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El uso de anticonceptivos no es gratis, produce efectos colaterales a corto, mediano y largo plazo, por más que se diga que es solamente “hasta que el cuerpo se acostumbre”; esos daños sí se pagan de cada bolsillo y empieza el calvario y abandono: no hay camas, medicamentos, aparatos ni médicos. A los anuncios de paquetes de anticonceptivos en centros de salud, deben añadir además todas las consecuencias que causan (consentimiento informado) para que sea realmente la mujer la que decida utilizarlos o no. Y ni qué decir de las menores de zonas vulnerables que se inician tan temprano en la vida sexual activa, en su mayoría manipulables y carentes de educación escolar, metas y valores.
Una forma de contrarrestar la engañosa gratuidad es lo que las mamás hacían antes, no solo en el aspecto de su salud reproductiva, sino en cualquier caso de salud de ella o de su niño: consultar con 3 médicos expertos, comparar las 3 consultas y luego tomar una decisión. En el caso del uso de anticonceptivos, significa entonces consultar con diferentes médicos antes de aceptar el obsequio de salud pública.
Tal como se habla sin tapujos de que hay que evitar embarazarse usando preservativos y anticonceptivos, sincerémonos de que también, detrás de esta mediana solución, priman grandes tratos económicos.
El programa de salud sexual global (control de la natalidad) trabaja intensamente sobre las mujeres, por la obvia razón de que es quien queda embarazada. Hace más de medio siglo el feminismo festejaba la píldora anticonceptiva como símbolo de liberación. Y no estamos mejor.
Educación es orientar para pensar, entender y decidir, no direccionar. Para enseñar planificación familiar existen métodos no invasivos; también el Estado tiene que trabajar con ellos y promocionarlos.
lperalta@abc.com.py