El Ministerio de Agricultura debe mudarse al campo

El campesino paraguayo es pobre porque sigue recurriendo a métodos arcaicos de cultivo, transmitidos a lo largo de los siglos. El auténtico labriego paraguayo ha sido abandonado miserablemente por los Gobiernos que uno tras otro se sucedieron a lo largo de la historia. Urge liberarlo de su atraso secular, capacitándolo y dándole asistencia crediticia. Para ello, el Ministerio de Agricultura y Ganadería literalmente debe mudarse al campo, y dedicar todos sus esfuerzos a la extensión y a la educación agrarias. En las actuales condiciones, el campesino paraguayo está condenado a seguir aprisionado por la pobreza. Para liberarlo se requiere rescatarlo previamente de la ignorancia.

Cargando...

Se comprueba todos los días: el campesino paraguayo es pobre porque sigue recurriendo a métodos arcaicos de cultivo, transmitidos a lo largo de los siglos. Ese atraso tecnológico conlleva que su capacidad productiva sea muy inferior a la exhibida, por ejemplo, por los agricultores “brasiguayos” y los descendientes de europeos o japoneses que habitan en nuestro país. En este sentido, basta visitar algunas zonas de Itapúa, del Alto Paraná o del centro del Chaco para comprobar que el trabajo tesonero, empleando técnicas modernas de producción, produce bienestar en la población rural.

Las tierras que cultivan esos labriegos de origen extranjero no son más fértiles que las sembradas por los paraguayos de veinte generaciones, ni tienen un régimen de lluvias más favorable para la siembra, ni más ni menos sol. Ocurre, nomás, que están culturalmente familiarizados con el uso racional de la tierra, y con los beneficios crediticios y comerciales que brindan las cooperativas, tan escasamente difundidas en el campesinado tradicional. De poco puede servir, entonces, que el Indert entregue veinte hectáreas de tierra a una familia campesina que no está en condiciones de aprovecharlas en forma efectiva por no tener los conocimientos, ni las herramientas, ni la ayuda crediticia, ni la forma de hacer llegar sus productos a los mercados.

El auténtico labriego paraguayo ha sido abandonado miserablemente por los Gobiernos que uno tras otro se sucedieron a lo largo de la historia. Es hora de que se lo ponga a la altura de los tiempos, dotándole de los instrumentos que necesita para prosperar mediante un mayor rendimiento. Urge liberarlo de su atraso secular, capacitándolo y dándole asistencia crediticia. Para ello, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) literalmente debe mudarse al campo, y dedicar todos sus esfuerzos a la extensión y a la educación agrarias a través de las respectivas direcciones. Nada ilustra mejor la orfandad de los pequeños productores en cuanto a la asistencia técnica que el hecho de que la Dirección de Extensión Agraria (DEAg) atienda a solo el 15% de ellos, con sus alrededor de 200 extensionistas, con un presupuesto de 8.381.200 dólares, que equivale a un exiguo ¡7,3% del presupuesto del MAG! A él deben sumarse unos 350.000 dólares aportados por organizaciones no gubernamentales.

El viceministro de Agricultura, Mario León, dice que se necesitan mil extensionistas más. Hay que contratarlos y reprogramar el presupuesto sin parar mientes en recortar los gastos puramente administrativos de la gente de escritorio, incluidos los correspondientes a los trece departamentos de la DEAg. Es una vergüenza que una Dirección vital para que los campesinos paraguayos produzcan más y mejor, llegue a tan pocos de ellos.

Pero no bastaría con volcar más dinero al campo ni tener más extensionistas si la gestión de los máximos responsables siguiera siendo deplorable: bajo el actual Gobierno, ya se sucedieron tres al frente de la DEAg, debido a la “falta de resultados”, según el ministro Jorge Gattini. Hace tres años, el Ing. Agr. Líder Medina, sindicalista de esa dependencia, con mucha razón afirmó que “todos los programas agrícolas son botines de guerra de los políticos de turno y de las organizaciones no gubernamentales (…), la DEAg está muy debilitada, con el agravante del reinicio fuerte de las internas partidarias”. Lo dijo hace tres años, pero bien podría haberlo dicho hoy.

El país cuenta con catorce escuelas agrícolas, algunas muy abandonadas, nueve de las cuales son subvencionadas por el MAG y cuatro dependientes de las gobernaciones de Boquerón, Itapúa, Canindeyú y Paraguarí, respectivamente. También hay un Centro de Mecanización Agrícola en Pirapó (Itapúa). A fines del año pasado había apenas 3.152 alumnos matriculados, lo que resulta una cifra inadmisible, considerando el volumen de la población rural y la necesidad perentoria de capacitar al labriego. Hay que aumentar sustancialmente el número de escuelas agrícolas para por lo menos triplicar la cantidad de estudiantes campesinos jóvenes.

Ante esta lamentable situación, es urgente que el “nuevo rumbo” del gobierno del presidente Horacio Cartes se haga sentir con fuerza en el campo a través de una masiva inyección de recursos humanos y materiales. En las actuales condiciones, el campesino paraguayo está condenado a seguir aprisionado por la pobreza. Para liberarlo se requiere rescatarlo previamente de la ignorancia.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...