La partida final

La reelección presidencial es un tema que la sociedad paraguaya discute desde el mismo momento en que dejaba atrás la dictadura. En 1992 cuando se debatía la nueva Constitución que establecería las reglas para la vida democrática, el segundo mandato presidencial ya acaparaba la discusión política.

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Pasaron 25 años y el debate sigue. Casi todos los gobiernos en ese periodo plantearon con menor o mayor fuerza el tema, pero nunca se avanzó. Cuando las críticas ganaban fuerza, las iniciativas quedaban frenadas. Ahora, el presidente Horacio Cartes y el expresidente Fernando Lugo parecen convencidos de llevar la discusión hasta su punto final. La virulencia política está en uno de sus niveles más altos, pero ellos se muestran dispuestos a llegar hasta el final: hacer lo que nunca se atrevieron a hacer los políticos desde la caída de la dictadura.

Todo parece indicar que estamos a las puertas de una ruptura, de un cambio de las reglas de juego. Los actores políticos lo comprenden a la perfección y se mueven de acuerdo a sus intereses.

Cartes y Lugo están empeñados en forzar un segundo mandato presidencial porque es la única forma en que el modelo político que cada uno representa pueda consolidarse.

Desde la Cámara de Senadores, Lugo es apenas una pieza más en un mosaico demasiado grande; que tiene una enorme capacidad de obstruir pero no tiene ningún margen para construir. Y la izquierda en el Paraguay todavía necesita ser construida. Todavía hace falta poner las bases firmes para asegurar la continuidad en el largo plazo. Sin llegar al poder máximo de la República será difícil mostrar las bondades  de un gobierno progresista.

Cartes y su entorno más cercano enfrentan un dilema similar. El Partido Colorado es el que mostró mayor dinamismo desde la caída de la dictadura. Ha sabido generar nuevos liderazgos y reconvertir sus bases para llevar a un lego de la vida partidaria a la Presidencia de la República. Pero lo que no ha sabido hacer es desprenderse de sus viejos modos de manejo de poder. La clientela y la prebenda siguen siendo para muchos el camino.

Cartes y su equipo más próximo están alejados de estos modos. Para ellos, el país se maneja como una empresa donde la ganancia está permitida toda vez que se respeten ciertas normas. Los modos del Presidente no encajan con la forma de trabajo de la mayor parte de la dirigencia partidaria.

Eso hace que más que nunca necesiten un segundo mandato presidencial. Entienden que solo así podrán consolidar los cambios que hasta ahora introdujeron en la estructura estatal. Y lo más importante, será la única forma de construir una base política con raíces coloradas, pero con gestión diferente.

Para la oposición; pero sobre todo para el oficialismo del PLRA, frenar la aprobación de un segundo mandato presidencial es una cuestión de supervivencia. El presidente de los liberales, Efraín Alegre, es candidato presidencial aún antes de presidir el PLRA. Aceptar un segundo mandato de Lugo es matar sus aspiraciones políticas. Lo relegaría como mucho a ser candidato a vicepresidente de la República.

Para la disidencia colorada y para los sectores de izquierda no afines a Lugo, aceptar la reelección presidencial es como mínimo postergar sus aspiraciones políticas. Ninguno de esos sectores tendrá mucho futuro con Lugo y Cartes consolidando sus grupos políticos. Sería un invierno demasiado largo para muchos que ahora viven un feliz verano.

Esta dura puja política esconde necesidades personales y grupales, pero hacen crujir las instituciones. Ponen a prueba la democracia.

Buscar la reelección presidencial mediante una enmienda es un tema para algunos correcto, para otros no. El debate se resolverá en el campo político donde la correlación de fuerzas será determinante. Lo que está por verse es hasta dónde nuestra joven democracia es capaz de soportar.

ogomez@abc.com.py

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