LA CANASTA MECÁNICA

¿TERNURA?.- Después de todo, el tiempo de la vida no es el de la urgencia mecánica que marcan los relojes ni el signado por el ring ton. Sin embargo, con solo dar una miradita a nuestro alrededor, casi podemos confirmar la evidencia práctica de un nuevo axioma filosofal: Tengo un teléfono móvil, luego existo. La mayoría de la humanidad que nos rodea está tiki tiki tiki, métale dedeando. Dedear, o sea darle con el dedo al tecladito del esmarfon, es una de las experiencias más repetidas por humanos y humanas del planeta que semejan seres clonados, desvinculados de sus semejantes cercanos presentes. Quede claro que el telefonito móvil a mí me encanta, y cada vez me parece más útil. Lo que pretendo alertar es que puede generar adicción, sobre todo en personas con tendencia al sometimiento, a la esclavitud.

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Me pregunto si el aparatito móvil permitirá compartir las verdaderas experiencias y los acontecimientos que marcan lo fundamental de la existencia, si afianzará la pertenencia y el vínculo entre la gente. Hay personas que construyen su comunicación interpersonal y estatus social a partir de sus teléfonos móviles. Cuando se les descompone el teléfono celular, caen heridas de abominable malestar. Olvidaron por completo las otras formas de comunicarse con sus prójimos que existían antes y que todavía existen.

Otra cosa que llama mi atención es que ahora hay una especie de invasión musical. Hay música en los restaurantes, en los supermercados, en los colectivos, en las farmacias, en las salas de espera y hasta en los baños... Hubo un tiempo en el que la gente cantaba por la calle, cantaba en sus hogares, en los colegios. Los albañiles cantaban en los andamios y los panaderos, en las panaderías. La música se encontraba en todas partes porque la gente cantaba. Ahora existen sofisticados aparatos para esparcir música de todo tipo. Se consume música como nunca. También hay reproductores personales portátiles de audio, cada vez más minúsculos, como el iPod nano, que tiene el tamaño de una tarjeta de crédito. Sin embargo, el exceso de música evita que la gente cante. Y el canto es una de nuestras formas de expresar sentimientos, como alegría, tristeza, ternura.

Gracias a la ternura, las relaciones afectivas crean las raíces del vínculo, del respeto, de la consideración y del verdadero amor. Gracias a la ternura, los hijos reciben el sostén emocional importante para su desarrollo como futuras personas.

Dice Krishnamurti que a causa de que no amamos la Tierra y las cosas de la Tierra, a causa de que simplemente las utilizamos, hemos perdido contacto con la vida. Perdimos el sentido de la ternura, que es la respuesta a las cosas bellas. Solo si renovamos esa sensibilidad, podremos comprender en qué consiste la verdadera relación con nuestros semejantes, con la naturaleza, con el universo.

carlafabri@abc.com.py

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