Las organizaciones campesinas dejan de deshojar margaritas

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Las expectativas de grandes cambios en el mundo campesino han bajado por los suelos. El gobierno de Fernando Lugo tendría a sus representantes en lo que resta del mandato más alejados y más autónomos, aunque en una relación contradictoria. Las líneas a desarrollar son muy difusas y será difícil desenredar las innumerables trampas de la relación.

La paralización de entregas de tierras, la escasa regularización de los asentamientos, el recorte -o inexistentes en muchos campos- de subsidios y créditos para la agricultura familiar, la escasa inspección de las leyes medioambientales con directas consecuencias para las familias campesinas y la restauración de un orden represivo "tipo Colombia" han ido generando al interior de las fuerzas sociales una especie de indigestión. Es que se había cargado demasiada expectativa en el gobierno de Fernando Lugo, un hombre que acuñó las demandas campesinas como propias y juró  que por ellas asumiría los sacrificios necesarios.   

El retiro a fin de año del apoyo crítico del Partido Comunista al gobierno de Fernando Lugo fue un botón del descontento que existen en la mayoría de las organizaciones sociales que apuntalaron al gobierno de Fernando Lugo, había advertido la socióloga Mariel Palau.   

Aunque no proviniera de un partido con peso electoral, el Partido Tekojoja (con mayor fuerza en el mundo campesino), que naciera con el liderazgo del cura-presidente, tomó con preocupación e interés el posicionamiento del Partido Comunista, llamando a mantener la "unidad en la diversidad" frente a "una minoría que pretende gobernar desde un Congreso dominado por el viejo país de la mafia y la corrupción", con una "justicia partidizada y prostituida".   

 Mariel Palau, una socióloga muy afín a las demandas de la reforma agraria, fue un poco más y determinó que el gobierno de Fernando Lugo es "neoliberal con una seguridad tipo Colombia" y advirtió que las negociaciones por la recuperación de tierras, la capitalización de la producción campesina, entre otras cosas, no se podían hacer sin movilización de la gente.   

Si bien la Federación Nacional Campesina, que no acompañara al gobierno de Fernando Lugo, mantuvo en este período una postura autónoma, el hecho de que el grueso de los sectores campesinos, principalmente los provenientes de los asentamientos (antes nucleados casi todos en la MCNOC) lo hicieran, dejó muy devaluada capacidad de movilización por los antiguos e históricos reclamos campesinos.   

El primer gran golpe   

Con  un centenar de dirigentes asesinados, sin investigación judicial, y con un aparato que los persigue como "delincuentes" de la propiedad, el sector campesino "luguista" realizó una movilización de tres mil personas en contra de la fiscalía, en noviembre del 2008. Sufrió un tremendo golpe al ser reprimida la movilización con una fuerza policial brutal que a pocas horas sería defendida (la represión) no solo por el ministro del Interior Rafael Filizzola sino por el propio presidente Fernando Lugo, señalando este que la "ley era para todos". Para muchos, este golpe certero, iniciático y casi profético era  la línea que seguiría el Gobierno.   

En la idea de "defender el proceso de cambio", por un buen tiempo las organizaciones campesinas y sus brazos políticos de izquierda se atornillaron con el Gobierno frente a la permanente amenaza de destitución.   

Pero ya en julio, desde el Palacio, López Perito ha definido que no existe fuerza suficiente para las grandes transformaciones y en base de dicha lectura el Ejecutivo bajó los cambios y apostó a cerrar tratos con los partidos tradicionales para terminar su mandato. El último trato, con el oviedismo, aseguró la recomposición de los organismos constitucionales como la Corte Suprema de Justicia, la Justicia Electoral, la Contraloría General y el acuerdo para el nombramiento de las embajadas.   

Se había cerrado una parte del telón (la promesa de  sostenerse en la fuerza popular y no en los pactos) y la jugada más que clara era terminar el mandato pactando con los partidos con mayoría parlamentaria.   

"A veces, se tragan sapos, como dicen algunos. Y a veces, tortillas de sapos. No es fácil mantener la gobernabilidad cuando uno está en función administrativa", dijo López Perito.    Han pasado dos años y medio y es comprensible que el desencanto llegue cuando a "cada uno de nosotros nos tocan en la piel la mentira y contradicción", asume el periodista Jorge Zárate. 

El sector más movilizado de la última década, el campesino, ha dejado de deshojar margaritas con Fernando Lugo, pero las relaciones políticas, como las del amor, necesitan -parece- muchos episodios traumáticos para reformularse.

La institucionalización

La mayoría de las organizaciones sociales del campo cuentan actualmente con sus brazos políticos partidarios que han participado en las elecciones del 2008 y que en las municipales del 2010 se integraron en el Frente Guasu. De estas fuerzas, Tekojoja obtuvo unas 60 concejalías, consiguiendo la primera mayoría dentro del abanico de fuerzas políticas con incidencia en el mundo campesino.

Esta tendencia de institucionalización en el sistema político parece irreversible.

En 2008, todas las organizaciones campesinas, menos la Federación Nacional, la mayor de todas, acompañó la candidatura de Fernando Lugo, reivindicando sus demandas históricas, entre ellas, la reforma agraria y el cese del "terrorismo de Estado", ya que en su lucha cuentan, desde el 89 a esta parte, con alrededor de cien dirigentes de base asesinados.
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