Militares

Casi 18 de mis 25 años vividos bajo la dictadura lo hice en una ciudad sitiada por militares. En Villarrica estaba (aún está) la Segunda División de Infantería, que sometía a las incuestionables órdenes militares a los villarriqueños.

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A algunos de estos no nos era desconocido que muchos paraguayos eran arrancados de sus casas e iban presos a la “Segunda División”. Allí permanecían por largo tiempo sin ninguna garantía constitucional: algunos salían otra vez de igual manera como habían entrado, otros nunca más lo hicieron.

Al general NN lo conocí de cerca en mi ciudad. Llegó un día con su familia, parecía respetuoso y hablaba poco, así que cuando cayó la dictadura me costó creer que estaba acusado de haber secuestrado –y más tarde supuestamente asesinado– a un campesino llamado Doroteo Grandel.

En 1975 la Colonia Buena Vista (en Yhú, Caaguazú) fue atacada por militares de esta unidad militar. Incendiaron todos los ranchos, destruyeron cultivos y apresaron a varios campesinos. ¿La raíz? Un conflicto con tierras del entonces Instituto de Bienestar Rural (IBR).

Uno de los ranchos quemados fue el de Doroteo Grandel, un campesino que vino a Asunción a hacer las denuncias. “Hablar de más” le costó el secuestro durante más de dos años en esa unidad militar, y cada vez que se le preguntaba al general NN por Doroteo, él decía que el tema le era totalmente desconocido (lo confirma un dossier de Amnistía Internacional de aquella época).

Un periodista británico que cayó preso y fue liberado por intermediación de la Embajada británica vio a Grandel en la unidad militar. Esto forzó a la dictadura a liberar a Doroteo… pero poco le duró su buena suerte: lo asesinaron pocos meses después de la misma manera como tres años más tarde mataron a sus dos cuñados y a su suegro.

El viernes último me acordé de Doroteo cuando el nuevo ministro de Defensa, el Dr. Diógenes Martínez, dijo que quería sacar a los militares a las calles cual policías.

El recuerdo del Paraguay de Stroessner –y de mi Villarrica en particular– me heló la sangre: se apoyaba en el poder indiscutible del único líder, la fuerza de los militares y el envoltorio ideológico del Partido Colorado.

En el pasado ya tuvimos militares en nuestras calles y en nuestras casas. Y con mucho esfuerzo, tras una Constituyente, en 1992 los enviamos de nuevo a sus cuarteles dándoles unas órdenes constitucionales: no se meten en política, no deliberan y obedecen al poder civil.

Respeto al Dr. Martínez así que hoy le iba a hacer acordar de Doroteo... pero me acordé mejor y no hará falta: en aquellos años el Dr. Martínez fue uno de los jueces (junto al difunto Dr. Báez Rehnfeldt) que atendió el caso del también ya difunto Dr. Miguel Ángel Martínez Yaryes, político liberal y director del diario que osó publicar el caso del campesino muerto.

A veces me entra la tentación de pedir auxilio a los militares, pero me acuerdo de Doroteo y del también general Stroessner... y rápidamente se me pasa.

mabel@abc.com.py

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