Mujica, presidente veleta

Qué no dijo el hombre durante los casi tres años y medio que lleva al frente de la Presidencia de su país. Ya se estará encargando alguien de recopilar sus dislates, sus frases célebres, sus oráculos, y las perlas con las que, en más de una ocasión, se dio el lujo de tensar las relaciones diplomáticas con algún que otro país vecino.

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Dicen que todo se le disculpa, que es prácticamente inimputable dada su avanzada edad. Casi todo se le pasa por alto porque es un tipo formidable, pragmático y bonachón (hecha la excepción, claro está, de los oscuros años en los que, fusil en mano, tomaba ciudades por asalto o se enfrentaba con las autoridades legítimas de su país).

El último desvarío: trató de “medio atorrantes” a sus propios compatriotas. Fue durante un encuentro con empresarios españoles, a quienes invitó cordialmente a invertir capitales en el Uruguay. Mi país es honesto, dijo, aunque con gente no tan proclive al trabajo, no precisamente caracterizada “por matarse en el laburo” (sic).

Aunque, sin dudas, su más célebre sentencia fue aquella dedicada a su homóloga argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Pasó en Sarandí Grande, departamento de Florida, en medio de una conversación con el intendente local. Pensaba que hacía una humorada, pero los micrófonos le jugaron una mala pasada, dejando escuchar su célebre improperio: “Esta vieja es peor que el tuerto”.

La frase le valió un buen dolor de cabeza. La mandataria argentina quedó ciertamente azorada, y por partida doble: tanto porque el exabrupto provenía de uno de sus más estrechos aliados en la región, como porque en el mismo quedaba caracterizada como una “señora mayor”; gravísima ofensa que una dama de sus quilates no se permitirá echar en olvido tan fácilmente.

Finalmente, también aquí, en Paraguay, soportamos los embates del locuaz mandatario oriental. Pocos días después de la destitución del entonces presidente Fernando Lugo por el Congreso, Mujica acusó en duros términos al Partido Colorado de ser el “instigante” del enjuiciamiento político al Jefe de Estado, responsabilizando por el mismo a un sector interno de la ANR al que él calificó de “narcocoloradismo”.

No dejó de pasar inadvertido, además, el hecho de que Mujica haya sido el único mandatario de la región que, en el transcurso de la recientísima campaña política presidencial paraguaya, recibiera personalmente en Montevideo a los candidatos del PLRA, Efraín Alegre, y del Frente Guasu, Aníbal Carrillo. A los colorados, ni la hora; no sea cosa que se le fuera a contagiar alguna que otra costumbre “adictiva”.

Ahora, por boca de su canciller, Luis Almagro, el presidente uruguayo anuncia que el próximo 15 de agosto no solo quedará automáticamente levantada la suspensión que pesa contra el Paraguay de participar en el Mercosur, sino que él mismo tiene la intención de hacerse presente en Asunción para asistir a los actos de toma de posesión del presidente Horacio Cartes, es decir, del líder nato del movimiento al que hace casi exactamente un año atrás Mujica había tildado de “narcocoloradismo”.

Presumimos que esta repentina simpatía del mandatario charrúa por las corrientes pretendidamente “narcos” del coloradismo provendría de sus señalados esfuerzos por legalizar la comercialización de la marihuana en la hermana República Oriental, de lo contrario no resulta fácil explicarse un cambio de posición tan súbito como copernicano.

En fin, ya sabemos los estándares de seriedad con los que se suele manejar la “alta política” regional. Lo importante es aprender a no perder el humor, a tomarse las cosas en solfa, como Mujica, para quien las realidades parecen ser tan cambiantes y relativas como las plantea la letra del famoso tango Cambalache: “Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”.

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