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Una espada para el museo 

Hace como algo más de dos décadas, unos pescadores encontraron una espada en el río Tebicuary, frente a la ciudad de Villa Florida. Me fue ofrecida por la esposa del pescador en G. 50.000.000, porque, según ella, era “la espada del mariscal López”.

Le había contestado que, si bien es antigua no era del mariscal, quien nunca anduvo por allí, sino a varias leguas, cerca de la desembocadura del río en el Paraguay. 

Le dije: “Voy a mandar tasar y, si puedo, la compro, y si no puedo, le busco comprador”. 

Llevé el arma al Museo del Ministerio de Defensa Nacional y se la mostré a los expertos, quienes me dijeron: “Sí. Es de la época de la Guerra. Es una espada de oficial naval, de factura inglesa. No es raro encontrarla. Aquí tenemos cuatro de ellas. Debe valer unos G. 800.000”. 

Cuando volvió la señora, le conté esto mismo. Se desilusionó un tanto. Entonces, le dije: “Yo quiero comprarla. No le pagaré los 50 millones ni los 800.000 que vale. Si acepta, le pagaré 2.000.000, pero fraccionados en cuotas”. La mujer aceptó y la espada quedó en mi poder. 

Uno de los proyectos de la Comisión Nacional de Conmemoración del Sesquicentenario de la Guerra de la Triple Alianza es la creación de un importante museo de historia militar, y consideré oportuno y pertinente que dicha espada volviera a su propietario genuino, el pueblo paraguayo, por lo cual, para impulsar la creación de dicho museo, doné para iniciar el acervo museístico. 

Otro objeto a ser donado es un estribo encontrado en el lugar denominado Ytororõ, entre Ñemby y Ypané.

Los cepos de tortura

El “cepo de Uruguayana”, muy utilizado durante la Guerra contra la Triple Alianza, consistía en un método de tortura en el cual la víctima era forzada a acostarse boca abajo en el piso, con las manos atadas firmemente detrás; sus rodillas eran alzadas y atadas al cuello con lazos de cuero, después de lo cual se cargaban pesados mosquetes o fusiles uno tras otro sobre la espalda del torturado. El procedimiento dislocaba lentamente los hombros, desgarraba los músculos a lo largo de la caja torácica y dejaba uno o ambos brazos inutilizados. El dolor era espantoso y generaba casi siempre la declaración requerida.

Como se ve, es una tortura muy cruel. Muchas veces ocasionaba el dislocamiento de la columna. Este método era una adaptación de una tortura naval practicada en las marinas inglesas y norteamericanas, denominada bucking. Fue introducida al Paraguay en los primeros años de la guerra contra la tríplice.

Otra versión era el “cepo colombiano”, que consistía en oprimir la cabeza de la víctima con las culatas de dos fusiles. Cientos fueron los compatriotas torturados por orden superior para obtener las confesiones que se querían.

Portentos bélicos

Además del cañón Cristiano, fabricado en 1867 con los bronces de las campanas del país y de importante actuación en Curupayty y Humaitá, otros cañones de gran porte construidos en la planta siderúrgica de Ybycuí fueron el Criollo, el general Díaz y el Acá Verá, que fueron fundidos con material recogido de bronces y de sartenes y ollas. Aunque otras versiones dicen que este último fue un viejo cañón inglés que fue taladrado en los arsenales asunceños.

El cañón Criollo fue instalado en la batería de Angostura, cerca de Villeta y recibió su bautismo de fuego el 7 de setiembre de 1868, atacando al buque brasileño Silvado. Este cañón cayó en poder de los aliados luego de la captura de Angostura, en diciembre de aquel año. Actualmente, es uno de los cañones que, con el Acá Verá, forma parte del monumento al mariscal López en la Costanera asunceña. 

El Acá Verá, que se averió en plena batalla, es otro –con el Criollo– de los que flanquean el monumento del mariscal López. Este cañón se había taladrado y rayado en los arsenales de Asunción; su culata fue torneada y reforzada con anillos de hierro. Las balas, cuenta Thompson, “eran pedazos de hierro con las extremidades cuadradas y templadas, y terminaban en un anillo de bronce elástico, idénticos al de los morriones de la escolta de López”, razón por la que eran llamados akã vera o cabezas relucientes. Al cañón se le denominó con el mismo nombre y participó de la defensa de Humaitá.

El general Díaz, de bronce, de siete toneladas de peso, fue taladrado para emplear la enorme cantidad de balas Whitwort sin estallar, recogidas en los campos de batalla. El general Díaz tuvo su bautismo de sangre en Espinillo, bombardeando las posiciones enemigas de Tuyucué.

Tuvo una fundición defectuosa, lo que, luego de unos 60 tiros, su ánima hexagonal quedó estropeada, destrozando todas las balas que disparaba. Para recomponerla, fue refundida en los Arsenales de Asunción y, desde entonces, se perdió el rastro de dicha arma.

Según referencias, el material fue llevado al Brasil para la confección de un monumento.

surucua@abc.com.py

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