Yrendagüé del 8 de diciembre

El 8 de diciembre de 1934 tuvo lugar la victoria de Yrendagüé, una contundente derrota infligida al ejército boliviano y que fue el prolegómeno de las acciones que llevaron al triunfo paraguayo en la guerra por la posesión del Chaco paraguayo.

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Dirigidos por el entonces coronel Eugenio Alejandrino Garay, uno de los grandes capitanes de la victoriosa campaña guerrera que realizó el Ejército paraguayo durante la contienda chaqueña, los hombres de la VIII División de Infantería retomaron los pozos de Yrendagüé, asestando un mortal golpe a los bolivianos, quienes, a partir de ese momento vieron muy difícil su posición en aquella aventura bélica ocurrida hace casi ocho décadas.

Retirada boliviana

Con la derrota de El Carmen, en noviembre de 1934, la posición del Cuerpo de Caballería boliviano en Picuiba quedó bastante comprometida. Con las constantes retiradas del II Cuerpo de Ejército del coronel Rafael Franco, dicho Cuerpo boliviano quedó internado profundamente hacia ese sector; esto había sido hecho con el propósito de, llegado el momento y en condiciones ventajosas, arremeter contra el enemigo, anulándolo, para luego, cambiar nuevamente de escenario hacia el sector Pilcomayo. A las fuerzas bolivianas no les quedaba otra alternativa que el repliegue hacia una zona más ventajosa, pero la obstinación del coronel David Toro no permitió tomar ninguna medida al respecto, sino cuando ya fue muy tarde para sus tropas.

Las características de la zona donde se desarrollaban las operaciones eran muy hostiles, lo que agravaba la situación de los bolivianos, muy vulnerable a cualquier iniciativa paraguaya.

Mientras el frente boliviano adyacente al Pilcomayo seguía replegándose hacia las estribaciones andinas, el coronel Toro consideraba que, según su manera de ver, los bolivianos estaban en condiciones de asestar efectivos golpes a los paraguayos, cayéndoles en su retaguardia y cortándoles su retirada hacia el este, aislándoles de sus bases de aprovisionamiento y obligándoles a una “desordenada” retirada hacia el sudeste. Pero para ello Toro necesitaba más hombres –el equivalente a dos divisiones–, lo que logró con el refuerzo obtenido con la VII y III divisiones.

Para conjurar el grave riesgo que significaba tener al Cuerpo de Caballería boliviano a sus espaldas, en su intento por llegar a Villa Montes, el alto mando paraguayo consideró oportuno ejercer mayor presión en ese sector, esperando que ella determinaría un repliegue de las fuerzas del coronel Toro hacia posiciones defensivas, aunque sin llegar a tomar ninguna decisión al respecto.

Una audaz iniciativa

La extrema prudencia del general Estigarribia para llevar a cabo una arriesgada pero potencialmente exitosa operación llevó al coronel Rafael Franco, comandante del II Cuerpo de Ejército paraguayo, a tomar la iniciativa, con la aquiescencia del comandante en jefe, ordenando una maniobra con el propósito de sacarse de encima a las fuerzas del Cuerpo de Caballería boliviano.

La situación de los bolivianos en el sector de la Caballería del coronel Toro dependía de la única fuente de agua de la zona, los pozos de Yrendagüé, perforados pocos meses antes por los paraguayos.

Yrendagüé es un punto ubicado en la zona más desértica y arenosa del Chaco, pero que contaba con abundante provisión de agua. La privación de estos pozos significaría, para cualquiera de los dos ejércitos, el desastre total. La misión de la captura de Yrendagüé con una operación rápida fue encomendada a la VIII División, comandada por el coronel Eugenio A Garay.

Por otra parte, Franco ordenó a la VI División de Infantería la misión de amarrar al Cuerpo de Caballería boliviano en sus posiciones frente a Picuiba.

La orden que recibió la IX División paraguaya, consistió en realizar un envolvimiento por el ala izquierda y cortar la picada a 27 de Noviembre, al norte de El Cruce –punto también conocido como Loma Vistosa.

