El sindicalismo atomizado sirve a unos cuantos y no a los trabajadores

Luis Enrique Ramírez, presidente de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas, vice de la asociación argentina, un defensor a ultranza de la organización de los trabajadores, admite que el sindicalismo está débil y atomizado. En esta entrevista, durante una breve visita a Asunción, el experto sostiene que los sindicatos divididos en pedazos solo benefician a unos cuantos, menos a los trabajadores.

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–¿El motivo de su presencia en Asunción?

–Me reuní con mis colegas de Paraguay para intercambiar experiencias sobre estas movilizaciones que se vienen haciendo para presionar por el cambio de los miembros de la Corte Suprema de Justicia, precisamente porque nosotros, los abogados laboralistas de Argentina, fuimos los que iniciamos las protestas que terminaron con la salida de cinco ministros en coincidencia con el inicio de la era Kirchner. Nosotros convocamos a los cacerolazos y el movimiento fue creciendo hasta que logramos el objetivo. Era imposible trabajar con una Corte abyecta a (Saúl) Menem y (Fernando) De la Rúa).

–¿Acaso la Corte no terminó siendo abyecta a los Kirchner?

–No, no en absoluto. Lo que hizo Néstor Kirchner en el 2003 fue convocar al Congreso para que se le haga juicio político a la Corte. Se inició el proceso y se logró destituir a cinco de los nueve miembros. El 97% de la sociedad argentina estaba de acuerdo, lo que demuestra que la bandera de la independencia del Poder Judicial no tiene ideología. Se seleccionaron juristas verdaderamente independientes y hasta hace poco Argentina tuvo miembros de la Corte de lujo. Desgraciadamente murieron algunos.

–Lo único que quedará en la memoria después de la era Kirchner es el ataque del Gobierno a la prensa con apoyo judicial.

–Yo no soy kirchnerista ni antikirchnerista, pero esta Corte que se armó entre el 2003 y el 2005 fue una Corte de lujo, le aseguro. Es más, con esta Corte, el kirchnerismo tuvo muchos problemas. En el derecho laboral se produjo una verdadera revolución con la sola aplicación de la Constitución y los tratados internacionales. Aparte, se revisó todo el proceso menemista, los 10 años en que hundió en forma alevosa a la clase trabajadora.

–El riesgo de movimientos civiles pasionales es que otros se aprovechan. Aquí fue así. Cambiaron de collar a la Corte a la medida del Gobierno en 2005.

–En aquel momento, en la Argentina no se iba a aceptar jamás que los ingresados hayan estado identificados con el riñón del Gobierno. Es más, el propio Kirchner firmó un decreto donde limitó la facultad del Ejecutivo de nombrar en la Corte. Estableció un sistema de consulta previa y de aprobación por una mayoría especial del Senado. Hoy, el kirchnerismo quiere nombrar a un muchacho de 33 años y no puede. No tiene mayoría.

–El caso argentino sigue en la consideración mundial por lo que sucedió con el fiscal Nissman. Se apuntó a la Presidenta.

–Es lamentable. Nunca vamos a saber lo que sucedió realmente. Lo que sí este caso expone es el nivel de degradación de las instituciones más allá de si se suicidó o si lo suicidaron o si lo mataron. Ni el enemigo más acérrimo del kirchnerismo puede creer que la Presidenta lo mandó matar. El costo que está pagando es altísimo. Lo peor es que todo el mundo duda de todo.

–¿Cuál es su balance? ¿Mejoró en su opinión el nivel de los trabajadores en la era kirchnerista?

–Mejoró un poco, pero el movimiento obrero en Argentina está atomizado.

–Igual que en Paraguay. Hay sindicatos y centrales a la carta.

–En Argentina, de una sola central que había, la histórica CGT, pasamos a tener cinco. La atomización beneficia a unos cuantos, menos a los trabajadores. Creo que se tiene que recuperar la conciencia de clase. Creo que hay una derrota cultural que es la peor de todas las derrotas. De la derrota política se puede volver, pero de la cultural no.

–Los sindicalistas se volvieron políticos. ¿No es el detonante que degenera el sentido del sindicalismo?

–No hay cambio posible sin política, vamos a hablar claro. Los sindicatos que no hacen política son débiles. Otra cosa es que los sindicatos se subordinen a los partidos políticos. Ahí son más importantes los partidos que la defensa de los intereses de los trabajadores. Es lo que pasa muchas veces en la Argentina. El sindicalismo, que es fuerte y poderoso, se subordinó a Carlos Menem que arrasó con los derechos de los trabajadores, simplemente porque tenía una camiseta que decía: “Soy peronista”. De peronismo no tuvo nada. Hizo todo lo contrario que Perón.

–Con Kirchner también se adaptaron muy bien. Se pusieron la camiseta. Ahora se acaba el idilio.

–Algunos se pusieron. Es cierto, el sindicalismo argentino no sabe hacer política por afuera del Estado, no importa quién esté al frente. Están siempre cerca. Muchos también estuvieron cerca de los generales (durante la “Guerra Sucia”) simplemente porque los generales, a pesar de las violaciones que cometían, estaban al frente del Estado.

