Cuando el río Paraguay crece, emerge la pobreza y flota...

El sacerdote español Pedro Velasco, con 33 años de convivencia con los más pobres del Bañado Tacumbú, describe el estado de los miles de damnificados por la extraordinaria crecida del río Paraguay. La inundación ya lo obligó a abandonar su parroquia San Felipe y Santiago. En esta entrevista, el religioso, de 73 años, señala que lo que ve la gente hoy en calles y plazas es la pobreza extrema que nadie quiere ver.

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–Usted también ya abandonó su parroquia.

–San Felipe y Santiago está totalmente inundado. Estoy refugiado en Santa Cruz (La Crucecita). Cuando el río sube, la pobreza extrema flota. Ya me pueden llamar “doctor en inundación” (bromea).

–¿Se puede decir que esta es la que más desplazamiento de gente produjo en tan poco tiempo?

–Fue la más rápida. Es la que más sintió la gente por dos razones: una, porque fue rápida y otra razón, porque hay mucha más gente y además porque ha habido mucha improvisación por parte de los organismos públicos. Tanto la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) como incluso la Dirección de Riesgos de la Municipalidad no hicieron las cosas como se debe. El riesgo de la inundación de Asunción, por ser muy grande y muy problemático es previsible y fácil de gestionar en el sentido de que se puede prever todo. Afecta a 22.000 familias, más de 100.000 personas.

–En Asunción solamente.

–Ellos saben que si el río sube a 7,50 metros, cuántas familias tendrán que desplazarse. Sabemos bien también cuáles son las necesidades: hay que buscarles un lugar, el plan de mudanza, de provisión de lo necesario (chapas, madera terciada) y luego darles una asistencia en el tiempo de permanencia en los refugios. Luego está el plan de reubicación otra vez. Es previsible.

–Pero también dicen que creció mucho más la cantidad de gente.

–Por supuesto. Hace 40 años, en Asunción había mucho menos población. Era más fácil ubicar a la gente. Había más espacio. Ahora ya no hay casi lugar ni en los bañados. Cuando yo empecé a vivir ahí, en el 85, había 850 familias. Ahora hay 2.600 familias. Es un problema inmanejable para la misma ciudad de Asunción, para la Municipalidad y el Gobierno. Ya no es lo mismo sacar por una emergencia a 10.000 personas que sacar a 80.000. Ya es insostenible, más que insostenible es para la misma gente. Es insostenible que un bebé nazca en condiciones superprecarias. Entre los Bañados Norte, Sur, sumados a los asentamientos de San Lorenzo, Ñemby, etcétera, es un cinturón de pobreza que se va acrecentando.

–¿Los números que muestran los expertos en pobreza no son reales?

–Las cifras oficiales sobre pobreza y sobre trabajo responden muy poco a la realidad. Depende con qué criterio se hacen. En Paraguay, de hecho, la población ha crecido bastante. Lamentablemente, el ritmo se ha triplicado en la población pobre. Cuando se viene la inundación es cuando los vemos.

–Y el resto, lo sentimos.

–Yo tengo una hipótesis muy original. “Los pobres no ocupan lugar”. Si usted pasa por Colón, podrá ver alguno que otro damnificado pero ahí hay 10.000 refugiados. Hay 2.100 familias que no se ven. Cuando ellos están en su barrio, se los ve menos todavía. Mientras no se mate a alguien o se maten entre ellos no pasa nada pero ahí conviven casi 3.000 familias en condiciones de pobreza extrema.

–¿Cómo son, usted que entra todos los días y habla con ellos?

–Viven en hacinamiento, con falta de baños, de duchas, falta de electricidad, caminan en el barro. Son condiciones precarias cuyo resultado son problemas de convivencia, de higiene, de salud, enfermedades, niños descalzos, en fin. En una casita de madera y de chapas de 4x4 o 5x5 está mamá, papá, cuatro a cinco hijos. Está el perro, el gato, las gallinas..., en fin. Es inhumano. Esa precariedad en la que viven de por sí en los Bañados se multiplica, se hace más precaria todavía cuando hay inundación.

–¿Y ese imaginario que el damnificado quiere estar damnificado porque recibe ayuda de arriba?

–Es un imaginario totalmente falso.

–El asistencialismo crea dependencia, se dice.

