Dignidad y pragmatismo: presupuestos de nuestra política exterior

El debate sobre el futuro de la política exterior ha girado hasta ahora en lo que se presenta como alternativas excluyentes: defender la dignidad nacional o aceptar la humillación en aras del pragmatismo. Excluyo de este dilema a la postura que equipara la dignidad a la billetera, pues semejante desvergüenza se descalifica a sí misma. En vez de hacer una discusión teórica del dilema, presentaré aquí una hoja de ruta que muestra una manera de armonizar estos dos requisitos.

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1. El nuevo gobierno deberá negociar una solución, no aceptar una imposición. Fue un error, una torpeza y un contrasentido haberse negado al ingreso de Venezuela, pero fue la decisión soberana del Paraguay. La critiqué y la critico, pero jamás sacrificaré un principio superior (la defensa de la soberanía de mi país) por una decisión de segundo grado (el ingreso de Venezuela a Mercosur).

2. Nicolás Maduro no debe ser invitado a los actos de traspaso del mando. La crisis generada por su actuación requiere que primero se negocie una solución y después se realicen visitas oficiales. Hacerlo a la inversa significaría una abdicación de nuestra soberanía y una consagración del principio de los hechos consumados. Si en la guerra, como dice la doctrina Varela, “la victoria no da derecho”, en la paz mucho menos.

3. Si los Presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay deciden no asistir al traspaso por dicho motivo, lo lamentaremos, pero ellos habrán dejado al desnudo, con su conducta, que la sanción impuesta ilegal e injustamente al Paraguay no fue producto de un supuesto quiebre democrático sino del hecho que el Paraguay no aceptó la imposición del ingreso de Venezuela al Mercosur. ¿En qué cabeza cabe que la lista de invitados a los actos oficiales de Paraguay se decide en Brasilia o Buenos Aires? Para la comunidad internacional quedará pues claro que en el Mercosur no solo lo jurídico se supedita a lo político sino que en la práctica rige la ley de la selva, la ley del más fuerte. El Paraguay deberá dejar en claro en todos los foros internacionales que esta actitud constituye una violación del principio de la soberanía e igualdad de los Estados, establecidos en el derecho internacional y en el Tratado de Asunción. ¿Que liderazgo podrá ejercer el Brasil cuando recurre a la infame política del gran garrote, tal como le hiciera a principios del siglo XX Teddy Roosevelt?

4. Al la hora de las negociaciones, el ingreso de Venezuela puede y debe incluir una negociación económica. Al fin de cuentas el Mercosur es un acuerdo comercial en primer lugar. Esto mismo se aplica a futuros probables miembros. E incluso a los actuales.

5. El regreso del Paraguay, de pleno derecho, al Mercosur debe realizarse antes de que termine la presidencia pro témpore de Uruguay. De no ser así habrá que esperar que la de Venezuela termine.

6. Paraguay debe dejar en claro que los únicos intérpretes de la Constitución paraguaya son las instituciones que nuestra propia Constitución establece, no el Brasil ni ningún otro país. Tampoco puede aceptar que un funcionario de la Presidencia de dicho país pretenda dictar cátedra a un Presidente paraguayo, en este caso el expresidente Lugo, sobre qué debió hacer o no hacer. Este funcionario debe saber que Paraguay no es un estado del Brasil.

7. Se atribuye a Itamaraty la expresión “paciencia estratégica” para referirse a su tolerancia de las numerosas violaciones que comete la Argentina en desmedro de sus intereses económicos. Eso mismo, “paciencia estratégica”, es lo que requiere la política exterior del Paraguay para actuar con pragmatismo, pero sin desmedro de su dignidad de nación independiente y soberana desde hace más de 200 años.

8. Si el Brasil pretende actuar como potencia subimperial y considera a nuestro país su patio trasero, puede hacerlo. A nosotros solo nos restará denunciarlo en todos los foros nacionales e internacionales. Y si el Presidente electo considera a nuestro país “el mejor vagón” de la locomotora que es Brasil, habrá que enseñarle qué fue, qué es y qué significa la gesta del 14 de mayo de 1811, la nota del 20 de julio de 1811, y la proclamación del Congreso del 12 de octubre de 1813...

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