Qué difícil distinguir a los malos de los buenos

La crisis política en la que estamos inmersos casi obliga a tomar postura y a colocarse de un lado u otro. Pero, la cuestión no es tan sencilla porque, en esta historia, cuesta bastante distinguir el bando de los “malos” del bando de los “buenos”. Tal vez sea así porque hay demasiados intereses, profusión de mentiras y mucha hipocresía de por medio.

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En la discusión planteada sobre si se puede aprobar o no la reelección presidencial, que beneficiaría en particular al actual presidente Horacio Cartes y al senador y expresidente Fernando Lugo, en cada uno de los grupos en pugna, conviven forzosamente neostronistas, socialistas, ultraderechistas, liberales, conservadores y, como no podían faltar, tratándose de Paraguay, colorados y liberales. Todos, repartidos en ambos sectores y con buena presencia de oportunistas.

Esto revela que lo que está en juego en el tema de la reelección no es, evidentemente, un debate ideológico, sino sobre todo una disputa de proyectos políticos para llegar al poder. Entre quienes integran estos grupos, tampoco existen diseños de país comunes.

Los senadores del sector que se opone al proyecto de reelección vía enmienda se adjudican el rótulo de “defensores de la República y la Democracia”. Pero, entre estos, hay al menos un par de autores confesos de trampas y fraudes en elecciones internas y nacionales.

Además, la mayoría de ellos participó de la discutida destitución de Fernando Lugo en 2012, negociando entonces con Horacio Cartes, cuya figura política consolidaron así de manera decisiva. Otros, fueron cartistas de la primera hora.

Ahora, lo ven como un gran peligro para la democracia, pero ni siquiera amagan con hacer un mea culpa acerca de su contribución para que aparezca en el escenario político paraguayo.

Del otro lado, se ve juntos a víctimas y verdugos del 2012 (igual que en el otro sector) y la sensación es que jamás estarían aliados si no fuera por un interés político absolutamente pasajero, lo cual hace que sea un pacto muy difícil de digerir.

Es posible que, en este segundo grupo, los cartistas sean los que menos problemas de estómago tengan, ya que de hecho su “líder” no dudó en pisar su palabra de que nunca perdería el tiempo buscando ser reelecto. Además, su entorno impulsó una serie de acciones torpes, rayanas en la estupidez, como la del recordado “falsificatón”, la desopilante denuncia de un magnicidio organizado en un grupo de whatsapp, entre otras tomaduras de pelo a la ciudadanía.

De los liberales llanistas incorporados a este pacto tampoco puede esperarse mucha coherencia, ya que está claro que, de su parte, hay sobre todo una cuestión de cálculo para salvar su futuro político, luego de haber sido derrotados en la interna.

En el Frente Guasu, la máxima aplicada parece ser la de que el fin justifica los medios. Aparentemente, ellos se ven a sí mismos como que están utilizando a los otros dos sectores, a los que de alguna manera desprecian, para lograr sus fines. Sin embargo, seguramente, los otros los ven a ellos de la misma manera. Tal vez, no estén calculando de manera adecuada la relación costo-beneficio que les deparará esta iniciativa, en la que pueden terminar, como se suele decir, “sin el pan y sin la torta”.

Este panorama puede explicar por sí mismo la falta de entusiasmo popular para “defender la democracia” como reclama a la ciudadanía uno de los sectores y también abona la duda en dar crédito al presunto respaldo popular generalizado a la reelección que mencionan los otros.

Lo más peligroso de esta cuestión es que el descreimiento y el hartazgo que despiertan los interminables tejes y manejes políticos, terminen tendiendo la mesa para inescrupulosos y pescadores de río revuelto. Por el bien de nuestra “apatucada” democracia, ojalá que así no sea.

mcaceres@abc.com.py

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