El colorido paraje asunceño del templo andariego

La “iglesia andariega” de La Encarnación ha bautizado al barrio homónimo, uno de los más antiguos de la Madre de Ciudades. Abarca lo que habría sido el sitio fundacional en la Loma Cabará en pleno Centro Histórico de Asunción e incluye la colina del Volo Cue, donde hoy se halla asentado el magnífico templo desde el año 1889. El templo tuvo seis emplazamientos y fue testigo de importantes acontecimientos históricos del Paraguay.

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Cuando Asunción se convirtió en ciudad con la institución del Cabildo en 1541 “contaba con una sola calle (seguramente la famosa calle Real) que se extendía a lo largo del barranco del río Paraguay hasta más allá del actual Parque Caballero; el resto lo constituían caminos abiertos en la selva boscosa y húmeda con muy exhuberante vegetación tropical”, señala el libro Historia Edilicia de la Ciudad de Asunción editado por la Municipalidad de la Capital.

Y con la fundación misma surgió la primera iglesia y el primer vecindario asunceno.

La legendaria Loma Cabará es considerada como el sitio fundacional de Asunción. Hoy se encuentra allí la Plaza Comuneros y hasta 1978 albergó al mítico Estadio Comuneros. Hoy es la Plaza de los Comuneros y al lado se construyó la Biblioteca del Congreso. 

Sobre los orígenes de La Encarnación, la historiadora Margarita Durán Estragó, en su libro “Templos de Asunción 1537-1860”, menciona que el Teniente de Gobernador Francisco Ruiz Galán, al retornar del Alto Paraguay unos meses después de la fundación de la Casa Fuerte, hizo una iglesia y dejó en ella al Cap. Juan de Salazar con 50 hombres. “Fue bajo la advocación de La Encarnación y a pocos meses de la fundación de Asunción que se levantó dicha Iglesia”, añade y detalla toda la historia de esta iglesia que tendría seis emplazamientos posteriores. 

El nombre del barrio se mantiene históricamente -con modificaciones en cuanto a límites- desde 1782 cuando el gobernador Pedro Melo de Portugal encomendó al Ing. Julio Ramón Del César la demarcación de los seis primeros barrios de la Capital: Samuhú-peré, Encarnación, Las Barcas, San Francisco, Plaza y Mercedes.

En su territorio se hallan importantes edificios de valor histórico como el Palacio de Gobierno, la Manzana de la Rivera, el Palacio Patri, el mismo Templo de la Encarnación. También es la sede del Congreso Nacional y posee varias plazas. 

En sus cuadras alberga distintos estilos arquitectónicos que llevan a un recorrido por la historia edilicia de Asunción y los curiosos pasajes como La Encarnación y Pasaje Yegros. 

Sus emblemáticos espacios verdes van desde la actual Costanera, Plaza de los Desaparecidos, Plaza Mariscal López, De Armas hasta la Plaza Italia de las marchas, protestas y retretas.

Seis localizaciones

“Según don Juan Francisco de Aguirre, fue de madera y barro, costando a S.M., 15 quintales de harina de mandioca, y 10 fanegas de maíz que se pagaron el 28 de noviembre de 1539”, dice R. de Lafuente Machaín en su “Asunción de Antaño” de la primera iglesia de La Encarnación.

Esta desapareció –sigue– tras un incendio en 1543 “y al día siguiente de la catástrofe el gobernador Alvar Núñez Cabeza de Vaca ordenó la edificación de una iglesia más importante, levantándola en el sitio donde había estado la Casa-fuerte, cercano al borde al barranca”.

Luego vinieron la tercera iglesia en 1697 y la cuarta de 1797, ambas sobre la calle Palma. “Debido al derrumbe en 1818 del cuarto asentamiento, la iglesia tuvo que trasladarse nuevamente al Convento de los Dominicos, orden que había sido expulsada por el Dr. Francia, clausurándose el convento”, cuenta la historiadora Rosanna Vera Alegre.

Esa quinta iglesia ubicada cercana al río y en un sector elevado permaneció desde 1818 hasta el gran incendio del 4 de enero de 1889 al parecer por una vela que había quedado encendida en el pesebre.

En esta iglesia –rescata Vera Alegre– fueron depositados los restos del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia en 1840 y en 1842 se reunió el Congreso extraordinario que ratificó la Independencia Nacional. Su fachada y torre fueron construidas por Don Carlos Antonio López en 1854 y en 1887 fue enterrado en su cementerio el presidente Juan Bautista Gill.

En las páginas del “Repertorio Nacional” cedidas por el Cap. Jaime Grau se menciona el decreto del 20 de octubre de 1842 por el cual Carlos A. López establece el Cementerio General en La Recoleta y prohibe sepultar cadáveres en las iglesias de la Capital. También dispone que el camposanto de La Encarnación queda “por ahora y hasta otra providencia destinado para párvulos de las parroquias Catedral y Encarnación”.

Este cementerio de párvulos se suprimió en 1844 tras la epidemia de viruela. 

Fotos: Diego Fleitas y Pedro González

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