Sexo, género y educación

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El documento "Marco rector pedagógico para la educación integral de la sexualidad" sigue provocando fuertes reacciones, que reflejan una profunda preocupación por parte de líderes y grupos mayoritarios de nuestra sociedad.   

El ministro Riart ha dicho en reiteradas ocasiones que el documento no es definitivo, sino que se da a conocer para someterlo a la crítica y sugerencias de cuantos quieran hacerlas y que serán recogidas para la redacción final. Más aún, junto con la ministra de Salud, la de la Mujer, la de la Niñez y la del Funcionariado Público, ha secundado la petición del Instituto Tomás Moro, de Fedapar y Fedavifa y pedido oficialmente al Conec que asuma la responsabilidad de socializar el documento y recoger las enmiendas que se propongan, que trabaje con el Comité Gestor que elaboró esta primera versión y redacte la versión final del marco.   

Ni las aclaraciones del ministro sobre la naturaleza provisional del texto actual, ni el encargo al Conec para socializarlo y corregirlo están siendo suficientes para tranquilizar a las instituciones y ciudadanos; continúan apareciendo nuevos grupos de asociaciones también preocupados por el contenido del documento.   

¿Por qué tanta preocupación? La ciudadanía piensa que es demasiado trascendental lo que está en juego si se pone en marcha este proyecto de "marco rector pedagógico".   

Muchos ciudadanos se sienten amenazados por un marco que se define "rector" con pretensiones de imposición generalizada y con proyección de convertirlo en ley. Cuando se trata de temas vitales para sus hijos, familia y sociedad, ningún ciudadano está dispuesto a aceptar cualquier propuesta y menos aún a renunciar a derechos garantizados por la Constitución Nacional, como la libertad de enseñanza y la libertad religiosa.   

Para hablar de la educación de la sexualidad, el documento introduce nuevos enfoques, nuevas perspectivas en sus planteamientos y usa palabras que no tienen para la mayoría de los paraguayos el sentido que le dan sus autores. Ciertas palabras, como cultura y género, cargadas de ambigüedad por tener varias acepciones posibles, generan desconfianza y provocan sospechas sobre el documento y las intenciones de sus autores.   

Las autoras y autores del documento han optado por el enfoque de género. Para la mayoría de nuestras gentes es demasiado extraño que para hablar de sexualidad se prefiera hacerlo desde el género en vez de hacerlo desde el sexo. Más extraño y sospechoso si se le dice que el sexo hace referencia directa a la naturaleza y a la biología, mientras que el género hace referencia a la cultura. ¿Por qué apoyar la educación en la relatividad de las culturas y no en el fundamento sólido de la naturaleza y la biología humanas? ¿Cuál es la ventaja de este nuevo enfoque? ¿Cuál puede ser el fundamento convincente para hacer esta mudanza?   

Para la ciudadanía común, lo evidente es que nuestra naturaleza humana tiene dos sexos, el hombre y la mujer y que la vida se engendra en la unión de ambos. Un proyecto educativo que pretenda hacerles creer que eso ya no tiene importancia y que lo importante es lo que nuevas culturas minoritarias elaboran sobre los dos sexos, les resulta demasiado sofisticado y sospechoso.   

Pero más sospechoso se hace el proyecto para quienes conocen que el concepto género no se refiere al género de cada uno de los dos sexos, femenino y masculino, sino que es un concepto arbitrario tomado de la lingüística (masculino, femenino y neutro) para aplicarlo a la sexualidad.   

Más preocupación tienen quienes conocen la campaña iniciada desde 1995 en Beijing, en la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, donde se instaló el nuevo concepto de género, defendido por Bella Abzug, de Estados Unidos, promotora de la nueva "Ideología de género", que pretende nada menos que "la liberación total del ser humano", desmontando ("de-construyendo") lo que la humanidad ha construido con tanto esfuerzo y milenios sobre sus relaciones familiares, la reproducción, la educación, la religión, etc.   

El temor de los ciudadanos preocupados es que esta destructiva ideología sea la base de la filosofía de la educación y esté subyacente en el proyecto de nuestro marco rector pedagógico. Y si fuere así, tienen no pocas razones para estar seriamente preocupados.   

Solo la participación en el diálogo podrá calmar las aguas y contribuir a construir un proyecto de educación de la sexualidad que satisfaga los verdaderos derechos de todos y responda a los criterios pedagógicos de la mayoría.
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