Por esa generación magnífica

Este mes se llevó a cabo un homenaje a los seis hermanos Ramos Pereira, excombatientes de la Guerra del Chaco. Todos ellos cumplieron con su deber en aquella época cruenta. Con la gracia de Dios, regresaron vivos a su hogar. Hoy descansan en sus tumbas, pero siguen latiendo en la memoria de sus descendientes.

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“El domingo 5 de marzo nos reunimos aproximadamente 130 parientes (hijos, nueras, yernos, nietos, bisnietos y tataranietos), todos descendientes de los 6 hermanos Ramos Pereira que pelearon en la Guerra del Chaco”, dice Matías Ramos (68), hijo del cabo 1º Manuel Ramos Pereira. Además de Manuel fueron homenajeados los soldados Casimiro, Marcos y Merardo, el cabo 1º Francisco y el sargento Lorenzo. El acto se realizó en el Cuartel de la Victoria, Reducto, San Lorenzo, con una misa de acción de gracias, seguida por la entonación del Himno Nacional paraguayo y las palabras de la representante de los descendientes de los hermanos Pereira Ramos, la Sra. Venancia Ramos de Rodríguez. Continuó Nicole Ramos recitando el poema “Paso a los vencedores” (de Juan Manuel Cassanello). Luego se descubrieron las placas y finalizaron con música.

Matías comenta que la mayoría de los hijos y algunos nietos hicieron el servicio militar obligatorio, pero fuera de esto no hubo otros militares. Matías amablemente nos brindó la entrevista para conocer más sobre su familia, oriunda de Concepción. Como se estilaba décadas atrás, él proviene de una familia numerosa, tiene 11 hermanos (4 fallecidos). Actualmente vive en Alto Paraná y está jubilado, trabajó en Antelco e Itaipú, es ingeniero electrónico con especialización en telecomunicaciones (Tokio). Padre de 5 hijos. “El acto fue muy emotivo –detalla–. Muchos de los que participaron se quebraron en medio de sus discursos, declamaciones o cantos. Hubo lágrimas, recuerdos, ya relacionados con la guerra, sus protagonistas o simplemente con la vida cotidiana de otras épocas no tan lejanas”.

–En esta convocatoria familiar, ¿qué los une: la sangre o el sentido patriótico?

–Estimo que ambos. Entre los hijos predomina el sentimiento familiar de orgullo, de pertenencia. Ya en las generaciones más jóvenes se notan el sentimiento patriótico, la admiración, el orgullo.

–Ir a la guerra y volver con vida es un milagro, en su familia se multiplicó por seis.

–En la época en que todos estaban vivos se notaba en sus relaciones de hermanos una sensación de naturalidad, como si no hubieran hecho más que cumplir con su obligación. La típica humildad del paraguayo, creo yo, hacía que no hablasen mucho de la guerra, abrumados, además, por la pobreza y la urgencia impostergable de ganar el pan para sus numerosos hijos. Tal vez en la época inmediata del fin de la guerra hayan considerado un milagro el haber regresado a casa todos vivos.

–¿Están enterrados en el Cuartel de la Victoria?

–No. En el Memorial del Cuartel de la Victoria están enterrados varios excombatientes que vivieron y murieron allí. Para los demás se plantaron las lápidas de homenaje. En el caso de mi familia, cuatro están enterrados en Asunción y dos en Concepción.

–¿Cómo tomaron los más jóvenes este día especial?

–Para los bisnietos y tataranietos el homenaje estaba más en lo intelectual que en lo sentimental. Varios de ellos participaron en el acto cultural cantando o recitando.

–Los mayores como usted recordarán historias contadas por soldados. Compártanos una.

–Según contaba mi padre, las enfermedades hacían estragos parecidos a las balas entre los soldados. Él enfermó gravemente de fiebre tifoidea, enfermedad que diezmó a ambos ejércitos. Los hospitales improvisados se llenaban más de enfermos que de heridos. Todos los días al amanecer pasaba un camión en el que se cargaba a los que no habían podido sobrevivir, con el fin de sepultarlos o quemarlos conforme al caso. Una mañana en que mi padre apareció casi muerto, lo llegaron a cargar en el camión. Gracias a Dios, se dieron cuenta de que era una exageración (considerarlo muerto) y lo devolvieron al hospital. Mi padre estuvo preso 2 años en Bolivia, regresó a Paraguay en 1936.

–Todavía hay maltrato y olvido para los excombatientes…

–Nuestra sociedad cambió mucho. Nos volvimos inmediatistas, además de perder muchos de los valores intrínsecos del paraguayo. Hoy valoramos más el tener que el ser. Perdimos el valor debido al esfuerzo. No creemos más que alguien pueda prosperar con el trabajo o el sacrificio.

–¿Qué nos queda socialmente de aquella guerra?

–En realidad, a más de 80 años de la finalización de la Guerra del Chaco y con la mayoría de sus protagonistas desaparecidos, lo que nos ha quedado es, sobre todo, una profunda admiración por esa generación magnífica de paraguayos. Ojalá en algún tiempo nazca otra vez una generación parecida, no ya en las lides bélicas sino en el compromiso con el país.

–¿Qué valores heredaron como hijos?

–El trabajo, el esfuerzo y la honradez. Mi padre y todos los tíos eran gente sencilla, sin instrucción formal alguna, poco alfabetizados, guaranihablantes, pero, al decir de ese muchacho Ortiz Guerrero, honrado era su pan, como varón. Nunca se supo, ni de ellos ni de sus hijos, ningún acto que desmeritase la honradez. No invadieron tierras ajenas, no pidieron condonación de ninguna deuda, no mendigaron subsidios, no se colgaron del dinero público, ni se supo de ninguno de ellos que haya medrado con la política. Muchos de sus hijos son hoy abogados, periodistas, médicos, ingenieros, profesionales liberales, todos con el esfuerzo propio y el ejemplo de esos hombres de conducta impecable.

–Déjennos una imagen que enriquezca aún más este homenaje.

–Los que quedaron esperando, con el corazón apretado, el regreso de los jóvenes guerreros. Nuestro abuelo, nuestra abuela, tres tías y el menor de los tíos que entonces era todavía un niño; mi tío Merardo, movilizado en 1934, participó del Desfile de la Victoria en agosto de 1935. Poco después cumplió 16 años.

lperalta@abc.com.py

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