Jesús María guarda la primera moneda paraguaya

Sorpresa. Entre numerosas imágenes del Nazareno, de su madre, la Virgen; santos de diferentes denominaciones y objetos antiguos diversos un total de 79 monedas paraguayas –una de ellas es la primera que tuvimos y data de 1845– se hallan en un rincón del Museo de la Estancia Jesuítica de Jesús María, provincia de Córdoba, Argentina.

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“Increíblemente, don Carlos Antonio López no le puso ningún nombre, pero el pueblo no tardó en bautizar a aquella moneda primigenia del Paraguay como ‘leoncito’, ‘cobre sa’i’ o ‘cobrecito’, entre otros”, cuentan a nuestro diario encargados del Museo de Numismáticas y de Joyas del Banco Central del Paraguay (BCP), en el que se puede observar también otros ejemplares de la primera moneda nacional, cuyo valor era de 1/12 (un doceavo) de real. En la entrada misma, allí en el museo del BCP, se tiene en exposición una enorme prensa de metal, con dos metros de altura y gran peso, que tiene su propia historia y ayudó a acuñar, ya en Asunción, la segunda partida de las primeras monedas paraguayas, a mediados del siglo XIX.

La moneda de un doceavo con la que nos topamos en Jesús María tiene algunas características que indicarían que corresponde a las acuñadas en Inglaterra, porque tiene las letras y los valores en números muy bien impresos, aunque se pueden observar algunas picaduras en los bordes. Sobre el origen, y al ver las imágenes, encargados del museo del BCP no quisieron arriesgar un veredicto, porque las imperfecciones eran características principales de las monedas fabricadas en el Paraguay, con una prensa mecánica adquirida en Río de Janeiro, Brasil. De todas formas, el cobre, por su maleabilidad, pudo haber sufrido las “huellas” del tiempo en sus bordes, pese a una acuñación original más perfecta.

Lo cierto es que este ejemplar de la primera moneda acuñada en el Paraguay independiente, por orden del Gobierno encabezado por Carlos Antonio López, reposa en uno de los aposentos de la segunda planta de las antiguas construcciones que formaban parte del casco de la Estancia Jesuítica de Jesús María. Está allí junto con otras 78 monedas paraguayas antiguas de diversos valores, más cinco billetes, uno de ellos de 50 céntimos de peso fuerte (ordenados en 1916) y otro de un peso fuerte, que lleva la figura de una de una mujer rural con sombrero.

Las monedas paraguayas forman parte de un conjunto de centenares de otras similares que corresponden a diversos países latinoamericanos.

¿Cómo llegó hasta allí?

En el museo no se explica el origen o la forma en que esas monedas de colección llegaron hasta allí. Lo más seguro es que provengan de donaciones de alguna colección privada. Puede que algún paraguayo que fue a estudiar a la Universidad de Córdoba la llevara a esas tierras. Mucho antes de la acuñación de esta moneda estudió allí el prócer y luego dictador perpetuo, el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, y con el tiempo le habrán seguido otros. Pudo haber llegado también a través de algún comerciante.

Incluso, no hay que descartar que esa moneda haya llegado a Córdoba antes de que arribara a Asunción la partida “inglesa” encomendada por Carlos A. López, pues cuentan los historiadores que “mientras esperaban el transbordo en Montevideo, ocurrió que algunas monedas ‘saltaron’ de los cuñetes, por causas no muy bien definidas y comenzaron a circular, aunque en muy pequeña cantidad, en el Río de la Plata” (Estudio de Ramón Benítez Ciotti, 1997).

Esta situación no muy venturosa de la moneda de un doceavo dio origen a otra acción no menos llamativa. Resulta que –siempre según las crónicas de los historiadores– entre quienes hay que citar también a Carlos Pusineri y Miguel A. Pratt Mayans, en principio, los valores debían ser de la siguiente forma: doce monedas de cobre hacían un real y ocho reales eran un peso; es decir, que cada peso equivalía a 96 monedas de doceavo. Pero cuando don Carlos se enteró de lo que ocurrió en el puerto de Montevideo, en el que se “escaparon” algunas monedas, “y con el objeto de preservar el valor adquisitivo y, también, el nombre y responsabilidad de nuestro país, dispuso inmediatamente una desvalorización del 50 % del valor de estas: 12 monedas de cobre valdrían solamente medio real y 192 monedas harían un peso. Aquí tenemos el caso de que la primera moneda paraguaya sufrió una desvalorización (si así se la quiere llamar) antes de empezar a circular”, dicen los historiadores.

Una moneda que se pagó con yerba mate

Como si le faltaran cosas llamativas a la historia de los “leoncitos” o “cobre sa’i”, se cuenta que el pago al proveedor –el norteamericano Enrique Gilbert, con quien se firmó contrato el 31 de agosto de 1844– se hizo en “especie”. En efecto, el artículo 4 del citado trato rezaba: “En pago de dicha cantidad de moneda de cobre, el Gobierno de la República del Paraguay mandará entregar al señor Gilbert o a la persona que él autoriza al efecto cantidad de treinta mil arrobas de yerba mate puesto a bordo, libre de derechos u otro gravamen en la misma Villa del Pilar”, en la que también debían ser entregados los valores acuñados en Inglaterra.

Aunque ahí surgió otro “pero” como consecuencia de lo ocurrido en Montevideo con la carga, que don Carlos no perdonó. La circulación prematura en el Río de la Plata “también produjo desavenencias con el acuñador, al cual se le redujo la cantidad de yerba que recibiría por la última entrega de 12 mil pesos en monedas, pues en esos momentos, representaban solamente 6 mil pesos, y por los que se le entregó solamente 6000 arrobas de yerba. Largo pleito e intercambios de notas, pero al final don Carlos se mantuvo firme en su postura y no se abonó la diferencia, pues se creía que el señor Gilbert era el responsable de esa circulación clandestina”, dice Benítez Ciotti, cuyo estudio completo se puede leer en el sitio www.portalguarani.com.

Fábrica propia

Es probable que por los inconvenientes ocasionados por el acuñamiento en el extranjero, Carlos A. López decidiera ya casi inmediatamente gestionar una fábrica propia de monedas para el país. Las fuentes indican que para ello se utilizaron los moldes o troqueles originales entregados por contrato por el anterior proveedor y se encargó una prensa a los arsenales de Río de Janeiro, con la cual se comenzó a producir las mismas monedas en Asunción en 1858. Con el tiempo, dicha prensa desapareció de las dependencias estatales, aunque, quizá por su peso, no pudo ir muy lejos.

Fue rescatada en 1975, cuando el Banco Central la adquirió de la “Herrería Muñoz”, que estaba situada en 15 de Agosto y Haedo, en la capital, según contaron responsables del museo del BCP, donde el artefacto está hasta hoy. Para verla, solo hay que acercarse hasta allí, de 8:30 a 12:30, de lunes a viernes. La entrada es gratuita y la gente, amable.

Texto y fotos Jorge Benítez Cabral jobenitez@abc.com.py

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