El Gobierno se convirtió en botín de políticos inescrupulosos

Las disputas por el predominio en su Junta de Gobierno, que en este momento mantienen tan ocupados a los dirigentes y operadores colorados, que exaltan los ánimos de tantos de ellos y en las que, sorprendentemente, también se involucró de lleno y personalmente el presidente de la República, Horacio Cartes, pese a ser plenamente consciente de que no debe mezclar sus negocios privados ni sus preferencias partidarias con los asuntos de interés público, ya están comprometiendo la eficiencia de la labor gubernativa, atrasando los proyectos o sus ejecuciones e interponiendo obstáculos en el camino. Estas lamentables defecciones democráticas de estos políticos, con la pasión insensata de sus disputas internas, dejando al país a la deriva o, peor aún, complicándolo en sus forcejeos, nos perjudican a todos los paraguayos. Es hora de que los colorados y los militantes de todos los otros partidos dejen de ver al Paraguay como un botín de piratas al que repartirse en pedazos cada vez que se tiene la suerte de acceder al Gobierno.

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Las disputas por el predominio en su Junta de Gobierno, que en este momento mantienen tan ocupados a los dirigentes y operadores colorados, que exaltan los ánimos de tantos de ellos y en las que, sorprendentemente, también se involucró de lleno y personalmente el presidente de la República, Horacio Cartes, pese a ser plenamente consciente de que no debe mezclar sus negocios privados ni sus preferencias partidarias con los asuntos de interés público, ya están comprometiendo la eficiencia de la labor gubernativa, atrasando los proyectos o sus ejecuciones e interponiendo obstáculos en el camino.

Muchos veteranos dirigentes del Partido Colorado, que suelen presumir de haberse democratizado casi instantáneamente después de iniciado el proceso del año 1989, resulta que no tienen mayores escrúpulos en salir a mostrar la hilacha autoritaria y sectaria cada vez que pasan por un enfrentamiento interno en el que ven peligrar el control que ejercen sobre sus mecanismos de poder, de influencias, de distribución de prebendas, negocios y privilegios.

La mayoría de ellos son funcionarios públicos o trabajan para el Estado, de una u otra forma, pero, en vez de estar aplicados a las ocupaciones por las que se les está remunerando, se dedican a gastar su tiempo en rencillas de esgrima electoralista, asestando, esquivando o recibiendo golpes, viendo cómo acumular puntos suficientes para que, al final de la contienda, logren obtener los premios del ganador.

Si esto no afectara la eficiencia en la labor que toca al país, hasta podría considerárselo un torneo de competencia de habilidades para sus participantes y un espectáculo entretenido para los espectadores; mas pasa lo que ya se dijo insistentemente: los negocios de rango nacional e interés colectivo, al quedar descuidados, causan, irresponsablemente, ingentes perjuicios a todos.

Por su parte, al involucrarse personalmente Horacio Cartes en la campaña electoral de su partido, lo que consigue, como reacción a su indebida interferencia, es que a su alrededor se vayan agudizando las disensiones y las distracciones. El Presidente, en vez de mantenerse en su papel de gran árbitro y elemento de cohesión, prefiere tomar partido por un sector y administrar él mismo el armamento de combate. A tal punto llega su injerencia que sus partidarios hasta distribuyen prebendas con sus iniciales, retrotrayéndonos a la época de los famosos “vaka’i” de la dictadura de Alfredo Stroessner. Denigrante para nuestros compatriotas pobres, que continúan siendo utilizados como carne de cañón de la politiquería.

Como consecuencia de esta innecesaria contienda interna, es altamente previsible que ahora, por ejemplo, los senadores y diputados “anticartistas” u “opositores” (por haber quedado fuera del bando beneficiado por el Primer Mandatario) también estén dando muestras de perder el recto sentido de lo que debe ser su función representativa nacional, dedicados, como muchos de ellos lo están, a infiltrar su sectarismo en los negocios del Estado que pasan por sus manos.

