Adversario a la medida que precisa la oposición

La oposición, entendida como los partidos que no son el Partido Colorado, estuvo dividida desde antes de las elecciones generales de 2013 y durante la mayor parte de la administración cartista. Recién decidieron juntarse este año, a propósito de las elecciones. Sin embargo, no es descabellado pensar que pudiesen triunfar en abril de 2018, ayudados por un ambiente de hostilidad que el mismo gobierno se empeña en avivar con declaraciones y acciones desafortunadas de sus referentes.

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De alguna manera, los partidos de oposición anduvieron caminos opuestos con el Partido Colorado. El oficialismo se unió para los anteriores comicios, comenzó unido en el gobierno en 2013, para arribar a la actualidad, en la que se ve a dos sectores muy enfrentados.

Los opositores estuvieron muy enemistados largo tiempo para, finalmente, presionados por las necesidades electorales, unirse dejando atrás disputas que casi hacen llegar la sangre al río.

Se especula que, tras las elecciones internas, los colorados se darán el “abrazo republicano”. Al menos, así lo dicen los actores políticos de uno y otro sector. Sin embargo, no se puede asegurar que ello ocurrirá indefectiblemente. Dependerá en gran medida de la credibilidad del resultado electoral.

El discurso proselitista del cartismo, por un lado, amenaza con expulsar y perseguir a todos los funcionarios que no se alineen al candidato oficialista. Por el otro, en un tono entre bélico y desesperado, llama a sus huestes a dar hasta la última gota de sudor “para asegurar la victoria”.

Asimismo, pretende presentar a su administración como una suerte de Edad de Oro del Paraguay, semejante al descripto por Hesíodo en la mitología griega, el cual es necesario preservar a toda costa, evitando volver a los nefastos tiempos anteriores. La imagen contrasta con la que pintan los adversarios de su partido y fuera de él.

La estrategia oficialista, en este último tramo de la campaña electoral, apunta a polarizar el ambiente político. Justamente lo que quieren sus rivales en la interna y en la elección generales.

La mayoría de las encuestas que se manejan en el ambiente político (a excepción de las que el oficialismo divulga) le siguen dando en contra al candidato cartista Santiago Peña, frente a su rival Mario Abdo Benítez. En el supuesto caso que gane, el resultado casi con seguridad dará lugar a sospechas, aún en el improbable caso (o con mucha más razón) de que el triunfo sea aplastante.

La oposición unida con la fórmula del candidato que surja de la interna del PLRA, junto al periodista Leo Rubin (designado por la concertación de izquierda Frente Guasu) prefiere a Peña de rival, para hacer más evidente la confrontación con Cartes.

No obstante, si gana el candidato disidente Mario Abdo Benítez y si su triunfo es reconocido por el cartismo, le será difícil despegarse de la polémica figura presidencial.

Para ser posible la unidad colorada, deberá haber un mínimo acuerdo que no puede circunscribirse a un mero pacto de no agresión.

Cualquiera sea el resultado de la interna, Cartes seguirá con las riendas del Ejecutivo, con influencia decisiva en los demás poderes del Estado y en el manejo del presupuesto general, cosas de las que el equipo disidente colorado no se puede dar el lujo de prescindir para poder ganar las elecciones.

El dilema colorado, si gana Abdo Benítez, será hasta que punto se acerca a su adversario de la interna y favorecer entonces a la oposición al ser visto como funcional a Cartes y hasta que punto el mandatario soportará la humillación de ser dejado de lado, como un leproso cuya compañía se rehúye para evitar la derrota electoral.

En las consecuencias de ese escenario en el oficialismo se cifran las expectativas de triunfo de la dupla opositora. El desafío es ser una opción creíble frente la perspectiva de una continuidad total o parcial del cartismo.

mcaceres@abc.com.py

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