La ley antipiropo

El proyecto de ley antipiropo presentada por algunos legisladores es una muestra de cómo la legislación puede convertirse en un instrumento de persecución a la gente. Es la prueba de cómo el poder intenta inmiscuirse en la vida de la gente utilizando la ley como un método legal para perjuicio en lugar de que la legislación sea un instrumento para salvaguardar la vida, libertad y la propiedad de las personas.

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Todavía más, y de acuerdo al proyecto de ley, presupone que el denunciado tendrá que probar su inocencia cuando que esto destruye el sentido mismo de la justicia, la que se encuentra consagrada en nuestra misma Constitución Nacional que garantiza la presunción de inocencia. Igualmente, el proyecto hace uso y abuso del sano precepto del derecho penal del in dubio pro reo, en caso de duda en favor del acusado. Los proyectistas no tuvieron mejor imaginación que establecer el in dubio, para así cercar al acusado hasta convertirlo en un sospechoso y culpable del delito de piropear hasta el final de su vida.

Los proyectistas tampoco no tuvieron en cuenta la tradición de la verdadera ley enmarcada en el Corpus Civiles romano y que fuera recogida posteriormente por las Cortes de Inglaterra y que hoy forma parte de los fundamentos de las sociedades libres: “Incumbi probatio qui dicit, no quie negat” (incumbe la prueba quien dice, no quien niega).

Este proyecto de ley antipiropo, por el contrario, nos retrotrae el medioevo, al obscurantismo, cuando alguien no estaba con la autoridad o con la iglesia en ese entonces, o era un delincuente o un hereje, y debía probar que no lo era. Este tipo de leyes nos lleva a una época peligrosa que solo tendrá efectos negativos en una sociedad que clama por una verdadera justicia.

Este proyecto tiene todos los ingredientes para estimular lo que se llama el abuso de poder y la perversión del mismo estado de derecho. Esto los proyectistas no lo toman en cuenta porque están enceguecidos por hacer leyes populistas aprovechando la época electoral, pero, el daño quedará para que lo soporte la gente, total, quizás aquellos proyectistas ya estén ocupando sus nuevos cargos y pensando en nuevas “leyes”. En efecto, los políticos populistas, de los que abundan en nuestro país, están convencidos de que cualquier acto legislativo es de por sí justa. Creen que el poder de la ley no tiene límites. Pero se equivocan. No todos los actos legislativos son justos, por el contrario, muchas leyes como esta del antipiropo responden a una lógica destructiva del verdadero sentido de la ley, violando el significado y sentido correcto de la legislación.

Las leyes son normas preestablecidas, de aplicación general, fijas e imparciales. Proyectos como este del antipiropo solo pueden tener cabida y aprobación en una época electoral como la que tenemos en este momento.
En el afán de congraciarse con cierto público, los legisladores deberían saber que la promoción de las leyes no tiene otro propósito que la de garantizar los fundamentos de la sociedad libre.

(*) Decano de Currículum de UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado” y “Cartas sobre el liberalismo.”

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