¡Hermano!

Eran poco más de las 15:00 del martes pasado cuando decidimos chequear con una tercera fuente más datos de los vehículos que están siendo registrados en forma ilícita.

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En el pasado los llamábamos “mau”.

Y esto de adulterar documentos era una clonación.

Así, sin vueltas.

Hurgando papeles, si bien teníamos las chapas y todos los datos de las nacionalizaciones falseadas, faltaban las chapas y los nombres de las nacionalizaciones auténticas. Saber dónde estaban las víctimas que fueron escogidas.

De a poco empezaron a llegar las pruebas de los pobres prójimos cuyas nacionalizaciones fueron usadas para registrar otros vehículos –probablemente robados o de contrabando–. Un camión... un auto... una camioneta....

La sorpresa no pudo ser mayor cuando a las 15:09 del martes último la fuente dice: “la Amarok, certif 463623, importó Diesa, y hoy día es titular Herrn Rehnfeldt” (bromea mi chistosa fuente aludiendo al apellido extranjero y su presunción de que fuera alemán).

Esos chispazos. Esos choques eléctricos. Esos “une con flecha” que paralizan. No podía ser. Cuál es la posibilidad de que un periodista tenga un fajo documentos de un centenar de ilegales... y entre ellos...

No. No podía ser.

En el 2011 mi hermano compró un vehículo... no podía ser... ¿Era? Sin respirar, pasa un minuto y a las 15:09 consigo escribir: “En serio me decís? En seriooooooo? ¡Ese es mi hermano!”. Una mezcla de incredulidad y de “no puede ser que justo a mí”. Una mezcla de Macondo con Asunción, de biblia con calefón. De clonación y de mau.

No pasaron más de 20 minutos cuando desde la concesionaria –que también hacía sus averiguaciones– llaman. Tímidamente, como temiendo la reacción del otro lado del teléfono: .. “hay un Rehnfeldt aquí”. Muda –mezcla de rabia, vergüenza, ataque de risas y nervios– contesto: “Es mi hermano”.

A la hora en que esto redacto él aún no sabe esta historia. Miro el lado malo y seguro que pensará por qué no fue el primero en enterarse. Miro el lado bueno de que por lo menos es su hermana quien se lo contará (aunque, claro, nadie le quitará el sabor amargo de sentirse burlado en el sacrificio de toda su vida).

A estas horas estoy buscando el lado chistoso para darle la noticia. Como usaron su nacionalización, quizá una buena forma sea ensayar algo así como “¡hermano!, sos el flamante dueño de un semirremolque basculante SR BA AB 03 25 brasileño y de color blanco!”. O quizá sea mejor un “¡parió tu certificado de nacionalización y, además de una camioneta, tenés un camión con acoplado!”.

La joda va a ser que por ahí él haya perdido su certificado de nacionalización. En ese caso tendrá que probar que él fue el primero en sacarlo y es el legítimo dueño, y no el segundo que lo falsificó.

El día que clonemos la honestidad –tan certeramente como la corrupción– Paraguay tendrá una oportunidad.

mabel@abc.com.py

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