Ver la salvación de Dios

“Todos los hombres verán la salvación de Dios” es el feliz anuncio que Juan Bautista nos hace, retomando al profeta Isaías.

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Lc 3,1-6

Ver la salvación de Dios es un deseo de todo ser humano, y no solamente como algo “para la otra vida”, pero experimentarla desde ahora, en un nuevo tipo de relaciones humanas que mejoren la calidad de vida de todos.

Sin embargo, es una incoherencia quedarse pasivamente esperando que Dios sea juez y parte, albañil y arquitecto, mozo que nos sirve lomito y postre. Tenemos que construir, a lo mejor, ayudar a construir esta salvación que anhelamos vivir desde el tiempo presente en nuestra realidad.

Para disfrutar de esta liberación tenemos que “preparar el camino del Señor”, que es la característica dominante de este tiempo de Adviento.

Un modo eficaz es participar de la “Navidad en Familia”, en donde los miembros de la familia, con sus vecinos y amigos concurren a los nueve encuentros y reflexionan sobre temas profundos, como el de la juventud actual.

Para ver la salvación de Dios es fundamental allanar los senderos de la soberbia y de las desigualdades sociales; elevar los valles de la esperanza y de la cordura. El torcido del egoísmo ha de enderezarse y lo escabroso de la falta de sensibilidad que se iguale.

Seguramente, uno de los signos más preocupantes de falta de sensibilidad en nuestra sociedad se refiere a la violencia irracional, y lo que es mucho peor, pareciera que es “normal” ser violento.

Hay que agredir al otro con palabras, puños, piedras, cachiporras, pistolas, y hasta con secuestros, siempre y cuando uno juzga que el modo de pensar del otro está equivocado y debe cambiar como a mí me parece. Y lo desastroso es considerar que esta conducta es adecuada, que es un camino oportuno para resolver sabiamente las diferencias.

Lo que vemos en películas, que con frecuencia enseñan la violencia como normal, y hasta heroica, podemos contemplar asustados en nuestras calles.

Seamos personas con más autodominio y practiquemos la tolerancia hacia los demás, mostrando actitudes de respeto, para que nos dispongamos bien para celebrar la Navidad y empecemos el año nuevo realmente con nuevos valores.

San Pablo nos estimula: Y pido en mis oraciones que el amor crezca en ustedes y con él alcancen conocimiento y buen juicio en todo.

Para ver, y construir, la salvación que el Señor quiere regalarnos, evitemos y disminuyamos el nerviosismo, recemos por nuestro semejante, para que él también domine su agresividad y colabore con la armonía y reconciliación.

Paz y bien.

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