Reposicionamiento casi inevitable

La presidencia del Senado, obtenida por el ex presidente Fernando Lugo en el acuerdo con el cartismo y el llanismo, le sirve a él y al Frente Guasu para instalar agenda y buscar reposicionarse en el escenario político-electoral tras el fracaso de la enmienda constitucional, que lo dejó muy mal parado.

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En tanto el oficialismo, con el respaldo de llanistas y luguistas, pudo ocupar nuevamente cargos de relevancia en el Congreso e instalar la sensación, especialmente para sus partidarios, de que en este momento tiene la suma de los poderes, algo que los colorados tradicionalmente suelen tener en alta valoración.

Sin embargo, los sectores que coincidieron en este pacto saben que el mismo tiene fecha de caducidad acelerada porque, a largo o mediano plazo, a ninguno de ellos, a sus fines electorales, les sera útil continuar juntos o siquiera que parezca que lo están.

Apenas se instaló Lugo en el cargo, tras su polémica elección, hizo evidente el objetivo de provocar hechos políticos y generar debates sobre los temas de la agenda política del Frente Guasu.

El hecho de que esa agenda generase crispación y polémica en un sector de la ciudadanía no solamente les tenía sin cuidado sino que era su objetivo real.

Al Frente Guasu le interesa en este momento reforzar su electorado, que proviene principalmente del interior del país y está conformado por los sectores que reciben poco o ningún beneficio del “nuevo rumbo” cartista.

Al llanismo, el pacto le ha servido como forma de conservar la iniciativa luego de la derrota electoral con el efrainismo y previendo que el objetivo era barrerlos del escenario liberal. El PLRA tiene una historia de canibalismo crónico del que le cuesta salir y que explica por si solo su dificultad de ganar el poder en cada elección.

El oficialismo a través de este pacto “contra natura”, con la izquierda y con un sector de su tradicional y acérrimo adversario histórico, logró que este último año no sea para el presidente el del “pato rengo”. Especialmente, era importante para el mandatario y su equipo conservar la imagen de gran elector para digitar sin cuestionamientos a su sucesor y armar una lista de candidatos para el Parlamento a su gusto y placer.

A este pacto, se unió el Unace que, en realidad, viene actuando desde el principio de esta administración como un apéndice del cartismo, al punto que fueron los primeros en hablar de reelección, antes inclusive que el mismo partido de gobierno lo planteara institucionalmente.

El pacto político de la “nueva mayoría” en el Congreso es de corto aliento. De hecho, ya surgieron contradicciones insalvables como la que se dio sobre el impuesto a la exportación de soja o la que se está discutiendo ahora del subsidio para los pequeños productores.

Otras propuestas que surgirán, además de los intereses electorales, con seguridad, terminarán de separarlos próximamente.

Es cuestión de tiempo para que el cartismo vuelva a ver al Frente Guasu como “un peligroso grupo de izquierda cercano al EPP” y que estos vean a Cartes como “un patrón autoritario que solo se preocupa de los intereses de los más ricos”. Más allá del discurso banal, es obvio que representan intereses contrapuestos.

La lógica del escenario político, seguramente, volverá a colocar a opositores de un lado y al oficialismo del otro. Por el camino, habrá que ver cómo se solucionan las diferencias, los desplantes y descalificaciones que se prodigaron, tanto entre oficialistas y disidentes como entre los grupos ahora antagónicos de la oposición.

También será interesante ver cómo reacciona el electorado nacional ante este reposicionamiento general que se dará, inevitablemente, en cuestión de meses o tal vez de semanas.

mcaceres@abc.com.py

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