Entre lamentos y excusas

La autocompasión parece ser el deporte preferido de los paraguayos. Ante los muchos problemas sociales, económicos y políticos que nos envuelven, siempre encontramos las excusas para tratar de justificar nuestras falencias. Los che mboriahu, che ndaikatúi, che ndaikuaái, péicha voínte, ndaipóri problema, así nomás luego es, ya da ya, etc. suenan a diario en los lamentos de gente necesitada y dirigentes sociales.

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Ciertos estudiosos afirman que esta predisposición al sometimiento y la resignación provienen de nuestros antepasados guaraníes que se aliaron tranquilamente con los invasores españoles. Algunos incluso alaban esta actitud porque mediante la misma logramos mantener nuestra cultura autóctona. Porque preservamos nuestro idioma nativo somos unos capos, aunque en lo económico y social estamos entre los pueblos más pobres y atrasados de América.

No aprendemos siquiera de ejemplos a la vista en nuestra propia tierra. Aquí aterrizaron inmigrantes canadienses (los menonitas) y europeos (alemanes, italianos, franceses, ucranianos, etc.) que vinieron huyendo de sus países, pobres como Adán en el desierto pero, en su mayoría, tras 60 años de esfuerzo y trabajo persistente, forjaron su prosperidad y bienestar. Mientras ellos trabajaban y, poco a poco, iban creando riquezas, los criollos paraguayos seguíamos lamentándonos y exigiendo al Gobierno “la justa distribución de la riqueza”.

Los menonitas perdidos en la inmensidad del Chaco lograron hacer crecer el pasto en la árida tierra, cultivaron alimentos para subsistir y hoy proveen de leche, derivados lácteos y carne vacuna a gran parte del país.

¿Por qué los inmigrantes alemanes, japoneses y ucranianos que se metieron en los tupidos bosques de Itapúa apenas hace seis décadas hoy son prósperos productores y agroexportadores mientras los compatriotas de Caazapá, Paraguarí o Concepción, tras 200 años de independencia, siguen tan pobres como siempre?

Contribuye a empeorar el panorama la concepción clientelista de la política, tanto partidaria como gubernamental. Nuestros dirigentes han acostumbrado a la gente a darle un poco de ayuda, en dinero o en especie, a cambio de su apoyo en las elecciones. Así, gran parte de la ciudadanía cree que tiene derecho a que el Estado le provea de todo: tierra, casa, implementos agrícolas, semillas, trabajo ,etc. Últimamente también hay subsidios en efectivo a gente muy pobre que, por supuesto, se dedica únicamente a esperar el cobro cada mes.

La mentalidad prebendaria produce mucho daño a la sociedad porque incentiva la creencia popular de que el Gobierno debe satisfacer todas sus necesidades. ¿Cuándo aprenderemos que la nación puede progresar y crear riqueza solamente si sus habitantes, en mayoría, trabajan con persistencia y honestidad? El Estado debe crear las condiciones pero solo el esfuerzo del sector privado puede generar un progreso real.

Enseñemos a nuestros hijos y estudiantes que deben realizarse como personas y materializar sus sueños capacitándose primero y con el esfuerzo individual después. Dejemos las excusas y los lamentos para los parásitos de siempre.

ilde@abc.com.py

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