Por su parte, la VIII División, al mando del veterano coronel Eugenio Alejandrino Garay, debía avanzar por el costado derecho del despliegue boliviano, con el propósito de salir sorpresivamente en Yrendagüé, apoderándose de los pozos de agua que abastecían a todas las fuerzas bolivianas en la zona.

Avance hacia los pozos

El 5 de diciembre de 1934 se inició la operación de captura de los mencionados pozos, correspondiendo al regimiento Batallón 40 encabezar la marcha de aproximación hacia el objetivo, mientras que las divisiones VI y IX debían actuar en el frente de La Faye, en una misión de amarre, mientras la división de Garay se abría paso a machetazos a través de la selva para caer por sorpresa sobre Yrendagüé, apoderándose de la base misma del Cuerpo de Caballería boliviano.

El regimiento 14 “Cerro Corá”, por su parte, debía actuar desde Ingavi sobre el fortín 27 de Noviembre, para interceptar el único camino que los bolivianos podían utilizar en su retirada hacia el Parapití.

Al mediodía siguiente de la dificultosa marcha, el inclemente clima chaqueño obligó a la columna paraguaya a hacer una pausa de varias horas, para luego reanudar la marcha debido a la falta de agua.

Esta pausa en la marcha fue la salvación de la agotada, sedienta y exhausta expedición, pues, de seguir avanzando, se habrían encontrado de frente con una gruesa columna de la VII División boliviana, que estaba operando desde Yrendagüé, lo que hubiera significado el aniquilamiento de las tropas paraguayas, en inferioridad de condiciones y de tropas.

Fatal optimismo

El coronel Toro, desde su remoto PC, ubicado a 150 kilómetros de donde transcurrían las operaciones, mantenía su acostumbrado optimismo. Ante los informes de los movimientos paraguayos en el sector Yrendagüé, Toro ordenó el apronte de las tres divisiones bajo su mando, el Cuerpo de Caballería (I y ubicación de los 9.000 hombres que integraban las tres divisiones, de manera que formasen un arco abierto, con su eje en el camino Picuiba-La Faye.

Cuando Toro dictó su orden de apronte, hacía varias horas que la división Garay estaba en marcha con destino a los pozos de Yrendagüé, en la maniobra táctica más audaz de la guerra paraguayo-boliviana. Las fuerzas de la VIII División paraguaya lograron infiltrarse por un claro de unos ocho kilómetros que existía entre el regimiento Chuquisaca y la VII División boliviana que se estaba aproximando a prolongar el ala derecha del primero. Al amanecer del 7 de diciembre, las otras divisiones paraguayas comenzaron su presión contra la I y II divisiones del dispositivo de defensa boliviano. A la vista de los primeros partes llegados hasta su PC, Toro consideró que las escaramuzas se debían a un mero “reconocimiento de fuerzas” por parte de los paraguayos. Ordenó que un regimiento acantonado en Carandayty se trasladara a Picuiba y que las demás estuvieran prestas para operar “en todas las direcciones en cualquier momento”.

Los partes que iban llegando a su PC cada vez eran más alarmantes, y Toro consideraba que, no obstante las últimas novedades, “la situación en conjunto... no presentaba gravedad alguna”. Es más, minimizando la presencia paraguaya, consideró factible copar y capturar a dichas tropas, “sin más que cortar u ocupar fuertemente las sendas que habían utilizado para su audaz y rápido avance...”. En tal sentido, impartió nuevas órdenes a las unidades del sector.

Nuevas y alarmantes noticias que señalaban constantes acciones paraguayas en la zona fueron comunicadas a Toro, quien nuevamente desestimó su validez y que se trataría de pequeños grupos de avanzada destinados a dar golpes de mano y tratar de destruir los pozos de Yrendagüé. Ordenó al oficial destacado en el lugar, capitán Gualberto Villarroel, que organizara la defensa de los pozos “utilizando las magnificas posiciones que existían alrededor de Yrendagüé”.