De esto resulta que, como viene trascendiendo en la prensa, los legisladores opositores al oficialismo están considerando los proyectos de leyes o las leyes ya existentes originadas en el Poder Ejecutivo con perjudicial criterio sectario, buscando entorpecer su avance o amenazando con modificarlos en sentido contrario al interés del Primer Mandatario. Es decir, adoptan una actitud tan dañina para el Paraguay como la del propio presidente Cartes al dirigir una facción interna del partido de Gobierno. Ahora se anuncia, por ejemplo, que sus adversarios en el Senado se proponen en la sesión de hoy, jueves, modificar un artículo de la Ley de la Alianza Público-Privada (APP), al solo efecto de ponerle palos en la rueda a uno de los elementos que con mayor énfasis impulsó el Primer Mandatario para atraer inversiones. Así, tanto con la actitud de Cartes de incursionar en la política como con la de los legisladores, el país queda repudiablemente relegado en segundo lugar.

De modo que el desarrollo de la experiencia democrática en nuestro país, en vez de conducirnos a una estricta separación de ámbitos de intereses y prioridades, resulta que los confunde cada vez más. Los conflictos electoralistas, que deberían mantenerse dentro del marco de lo doméstico, lo rebosan fácilmente, amenazando con contaminar el terreno nacional de la política, involucrando a la gobernabilidad general y arriesgando la buena suerte de los intereses superiores de la sociedad en su conjunto.

Al parecer, lo que estos torcidos alumnos de política no aprendieron de las lecciones dadas por la escuela de un cuarto de siglo de práctica democrática que los paraguayos recogimos desde el derrocamiento de la dictadura es que, al sacar sus asuntos internos a ventilar, estando, como están, en el Gobierno del país, al tiempo que debilitan sensiblemente la fuerza de cohesión que requieren para conservar el favor ciudadano, degradan la imagen de su agrupación, permitiendo que se proyecte hacia el exterior como la de una bolsa de gatos.

A la ANR le están faltando, en momentos actuales, una o varias mentes experimentadas y serenas que hagan retornar a su cauce las aguas salidas de madre y pongan a cada quien en su lugar. Esta tarea suele ser parte del talento natural de los grandes líderes, de esos que, lamentablemente, parecen haberse eclipsado en nuestro país, no solamente en ese partido, sino también en los demás.

De la sensatez y buenas guías de sus líderes depende la suerte de las organizaciones políticas en el Paraguay de hoy; más aún en lo que concierne a los partidos llamados “tradicionales”, porque son más grandes, más complejos y menos fáciles de transformar. En la medida en que persistan en sus errores más graves, como los que se están cometiendo en la ANR con motivo de su campaña interna, su decadencia se irá agudizando, dejando espacio para que los partidos que hoy son pequeños se agranden a su costa, pero, al mismo tiempo –y esto sí es grave–, abriendo brechas por donde pueden ingresar al sistema político aventureros oportunistas, delincuentes y “líderes providenciales”, de esos que, después, reelección tras reelección, cuesta años o décadas, y hasta sangre, desalojar del poder al que se aferran con uñas y dientes.

Estas lamentables defecciones democráticas de los colorados, con la pasión insensata de sus disputas internas, dejando al país a la deriva o, peor aún, complicándolo en sus forcejeos, nos perjudican a todos los paraguayos. Por estas vías se extraviaron varios partidos políticos que antiguamente fueron poderosos y hoy son minúsculos, como abundan ejemplos en Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela y otros países latinoamericanos.

Es hora de que los colorados y los militantes de todos los otros partidos dejen de ver al Paraguay como un botín de piratas al que repartirse en pedazos cada vez que se tiene la suerte de acceder al Gobierno. Si así lo siguen haciendo, la población honesta no contaminada debe salir a las calles, como hacen otros, a proclamar con firmeza y perseverancia su protesta e indignación.

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