Chávez en Venezuela, o como le fue difícil al Politburó soviético mantener por mucho tiempo el modelo implantado por Stalin tras la muerte de este. Lo más probable es que el castrismo marxista vaya a la tumba con Fidel, pese a las desesperadas medidas diplomáticas, políticas y económicas que su hermano Raúl atine a tomar para evitar que esto ocurra.

La lógica geopolítica a que hemos hecho referencia nos indica que el agotamiento total y absoluto del sistema marxista que oprime a Cuba, demoledor de la iniciativa privada, ha llegado a un punto sin retorno, al no conseguir más subsidio gratis para mantenerse vivo a fomento.

El acuerdo del Gobierno castrista con los odiados “yanquis” abre, así, interesantes perspectivas que inducen a mantener una mirada atenta sobre la isla ante los acontecimientos que inexorablemente se han de producir, más temprano que tarde.

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