Dance for export

Baila desde muy temprano. Su madre, Jackqueline Mesomo, durante su embarazo, le cantaba y le hacía escuchar música clásica. “Creo que ya entonces nació mi pasión por el ballet y el arte de bailar”, cuenta María Paz Oviedo Mesomo (14). A los dos años, antes de ingresar al jardín de infantes, ya iba al preballet, en el Estudio de Ballet Nicole Dijkhuis.

María Paz fue seleccionada entre unos 4500 estudiantes de todo el mundo para participar del curso intensivo de verano del American Ballet Theatre (ABT) en Nueva York (EE. UU.) —una de las más destacadas compañías de ballet del siglo XX, y la más importante—, que se realizó del 22 de junio al 24 de julio de este año y pudo acceder al curso gracias a una beca del Fondec. “Mi audición se realizó a través de un video que envié a la escuela. Fui la única paraguaya que participó en este programa”.

Recuerda que le gustaba mucho disfrazarse, maquillarse, peinarse y participar en todas las actividades. Así fue descubriendo, poco a poco, que la música y expresión corporal provocaban algo en ella, que la cautivaban cada día más. “Cuando bailo me transformo. Soy otra”, revela. Es la mayor de tres hermanas. “Somos tres Marías”, bromea. Efectivamente, le siguen María Fernanda (7) y María Renata (2). María Paz cursa el 2.º curso de bachillerato en Informática.

Ya en el colegio participó de cuanto baile le proponían. Comenta que compaginar los estudios con el baile es algo sacrificado y exigente. A los cuatro años, su madre fue a vivir al interior del país por motivos de trabajo. “Allí estudié danza folclórica y brasileña”. Cuando regresaron, dos años después, siguió con las profesoras Marisol Pecci y Macarena Vinader por un tiempo. “También estudié danza paraguaya con Sussy Sacco. Hasta fui a Río de Janeiro a concursar”.

Pero no. Toda esa experiencia, a pesar de su corta edad, le hizo comprender que el clásico y contemporáneo son lo suyo. Y retomó en la academia Dijkhuis, donde continúa hasta hoy. Allí está la profesora Maia Ayala, quien junto con Paloma Herrera son sus principales referentes en este arte.

El cupo para cada clase del ABT es limitado. Bajo la supervisión del director artístico Kevin McKenzie y la directora del curso intensivo de verano, Melissa Allen Bowman, este programa ofrece maestros de primera calidad e invitados especiales, que están dedicados al proceso de aprendizaje y el crecimiento de cada alumno individualmente. “Los estudiantes participamos de un mínimo de cuatro clases por día, con un plan de estudios integral que incluye la exposición a artistas del ABT, historia y repertorio”. El curso se concentra en formar bailarines con un énfasis en la técnica del ballet clásico y varios elementos del ABT National Training Curriculum (Currículum de Entrenamiento Nacional del ABT).

“Fueron cinco semanas de ocho horas de clases por día, de lunes a viernes, que, además, incluía una hora y media de ensayos para la presentación final”. El grupo que le correspondió a María Paz fue el de color azul, dirigido por el maestro Carlos López, renombrado solista de la compañía del American Ballet Theatre.

La gala final se realizó el 24 de julio, en el Frank Sinatra School of the Arts, en Queens, Nueva York. “Fui seleccionada con gran honor al ser una de las solistas dentro de mi grupo, con cinco chicas más”.

María Paz considera que fue una experiencia muy gratificante y enriquecedora. Además, recuerda que el profesor le dijo que los paraguayos bailan de corazón. “Y me llena de orgullo decir: ‘Soy paraguaya’”. Ahora, otro de sus sueños es ir a estudiar en la Escuela Juilliard —un prestigioso conservatorio de artes situado en Nueva York— y regresar a nuestro país. “Me gustaría poder transmitir lo que aprenda a los demás bailarines paraguayos, para que así puedan crecer y vivir lo mismo que yo viví. El arte puede cambiar el mundo”.

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