Refundar la educación

El punto de partida de todo proyecto educativo nacional es el consenso sobre la antropología en que queremos fundamentar nuestra educación. Dicho más sencillamente: a la hora de definir cómo vamos a educar a los hijos y a los escolares, tenemos que ponernos de acuerdo sobre qué tipo de hombre y mujer queremos que desarrollen nuestros niños y niñas. Con todo lo que sabemos actualmente sobre el ser humano, gracias a la investigación y a los conocimientos que nos aportan las ciencias, debemos revisar, actualizar, refundar la educación que venimos ofreciendo.

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Nuestro sistema educativo ofrece currículos, programas, metodologías, que prescinden de la dimensión espiritual del ser humano. O la presuponen y por eso no se ocupan de ella, o la ignoran.

El ser humano sin su dimensión espiritual es un ser amputado, recortado precisamente en la dimensión que más le caracteriza y le sitúa por encima de los demás mamíferos y seres vivos conocidos.

¿Por qué nuestro sistema educativo prescinde de esta dimensión esencial constituyente del ser humano? Los planificadores del sistema educativo deben dar alguna explicación. ¿A quién beneficia esta amputación en los procesos educativos? ¿Por qué no se trabaja para promover el conocimiento y desarrollo de esta dimensión del ser humano y sus potencialidades?

Es un error argumentar que un Estado laico no tiene que ocuparse de la dimensión espiritual. Porque la dimensión espiritual nada tiene que ver en sí misma con las confesiones religiosas. La dimensión espiritual del ser humano se da, se puede activar en todo ser humano sin religión o con ella. Que las religiones exploren el mundo espiritual por coherencia con sus creencias, no significa que se identifiquen fe y espiritualidad, menos aún religión y espiritualidad. Hay entusiastas promotores de espiritualidad que son ateos. Para muestra, basta citar al famoso grupo europeo, fundamentalmente francés, con intelectuales como Bernard Besret, Luc Ferry, René Barbier y André Comte-Sponville.

La historia de la humanidad, tanto de Oriente como de Occidente está cargada de culturas de todos los tiempos que han desarrollado y siguen desarrollando la dimensión espiritual del ser humano. Y allí donde todavía no llegó la escritura, para dejarnos testimonios escritos, está la arqueología para enseñarnos múltiples muestras de artesanía y arquitectura confirmando lo mismo. Desde siempre el ser humano ha comprendido algo o mucho de su dimensión espiritual y de su capacidad de vivir la trascendencia. Para quien dude de esto le recomiendo que repase la historia de la antropología general y de la antropología cultural.

Hoy la neurología nos ha confirmado eso mismo con investigaciones sobre la evolución de los prehomínidos, el desarrollo del cerebro humano y la aparición del homo sapiens sapiens, con su dimensión espiritual. John Eccles, premio Nobel 1963, lo ha demostrado y divulgado después en su libro “Revolution of the brain: creation of the self” (en castellano, 1992, 222-226).

En el presente, las investigaciones de vanguardia sobre el cerebro humano y el movimiento de las neuronas, con las constataciones neurológicas de Richard J. Davidson, de la universidad Wisconsin Madison de Nueva York, confirman no solo la potencialidad de la dimensión espiritual del ser humano, sino hasta la localización en el cerebro de las actividades de la inteligencia espiritual (2012, 320ss).

En otra rama de las ciencias, el genetista Dean Hamer ha descubierto que el ser humano tiene un gen especializado, que hace posible el desarrollo de la dimensión y de la actividad espiritual, el gen VMAT2, al que llama “gen de la espiritualidad”. (2006, 81ss).

El neurocientífico Francisco J. Rubia, ha publicado un interesante libro , “Conexión divina” (2ª. ed. 2009) en el que estudia las bases neurobiológicas de la experiencia mística en chamanes y religiones institucionalizadas; entrevistado recientemente sobre el libro de Hamer reconoce y confirma la existencia del gen de la espiritualidad.

Si la antropología general y cultural, la biología y genética, la neurología y psicología transpersonal, la epistemología, psicología existencial y logoterapia, el focusing, la bioenergética, la física, la pedagogía holística, etc… afirman la dimensión espiritual del ser humano, ¿por qué nuestro sistema educativo la elimina, prescinde de ella y pretende formar a los educandos “integralmente” amputándoles esta dimensión constituyente de su ser?

Algún día, la historia nos juzgará muy severamente.

jmontero@conexion.com.py

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