La joda y el aplauso

Ya no es sorprendente ver las reacciones que tiene el pueblo paraguayo ante las diferentes situaciones presentadas. Los tantos y tontos acontecimientos vividos en este país hacen que lo anormal sea un estereotipo, aceptable lo descabellado, pasajero lo perpetuo, defendible lo injusto, divertido lo desagradable, dulce lo desabrido, feliz lo miserable y que lo grotesco sea divino. Y siguen las firmas...

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Un sinvergüenza es un tipo formal, un ladrón es un letrado, un fotocopiador en un paradigma, creemos estar representados por un diputado, cuidadores de una finca campestre son empleados del Congreso, los viajes con viáticos son de placer, las reservas ecológicas privadas sirven para deforestar, los asentamientos son para que vivan sentados, el cargo para el nepotismo, el uniforme para agrandar la prepotencia, las franjas peatonales para atropellar, los parques para supermercados y todos opinan que la política partidaria tiene que ser nomás luego así, sucia y prebendaria. Y siguen las firmas...

Un hecho que me resulta hasta increíble suelo notar las pocas veces que asisto a un partido de fútbol. Un jugador bien expulsado por el árbitro es aplaudido y despedido fervorosamente por sus parciales. Con vítores y alabanzas deja la cancha el tipo que motiva la derrota de su equipo. Un encuentro de fútbol bien sirve en el Paraguay para sintetizar lo mal que actuamos, lo original que somos y lo sui géneris de nuestras reacciones. Se brinda todo el apoyo a los infractores y hasta los cambiados por su inutilidad reciben las felicitaciones de su hinchada. La gente aplaude y sobrevalora a todo infractor y enaltece a cualquier pysã tronco. ¿Mba’e piko péva?

En épocas de elecciones se valora la visita “casa por casa” que los candidatos realizan y nadie mira el futuro que puede ofrecer. Su pasado y su presente pueden ser grandes indicadores del cómo nos irá con su elección. La gente valora lo sinvergüenza que fue, aprecia su cleptómana gestión y estima su rapiñero mandato otorgándole el título de “iletrádo, ivale’i, imba’eporã, iplata heta ha iservicial”. Nadie mira su mansión, sus 4 x 4, su gestión ni su sueldo un poco más del mínimo.

Un hecho que gustó a muchos fue que la Azucarera Iturbe pasase a manos del sector público. Un grupo de senadores plantearon la locura, como bien lo explicó el ministro Leite quien, por su apellido y gestión privada, debe saber que las ubres estatales ya no dan para la joda. El salvataje (viene de salvar y salvaje) que se le quiere dar a una ladrona empresa azucarera es loable y más aún para una sacrificada comunidad como la iturbeña.

El Estado ya ayudó bastante a esta azucarera que debe a la ANDE un montón de dinero por la energía utilizada durante años, al fisco por impuestos impagos, al IPS por tragarse el dinero de los que aportaron durante años por una atención médica, medicamentos y la jubilación. Se sabe que Juan Pueblo debe pagar el IVA mensualmente, que el IPS no es ninguna Penélope para esperar y que la ANDE tiene la puntería pero no la benevolencia de Ringo para perdonar.

Lo más lindo es saludar con sombrero ajeno y es lo que quisieron hacer los senadores para estatizar la azucarera. Es hermosísimo lucirse con plata ajena. Cuando una empresa privada va al mazo no debe existir el pronto socorro de los millones de todos los paraguayos. Una empresa privada debe pagar a sus acreedores, y sus directivos deben ir a la cárcel. Así ocurre en un país de verdad, sino todos querrían tener una empresa, ser sinvergüenza y declararse en quiebra.

Cuando jugaba al fútbol en Villarrica fui elogiado por una tonta expulsión, pero más me gustaría que todo el Paraguay pagador y generoso aplauda cuando el Gobierno me regale unos 15.000 millones de guaraníes.

politica@abc.com.py

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