Uso y abuso

La estupidez humana no tiene límites, más cuando está alentada por la ambición desmedida y hace que se tomen decisiones catastróficas.

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Tal es el caso del Decreto Nº 7702/17, del 14 de setiembre último, que modifica el Art. 42 de la Ley Forestal 422/73 y mediante el cual el titular del Poder Ejecutivo, Horacio Cartes, legaliza la destrucción de una masa boscosa dentro su propiedad violando leyes ambientales y convenios internacionales de preservación. El mandatario tumbó unos 2.000.000 de árboles en su estancia San Francisco, ubicada en Mariscal Estigarribia, Chaco Paraguayo.

Este es apenas un caso de los tantos que ocurren a lo largo y ancho del país, en los que la ambición por acrecentar su fortuna lleva a muchos empresarios a destruir bosques, cursos de agua, incluso arrasar con agroquímicos a poblaciones humanas, en su afán de “producir más” y de “ganar más dinero”.

Este caso no es el primero ni el único, y lamentablemente tampoco será el último, porque siempre personas que gozan de alguna cuota de poder –ya sea político o económico– hacen “uso y abuso” del mismo para provocar daños.

Esto ocurre en nuestro país y en el mundo entero. Estamos destruyendo a pasos agigantados el único lugar en el universo –por lo menos el único conocido hasta ahora– donde la especie humana puede vivir.

En nombre del progreso, el desarrollo y otros conceptos el discurso hegemónico se justifican acciones que benefician a unos pocos en detrimento del resto.

En nombre del progreso fueron masacrados naciones enteras en nuestra América desde hace 500 años. Y se sigue masacrando, como está ocurriendo con el pueblo mapuche actualmente. En nombre del orden y progreso nuestra propia nación fue llevada al borde del exterminio durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). En nombre del desarrollo estamos destruyendo el planeta.

Retomando la idea de la estupidez humana, y a propósito de los tiempos electorales en que estamos, podemos comentar que muchas personas empujadas por la angurria cortoplacista (unas latas de cerveza, unos panchos, un dinerillo por la cédula y un carguito en un ente público) se prestan para entronar en el poder a sus propios verdugos.

Por ambición o ignorancia otorgan legitimidad a personajes que hacen uso y abuso del poder para saciar sus efímeras y enfermizas ambiciones. Condenándonos a todos –incluso a ellos mismos– a la muerte y a la destrucción.

jaroa@abc.com.py

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