366 días para ser felices

Queda poco para el inicio de un nuevo año que nos dará 366 oportunidades para buscar la felicidad. Como cada cuatro años, el mes de febrero tendrá 29 días, y hoy en ABC Revista te contamos por qué los bisiestos son imprescindibles para el calendario, cuyo origen es muy curioso.

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El 2016, que se asoma velozmente, tendrá la particularidad de ser bisiesto y llegará con innumerables desafíos. Hoy te proponemos adentrarte un poco en la historia para saber acerca de los orígenes de esta variación, que cada cuatro años extiende por un día más el mes de febrero.

La historia del calendario, si bien parece simple, es amplia e interesante. En ella, todo tiene su razón de ser: cuándo comienza, por qué la semana tiene siete días y el mes más o menos 30 días, etc.

Desde que la humanidad existe sobre la Tierra, necesitó medir el tiempo y así fueron estructurándose las convenciones que permitieron marcar las pautas para la medición de lo que conocemos como calendario, con sus segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas, siglos e, inclusive, milenios.

Dividiendo el tiempo

Es oportuno recordar que al día, la humanidad lo dividió en 24 partes iguales, denominadas horas. Esta fracción de tiempo, a su vez, fue dividida en otras 60 partes iguales, llamadas minutos, las que fueron divididas en otras tantas, a las que se les llamó segundos, siguiendo un sistema sexagesimal.

Pero pasa que, según las observaciones de los antiguos, los días no son iguales: hay un periodo en el que el tiempo de luz es mayor al de la oscuridad, y otro en el que ocurre lo contrario. El primer caso sucede en los meses de más calor, y el segundo, en los de más frío. La observación de estos fenómenos habrá llevado a los antiguos a distinguir la existencia de las estaciones y los solsticios, momentos bien definidos, con días de duración extremas: el día más corto y la noche más larga –solsticio de invierno– y el día más largo y la noche más corta –solsticio de verano–. Por otra parte, cuando se dan días y noches de igual duración y se denominan equinoccios –de primavera y otoño–, porque ocurren dos veces en el año.

Cuánto dura un año

Para determinar cuánto dura un año, contamos los días que pasan entre dos solsticios, pero ocurre que tales duraciones son aproximadas, no exactamente 365 días; solo que sobran unas horas, que cada cuatro años completan el equivalente a un día y así surgieron los años bisiestos.

Ahora... ¿cuándo se inicia el año?

Gran parte de la actividad humana está relacionada con conceptos agrícolas y religiosos. El tiempo se usaba para recordar festividades religiosas, o notar el inicio y culminación de las estaciones para indicar periodos de siempre, cosechas o apareamientos.

Para establecer estos periodos, los antiguos utilizaron los calendarios lunares regidos por el ciclo de 29,5 días de la Luna, correlativos con el periodo menstrual de la mujer y con el tiempo de preñez de 10 meses lunares.

El año y los astros

Fueron los egipcios quienes optaron por el calendario lunar de 365 días y un cuarto, y son los precursores directos del calendario moderno que todavía usamos. En América, los mayas se regían por un calendario solar que resultó muy exacto.

Astronómicamente, el año solar es el tiempo de traslación de la Tierra en rededor del Sol, periodo en el que se suceden las cuatro estaciones. El día es el tiempo que tarda la Tierra en girar sobre su eje, dura 24 h, y no tiene relación directa con la duración del año.

La duración exacta del año solar es de 365 días, 5 h, 48 min y 46 s, y por ello resulta imposible hacer coincidir el año con un número exacto de días. Había que encontrar un mecanismo para superar ese problema. Por ello se optó por hacer el año de duración variable, estableciendo cortos de 365 días y algunos largos de 366 días.

Siendo el calendario solar más práctico, es el que se usa principalmente, aunque los judíos siguen empleando el calendario lunar. Y el litúrgico de la Iglesia católica tiene elementos lunares y solares. Por ejemplo: la Navidad está de acuerdo al calendario solar, pues se fija tres días después del inicio del verano en el hemisferio sur (21 de diciembre) y la Pascua se fija conforme al calendario lunar, pues el Viernes Santo es el anterior a la primera luna llena siguiente del equinoccio de primavera del hemisferio sur (21 de marzo).

Nada nuevo bajo el Sol

Es oportuno reconocer que el calendario es una imitación y remiendo de otros más antiguos. El que usamos es una adaptación del calendario egipcio, ordenada por el emperador romano Julio César. Hasta entonces, el calendario romano tenía 355 días y 10 meses.

La intención del César era establecer un calendario de 365 días y cuarto, fijando un año bisiesto cada cuatro años. Los años romanos se contaban desde la fundación de Roma, 753 a. C. La intención del emperador era hacer coincidir el inicio del año con el día más corto, que para Roma era el 21 de diciembre actual. Pero la superstición del pueblo fue más fuerte y prefería un calendario lunar. Así fue que el Senado exigió que empezara en la luna nueva de ese año, la que se presentó 10 días después del solsticio de invierno (en el hemisferio boreal). Es por ello que el año no empieza el 21 de diciembre, como quiso Julio César, sino el 1 de enero.

Cuando se quiso hacer coincidir la Navidad (una festividad relacionada con el solsticio de invierno y festividades paganas en honor al Sol) con el solsticio de diciembre, hubo un error de cálculo de tres días, por lo que se celebra entre el 24 y 25 de diciembre. Otros pueblos celebraban la Navidad el 6 de enero, que luego se convirtió en la fiesta de los Reyes.

El calendario mantuvo 10 meses hasta la muerte de Julio César y, luego, se agregaron otros dos meses más, después del denominado quintilis. Uno fue llamado Julio, en honor del César; otro, Agosto, en honor al emperador Augusto.

Los años bisiestos

Este calendario resultó bastante preciso y se conservó hasta el siglo XVI, cuando se hizo notable la acumulación de los pequeños errores. Estos derivaban de la diferencia entre la duración real del año (365,2421991 días) y la supuesta (365,25 días). El error acumulativo era de 0,0078009 días por año. Pasados 1622 años, resultaban 13 días, o sea casi medio mes.

Por cuestiones religiosas, como la fijación exacta de la fiesta de la Pascua, se realizaron numerosos estudios para solucionar el problema, los cuales el papa Gregorio XIII encaró la reforma del calendario juliano. Efectivamente, en 1582, Gregorio XIII ordenó que desaparezca la diferencia acumulativa que se había generado con el paso de los años sobre el calendario juliano. Así, el día siguiente al 4 de octubre resultó ser el 15. De un plumazo desaparecieron 10 días.

Para eliminar el error de arrastre, se prescindieron de los años bisiestos que correspondían al inicio de los siglos, con excepción de los años divisibles por 400 (esa es la razón por la que el año 2000 no fue bisiesto, y sí lo fueron 1996 y 2004). Con esta corrección de 0,0075 días por año queda solo un error de 0,00030009 días por año. O sea que 43,2 min por siglo. Con ese tiempo acumulado, dentro de 33 siglos habrá que ajustar nuevamente el calendario, pero ese problema ya no será nuestro.

Modelos: Alejandro Ruiz Díaz, José Carlos Bresanovich, Dana Bóveda y Manuela Rodríguez. Producción: Sachiko Tanaka. Maquillaje: Juan Florenciáñez. Peinado: Pablo Morínigo. Prendas: Fauvè Gaubè.

surucua@abc.com.py

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