El amor o la vida

Los crímenes pasionales ocurren por motivos de celos, ira, desengaño, infidelidad, entre otros males que contraen las personas. También se dice que un crimen pasional resulta de una repentina alteración de la conciencia, por eso no se lo considera premeditado. A lo largo de la historia se han cometido crímenes espeluznantes que quedaron archivados en libros y en la memoria colectiva. Casi siempre que se habla de crimen pasional, el caso a juzgar se torna complejo, porque entran a tallar individualidades, perfiles, historias familiares.

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Este crimen tiene distintos análisis e interpretaciones, y por ello, disputas a nivel legal, pensamientos e ideologías. Sin embargo, lo básico es reconocer que la persona que lleva a cabo un crimen, lo hace porque halla una puerta mal cerrada. Solemos dejar puertas abiertas, por ejemplo, cuando iniciamos otra relación –demasiado pronto– sin que haya cicatrizado la anterior.

Casi nunca podemos conocer exactamente los motivos de un crimen pasional, ni cuando hayamos pasado alguna relación muy conflictiva. Pero sí podemos cambiar nuestra manera de enfocar las relaciones, de manera a resguardar nuestra vida y propagar nuevas actitudes para que lentamente cese esta ola de violencia que acaba en muertes tan espantosas.

Bien se dice que del amor al odio puede haber un solo paso, un detonante, y cuando alguien es presa de la inseguridad y está herido los sentimientos se confunden.

Tengamos cautela cuando existe una relación afectiva, amorosa, incluso la meramente sexual, a la que mal se promociona inofensiva, porque ahí hay una entrega física, un consentimiento para entrar en intimidad.

Que las situaciones de violencia y muerte tengan prácticamente las mismas características no es una casualidad. Las sociedades subdesarrolladas suelen autoformarse copiando acciones, imaginando, extrapolando. Las formas de amar son extraídas de la fantasía, telenovelas, películas, canciones, chismografía. Esto no solo sigue vigente con los años, sino que ha resultado en una degradación casi oficial del concepto de amor.

Hay formas airosas de negarse a iniciar una relación o de finalizar la que no está funcionando, pero la mayor carencia es la falta de una comunicación efectiva. Un vínculo fuerte no se acaba rompiéndolo como se rompe un plato, se trabaja –se sufre, obviamente– para que finalice con el menor perjuicio para ambas partes; eso sería lo ideal.

No sé si sirven las frases que se lanzan virtualmente, pero tal vez sea una manera, muy de hoy, de echar la red para pescar alguna mínima orientación de vida. Luego hay personas reales que pueden guiarnos: religiosos, psicólogos, personas que pasaron por una experiencia similar, personas que pueden ver el problema desde afuera.

En Paraguay no tenemos a nivel gubernamental un ministerio de la familia y nos urge, cuánta falta hace a nivel popular. Tal como hay proyectos de alfabetización de adultos, debería haber proyectos que alfabeticen a hombres y mujeres incapaces de salir de relaciones enmarañadas. Toda la sociedad lo merece y agradecerá. Les dejo una sencilla frase: “Algunos finales de amor son felices, otros son necesarios” (Acción poética).

lperalta@abc.com.py

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