Villarroel solo contaba con unos 130 hombres, entre “soldados de los hospitales, la subintendencia del Cuerpo. Toro ordenó que un regimiento viniera hasta los pozos desde Picuiba, pero debido a la escasez de camiones, algunos fueron transportados en ellos, y el resto marchó a pie.

Hasta Yrendagüe llegó una avanzada paraguaya de la VIII División, el regimiento Batallón 40, con el propósito de atacar y capturar los pozos del lugar, de vital importancia para uno y otro contendores.

Las fuerzas del Batallón 40, en las primeras horas del 8 de diciembre, seguían avanzando “con toda la rapidez que las circunstancias permitían, pero chocando ya constantemente con débiles resistencias, hasta salir a un cañadón en cuyo fondo se encontraba el fortín. A las dos o tres de la madrugada llegaron a la vista de su objetivo: Yrendagüé.

Un golpe de suerte

Cuando en cierto momento los ánimos de los combatientes de la avanzada paraguaya flaqueaban, recibieron la noticia de la llegada del coronel Eugenio A. Garay, comandante de la VIII División paraguaya. El solo hecho de saber que el anciano “Avión Pytã” –tal era su marcante– había soportado con entereza la larga marcha y las penurias del calor sofocante, levantó considerablemente la moral y el espíritu de todo el regimiento... Esa presencia, y la certeza de contar con un jefe de las agallas y el espíritu indomable del coronel Garay infundió en los paraguayos la confianza y la seguridad de que terminarían victoriosamente la maniobra y tomarían el fortín Yrendagüé a cualquier precio. En otras palabras, aquella presencia del coronel Garay no solo levantó la moral, sino que hizo renacer la certeza del triunfo.

El Batallon 40 estaba prácticamente aislado frente a las posiciones bolivianas, puesto que el avance de los otros regimientos sobre Yrendagüé, fue obstaculizada por fuerzas bolivianas. Debido a la situación en que se encontraban, los atacantes estaban en una “disyuntiva de hierro”: no era posible retroceder y desandar el camino... toda retirada era imposible. Había que tomar Yrendagüé al precio que fuere, o morir en el intento.

Luego de un breve descanso, los paraguayos se reorganizaron. Cortadas las comunicaciones telefónicas de los bolivianos, estos se encontraron totalmente aislados, lo cual les llevó a desmoralizarse completamente, y más todavía cuando un depósito de armas y municiones, a la retaguardia de los bolivianos, quedó destruido por una fuerte explosión.

Poco después, los bolivianos, que creyeron se encontraban totalmente rodeados, iniciaron movimientos de repliegue, abandonando los pozos. Los paraguayos avanzaron, ocupando el centro del fortín, poco menos que a la carrera y, tras rebasar las defensas que les habían estado conteniendo desde temprano. Un enorme tanque australiano lleno de agua era el objetivo más codiciado y desde luego el más indispensable para calmar el tormento de la sed de los paraguayos.

Reacción tardía

Poco después aparecieron tropas bolivianas que intentaron retomar los pozos, pero fueron rechazados por los paraguayos.

Luego del fracaso en la defensa de los valiosos pozos, comenzó un largo y trágico vía crucis para las fuerzas bolivianas, que no tuvieron otra alternativa que replegarse hacia El Cruce, adonde llegaban agotados y en su mayor parte insolados.

Con la toma de Yrendagüé las fuerzas del II Cuerpo de Ejército, por medio de la VIII División, destruyeron al orgulloso Cuerpo de Caballería boliviano del coronel Toro. Más de 12.000 hombres quedaron prisioneros y muertos, la mayoría de sed. Un enorme arsenal fue abandonado por el enemigo y recogido por las fuerzas paraguayas.

Ninguna acción en la campana chaqueña tuvo tanta repercusión moral en los bolivianos como la captura de Yrendagüé y la retirada de Picuiba.

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