Las radios comunitarias y el combate a la corrupción

Suman 256 las radios comunitarias registradas en Conatel actualmente, estimándose en el doble la cantidad de las no registradas. No existe prácticamente rincón del país que no cuente con estos instrumentos de relacionamiento colectivo, lo cual los convierte en una formidable herramienta que, bien empleada, podría producir cambios fundamentales en la mentalidad de la gente en los pueblos y ciudades de su alcance. Estos medios de comunicación pueden servir como un instrumento eficaz para combatir la corrupción que corroe a nuestro país entero y que se presenta tanto en la capital como en localidades del interior. Tenemos el caso del dinero del Fonacide, despilfarrado por las autoridades municipales lugareñas. Las radios comunitarias, por ejemplo, pueden investigar e informar a sus oyentes cuánto dinero llegó a las intendencias y gobernaciones y para qué fin, para permitir que los habitantes hagan un seguimiento y reclamo del uso de esos fondos, y pedir el castigo a los ladrones públicos. Estas radios pueden convertirse en verdaderas palancas impulsoras de la formación cívica de los ciudadanos del interior.

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Suman 256 las radios comunitarias registradas en Conatel actualmente. El número de las no registradas no es precisable con exactitud, naturalmente, por su condición de irregulares, pero se sabe que también son numerosas, estimadas en aproximadamente el doble que las anteriores. No existe prácticamente rincón del país que no cuente con estos instrumentos de relacionamiento colectivo, lo cual los convierte en una formidable herramienta que, bien empleada, podría producir cambios fundamentales en la mentalidad de la gente de los pueblos y ciudades de su alcance.

La extraordinaria revolución que estamos presenciando en materia de comunicación social masiva, entre otros fenómenos, se expresa en el enorme incremento y diversificación de la demanda informativa y de otros servicios periodísticos. Gracias a las facilidades que ofrece la tecnología moderna las poblaciones medianas y pequeñas, las compañías rurales, los barrios, las asociaciones y grupos de personas con intereses comunes encontraron en la radiofonía un medio sencillo y barato para vincularse en pequeña escala, al igual que lo hace la telefonía celular con el sistema genéricamente conocido como “redes sociales”.

Las radios comunitarias cumplen funciones distintas a las de las redes sociales que se vehiculizan por internet, sus usuarios no requieren más gasto que un receptor de radio.

Las emisoras crean tramas de relacionamiento local de amplitud general; los asuntos que en ellas se divulgan o ponen en debate no son de interés particular de pocas personas o grupos pequeños, como lo son dentro de las llamadas redes, sino que alcanzan a la totalidad de habitantes de una zona determinada, gente que casi siempre tiene problemas y anhelos comunes, y que encuentra en esas ondas radiales la manera de compartirlos.

Las personas que instalan, diseñan y desarrollan los programas radiofónicos comunitarios surgen de las mismas comunidades a las cuales dirigen sus servicios periodísticos, por lo que están íntimamente compenetradas con los problemas locales, son compueblanos de su clientela, se tratan personalmente, entienden de la misma manera la problemática local.

Gracias a esta homogeneidad adquieren la virtud de hacer posible que los líderes locales que van naciendo en cada barrio, en cada pueblo, se hagan conocer y puedan exponer ante sus compueblanos sus opiniones y propuestas. Estas radios conceden una palestra desde la cual las personas pueden ganar el conocimiento público, para ayudar a que surjan nuevos líderes en la política, en la educación, en el sector productivo, entre otros.

En resumen, bien conducidas, las radios comunitarias podrían servir como formidables instrumentos de formación cívica de sus audiencias. No solamente educarlas en lenguaje, conocimientos generales y comprensión adecuada de los sucesos, sino prepararlas para la confrontación cívica, para conocer mejor a sus políticos y, por consiguiente, adquirir mayor capacidad de escoger a la hora de votar.

Pero, sobre todo, las radios comunitarias pueden servir como un instrumento formidable para combatir la corrupción que corroe a nuestro país entero y que se presenta tanto en la capital como en los pueblos y ciudades del interior.

En estos últimos tenemos el caso del dinero del Fonacide, despilfarrado por las autoridades municipales lugareñas. Las radios comunitarias, por ejemplo, pueden investigar e informar a sus oyentes cuánto dinero llegó a las intendencias y gobernaciones y para qué fin, a fin de permitir que los habitantes hagan un seguimiento y reclamo del uso de esos fondos, y pedir el castigo a los ladrones públicos.

Habrá, sin duda, radios comunitarias que tendrán miras distintas a las mencionadas anteriormente, que se dediquen al proselitismo, al mero lucro o la promoción de dirigentes partidarios y campañas electorales.

Pero, aunque las excepciones a la regla sean inevitables, es de desear que la mayoría tenga objetivos más patrióticos para convertirse en verdaderas palancas impulsoras de la formación cívica de los ciudadanos del interior del país.

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