Ganar tiempo para acomodarse

El presidente Cartes anda cubriendo urgencias. Lo hace en su gobierno y también lo hizo en la convención colorada del pasado sábado. Sin aliados a la vista, con una oposición cada vez más virulenta, sin un horizonte político definido y cuando todavía quedan casi dos años de mandato se hace necesario buscar arreglos.

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La destitución de ministro del Interior, el liberal Francisco de Vargas, y la afiliación del ministro de Hacienda, Santiago Peña, en plena convención colorada causó revuelo. El cambio en Interior por la falta de resultados se maneja hace bastante tiempo. Es una decisión que se demoró medio año. Lo de Peña estaba un poco más guardado.

La oposición aprovechó la coyuntura. Armó un discurso para generar cohesión y lastimar la imagen del Ejecutivo. Efraín Alegre, presidente de los liberales, comparó a Cartes con el dictador Stroessner. La izquierda aseguró que era el primer paso para el regreso del autoritarismo. En un contexto mundial interconectado, donde cada vez hay menos espacios para los autoritarismos y en un país que en 27 años de vida democrática utilizó los mecanismos institucionales para destituir a dos presidentes, es difícil creer que algo así sea tan sencillo.

La remoción de un ministro a pedido de la tribuna colorada y la afiliación de otro en medio de la algarabía partidaria ayuda poco a consolidar la institucionalidad, pero está lejos de ser la hecatombe. Es apenas el juego político de un Jefe de Estado que viene de otro lugar y que plantado ante la dirigencia necesita con urgencia ratificar lealtades para evitar el desbande colorado.

Desde su arribo a la política, Cartes arrastra un defecto, muestra una fragilidad. Paga un precio alto por no tener militancia partidaria. No tiene un grupo político propio, puro, que le responda y apoye en sus planes de gobierno.

Gran parte de la explicación se puede encontrar en la forma que decidió conformar sus listas de parlamentarios en un sistema constitucional que otorga enormes poderes al Congreso. Todos corrieron las internas prácticamente por su cuenta. Así se pudieron ver 10 o 15 listas de candidatos que tenían prestado la chapa del cartismo sin ser necesariamente cartistas. Eso tuvo consecuencias. Causó estragos en el Congreso donde hoy hay muchos colorados pero pocos oficialistas reales. Los alineamientos se hacen de acuerdo a las necesidades personales.

Las lealtades del Poder Ejecutivo desde siempre fueron prestadas y hoy cuando estamos camino a las internas partidarias son más volátiles que nunca. Se definen por tiempos y por lugares en la futura lista de candidatos.

La ratificación ante dirigentes colorados y la continuidad de un discurso que habilita un cambio constitucional para un segundo mandato se muestran esenciales en ese contexto. Confrontar a la masa colorada, mantener la exclusión partidaria en el Gobierno y rechazar el cambio constitucional para la reelección presidencial podrían tener consecuencias irreparables.

Son tiempos para construir una base política. Momentos de hacer ajustes en toda la línea del Ejecutivo y tratar de desarmar los acuerdos que puedan consolidar a la oposición, aún cuando eso implique tener que ceder espacios a candidatos de dudosa calidad moral. Todo vale a la hora de profundizar las diferencias en una oposición que a esta alturas se reparte culpas; ahondando aún más sus diferencias internas.

La movida de Cartes en el ámbito partidario y en el Gobierno apuntan a ganar tiempo. Eso le dará espacio para seguir discutiendo candidaturas, mantener unidos al menos por unos meses más a los parlamentarios que se dicen oficialistas e impedir, al menos por ahora, el crecimiento de la oposición en el Congreso.

ogomez@abc.com.py

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