–¿Por qué hoy son tan débiles si tienen libertad absoluta para afirmarse? Al contrario, se aferran.

–¿A quién le interesa cambiar un sindicato débil y corrupto? ¿Le interesa al poder económico, le interesa al poder político? Yo siempre digo: dime cómo funciona tu justicia laboral y te diré cómo es la correlación de fuerzas. La correlación de fuerzas es totalmente desfavorable a la fuerza de trabajo que permite estas cosas.

–Un informe del Banco Mundial revela que parte de la desigualdad que existe se atribuye a la debilidad sindical, la corrupción, el exceso de huelgas.

–Yo tengo mis dudas. Los paros son una visión ideológica interesada. Los trabajadores no tienen ninguna herramienta para luchar por sus derechos ni se ha inventado una en 200 años que no sea el conflicto. El que diga otra cosa miente. El que hable de paz social y usted no tiene un actor social que represente a los trabajadores con capacidad de presionar, pasa lo que nos pasa en Latinoamérica, la región más desigual del planeta.

–¿Por qué se mantiene esa desigualdad?

–Porque el poder económico es poderosísimo. El mundo está globalizado y los trabajadores no globalizan sus derechos.

–Tienen garantías para ser fuertes. Hace mucho se acabó la dictadura.

–No en todos lados, porque, en general hay un sindicalismo cooptado por el poder económico. En lugar de ser un cuestionador del sistema capitalista, el poder económico lo ensombrece y lo debilita. Al poder político no le interesa corregir la desigualdad. Acá hay otro tema. Los trabajadores deben tomar conciencia de esto, reiniciar el proceso de toma de conciencia y de lucha para mejorar esta situación que nos aflige muchísimo.

– Argentina, Brasil, Uruguay, gobiernos socialistas como pululan en la mayoría de los países de la región, tienen a los sindicalistas muy cerca.

–Un sector por lo menos.

–Pero Argentina, está cerca del default, Brasil está en crisis. El sindicalismo no se fortaleció. Se acomodó, dicen que...

–Lamentablemente pienso que se está perdiendo una oportunidad histórica para Latinoamérica. Desde el punto de vista de los trabajadores, los empleados, la clase media, Latinoamérica no tiene futuro si no se integra. Pero no se va a integrar nunca así como estamos, porque hay intereses poderosísimos para que eso no ocurra. Hubo un intento. (Hugo) Chávez, con todas sus contradicciones, intentó avanzar al hacer un frente de izquierdas y de centro izquierda con representantes de todos los estratos. Él lo tuvo claro. Parecería hoy que esa coyuntura está pasando sin haberse logrado esto. Los latinoamericanos estamos atrasados 200 años. Los europeos lo lograron con el mercado común, después de tantas guerras que los enfrentaron.

–Acá hasta en la frontera nos traban.

–Conste que nosotros hablamos el mismo idioma, convivimos en la misma región. Resulta que seguimos cada uno por nuestro lado creyendo que de esa forma nos vamos a defender. Si los trabajadores de Paraguay creen seguro que van a conquistar un derecho y lo van a mantener, y no se fijan que en el patio de al lado, en Bolivia o Argentina o Brasil hay trabajadores que no han avanzado en sus conquistas, están muy equivocados. Los capitales dicen: “Si vos me exigís esto, entonces dejo tu país y me voy a Bolivia o Ecuador, total allá no voy a tener problemas”. Por eso digo, a la globalización capitalista hay que globalizar la lucha y los derechos de los trabajadores.

–¿Cuáles son las innovaciones en los pleitos de trabajadores y empleadores?

–El problema es la alta morosidad judicial. En la provincia de Buenos Aires, Córdoba tenemos oralidad. Se filman y se registran los juicios. No soluciona lo fundamental. Usted que dejó de cobrar su sueldo al ser despedido o por ser dado de baja por perder un dedo o un brazo en la fábrica, ¿por qué tiene que esperar cinco y siete años para cobrar? Me acabo de enterar que en Paraguay no corren los intereses. Corren a partir de una sentencia firme. Hay muchos juzgados que no reconocen los intereses. Usted espera siete años para que le reconozcan que esa plata es suya y no le corren los intereses. En cambio, el patrón se quedó con su platita y la trabajó. Al trabajador le devuelven sin intereses a pesar de siete años de pleito.

–Siete años.

–Yo siempre digo: no hay flexibilización laboral más importante que una justicia ineficiente. Si dura siete años y le dicen que se conforme con el 30% hoy, entonces su derecho no vale 100 vale 30, porque la justicia es ineficiente para hacerlo efectivo. Entonces, mientras los trabajadores no tengan peso, no tengan poder y los sindicatos sean débiles la justicia laboral va a ser siempre ineficiente.

–Pero haciendo de abogado del diablo, ¿qué pasa con estafadores que se hacen pasar por trabajadores y recurren a la justicia aprovechándose de sus conexiones políticas y judiciales para ganar juicios?

–Para eso también queremos una justicia eficiente, igual para los abogados deshonestos. Ahora, no todos los abogados son deshonestos. Yo que tengo 45 años y decenas de juicios encima, le aseguro que trabajadores abusivos, se los cuento con los dedos de la mano. El resto reclama lo justo.

holazar@abc.com.py

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