–El asistencialismo es malo. En nuestra organización de Tacumbú decimos: “Asistencialismo no. No queremos ni asistencialismo ni prebendarismo”. Dentro de lo negativo, para mí, si vamos a buscarle el lado bueno, yo diría que lo que la gente sufre, aguanta y tiene que padecer se visibiliza y hace reflexionar a las autoridades para centrar sus políticas de Estado en la realidad de la pobreza. Si no se hacen las políticas correctas va a haber más pobreza. Esta inundación veo que hace que la Municipalidad y el Gobierno tomen más conciencia y se muevan con más celeridad en ese proyecto que ya tiene 20 años.

–¿Cuál es?

–Sí. Desde hace 20 años ya hay proyectos diseñados para que los pobladores puedan vivir en los mismos bañados pero sin inundarse. El plan, como todos saben, es refular el río, sacar arena del río como se ha hecho en la Costanera Norte y hacer complejos habitacionales para inversión privada y complejos habitacionales para los sectores sociales.

–¿Qué dice usted a favor, cuando de ellos se dice: “a esta gente le gusta vivir así”?

–El pobre tiene terror al rico y el rico ve al pobre con una perspectiva muy falsa y, a la defensiva, y a veces muy discriminatoria. La única forma de que no exista ese conflicto es terminar con la pobreza. Vamos a ser realistas. Mientras haya gente que viva miserablemente y gente que vive en la extrema riqueza no va a haber paz ni vamos a poder darnos la mano y comprendernos y ser “compatriotas” y decir: “qué lindo es vivir en el Paraguay”. Eso es por una parte. Por otra parte, se ha trabajado poco ese acercamiento y esa voluntad de superar el estado de pobreza. Entonces, hay un imaginario de pobre totalmente falso: falso idealmente, falso en las imágenes y falso socialmente. El pobre es una persona que trabaja, que sufre, es víctima de un montón de injusticias, víctimas del prebendarismo, clientelismo, asistencialismo.

–Son los primeros en ser visitados por los políticos.

–Nadie sabe a qué pueblo representan. En realidad representan a las élites, no al pueblo paraguayo. La gran injusticia que se ha hecho con la gente pobre es acostumbrarla a una asistencia y luego se le acusa de que son dependientes. Hay que terminar con el asistencialismo y hacer políticas que formen a la gente y que le permita integrarse laboralmente.

–Es complejo. ¿Cómo cree usted que se puede resolver este problema de los bañados?

–Con educación y trabajo. Si se pudiera gastar por ellos un pequeño porcentaje de lo que los políticos roban en una semana ya podríamos progresar algo. Lo que se gasta en corrupción. Nos estamos enterando cada día los miles de millones que se gasta en corrupción. Por fin estamos viendo que uno o dos están yendo a parar a la cárcel pero también es indecoroso enterarnos de esos sueldos exorbitantes, desproporcionados, de 30, 40 millones, 100 millones. Entonces, cuando se alarman si alguien plantea gastar mil millones para asistir a los pobres en emergencia es una reacción hipócrita absoluta.

–En la práctica, ¿cómo se puede aliviar a mediano plazo si hay voluntad real de las autoridades?

–Ya se está licitando la Costanera Sur. Si todo marcha bien está previsto que comience en setiembre, octubre. Son 8 km de Costanera y 64 hectáreas para asentar las 2.600 familias del Bañado Tacumbú. En la vida política y económica no hay magia ni milagros. Aquí hay tres etapas para superar esta situación que nos debería dar vergüenza a todos los paraguayos. En primer lugar, asistir hoy dignamente a estas víctimas de la pobreza. Tendría que haber centros de salud y centros educativos mejores, terminar con el asistencialismo, con el clientelismo político. En segundo lugar, haciendo que no se inunden, haciendo barrios sociales. Este tema, como implica muchísimo trabajo –seis, ocho, 10 años– como el de construir 5.000 viviendas, esto puede dar trabajo a muchísima gente. En el proyecto nosotros estamos previendo que lo social tenga una fuerza muy grande. Podemos capacitar en estos cinco o 10 años a 500 o 1.000 personas formando electricistas, pintores, plomeros, etc. y cuando haya licitaciones de viviendas, que un 20% tenga que ser la gente capacitada de los mismos bañados. Hay que hacer eso social que generalmente no se hace. En tercer lugar, mientras no haya políticas nacionales de combatir la pobreza y de dejar de expulsar gente del campo, aparecerán nuevos cinturones en San Lorenzo, Ñemby, etc. Hay medidas que se pueden tomar. Este país es pequeño. Podemos hacerlo.

holazar@abc.com.py

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